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Ni tanto que queme al santo…// By @indiehalda

Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental.  Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse. A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.
Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental. Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse.
A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.

Por Oscar Hernández

A pesar de la considerable oferta de espacios informativos matutinos, desde mi mudanza al DF le he sido fiel al espacio de MVS conducido hasta la semana pasada por Carmen Aristegui. Su estilo directo y desenfadado le ha valido un lugar en el olimpo del periodismo nacional ganado a pulso, y es innegable que hoy en día es una de las plumas de mayor credibilidad en un país con una añeja tradición de comunicadores alineados con el poder.

La nota de la señora Aristegui del martes 10 de marzo sobre el lanzamiento de MéxicoLeaks resultaba hasta cierto punto intrascendente en un espacio acostumbrado a las notas de alto impacto  -algunas llevadas con mayor rigor periodístico que otras, hay que decirlo- y nadie en ese momento imaginaba que el lanzamiento de una plataforma de información confidencial culminaría en el que -ahora sí- parece el capítulo final de la historia entre la periodista y el consorcio mediático de la familia Vargas.

Enardecidas y absolutistas como siempre, las redes sociales se volcaron a favor y en contra de la comunicadora. Aquellos a favor han elaborado planes inverosímiles: que si la vaquita para montarle su propio espacio, que si la proponen para presidenta de México, que si boicot a MVS y Dish ante el agravio a su campeona… increíble lo que una persona puede decir frente a un teclado acuciada ante la necesidad de pertenencia.

Pero afrontémoslo: en esta ocasión la señora Aristegui cayó víctima de su propio enaltecimiento, y si bien tiene un bono social considerable ante la “telenovelización” de toda esta situación, el camino que sigue será cuesta arriba ante la falta de un mecenas. Menos mal aún tiene a CNN.

Vayamos por partes: el conflicto comenzó cuando MVS emitió un comunicado a manera de “manazo público” dirigido tácitamente a la periodista debido a la atribución que la misma se tomara al anunciar con bombo y platillo la inclusión de Noticias MVS a los trabajaos de MéxicoLeaks, cuando nadie del corporativo tenía conocimiento sobre dicha alianza.

La defensa de la señora Aristegui jamás ha dicho nada sobre este punto crucial en la historia, por lo que se entiende que las cosas ocurrieron como establece el grupo de medios: a doña Carmen se le hizo fácil hablar a nombre de sus empleadores.

Mientras los Aristeguiliebers afirman a los 4 vientos que todo fue un pretexto de MVS para deshacerse de su rutilante estrella debido a las ámpulas levantadas por sus investigaciones, a mí me cuesta trabajo creer que una mujer tan creyente de las formas haya pasado por alto una notificación tan sencilla a su empleador, dando pie a un conflicto que concluyó en su despido y en el clamor de sus fans por justicia.

Que resulte tan obvia su ganancia ante este conflicto me suena mucho más a ganas de salir del grupo que a una injusticia cometida. Insisto, este es el verdadero país de las oportunidades. Si un político cobijado por el poder puede hacer lo que se le antoje seguramente un líder de opinión con la misma cobija puede hacer lo mismo.

Bueno, tampoco es que el consorcio mediático sea la víctima. Ese tufo a “bully” en la comunicación dirigida al público sobre su postura no le hizo gracia a nadie. Aun tratándose de medios, la naturaleza del conflicto daba para ser atendido y solucionado a puerta cerrada. Aristegui quedó así como la “empleada maltratada” por el “jefe tirano”… uno de los clichés favoritos de esta nación de víctimas. Si MVS buscaba salir bien parado de esto, hizo todo lo posible para lograr lo contrario.

¿Quién tiene la razón? Ambos, y ninguno en particular. Y lo que resulta decepcionante es la forma en que la gente se hace pedazos por una u otra parte. Este daltonismo del que ya hablaba la semana pasada que nos impide ver los matices en las cosas, que nos incapacita para llegar a un punto intermedio, un equilibrio tan necesario en este país tan fundamentalista.

¿Qué sigue para Aristegui? Seguro algún consorcio mediático ávido de números se echará el trompo a la uña de acogerla a ella y a sus fieles legiones, hasta la siguiente vez que algo no le parezca y haga un escándalo  para esconder un sencillo error. Esta no es la primera vez que lo hace, y seguramente no será la última.

¿Y para MVS? Contrario a lo que muchos piensan, MVS tiene una oferta sólida de comunicadores y contenidos que lo mantendrán a flote. Claro, la salida de Doña Carmen les pegará, pero aquellos que desean verlos quebrar y arrepentirse de su salida pueden esperar sentados. Llevan 48 años en la lucha y la salida de una persona no va a matarlos, dejemos el drama.

Uno de los aspectos clave de las sociedades avanzadas es su capacidad de análisis, y la forma en que llevamos esta controversia dice mucho de la situación en la que se encuentra el país: tan pronto nos dan 2 opciones a escoger, peleamos encarnizadamente por una u otra, cuando lo mejor sería combinar ambas, o crear por nosotros mismos una tercera opción.

Que sea la razón y no los ridículos apasionamientos la que nos guíe. Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.

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