Homenaje de bulto
Por Alberto Luquín
He gastado buena parte de mi vida deambulando por el centro histórico de Querétaro. Encantador, pequeño, sumergible (sólo cuando llueve, lo cual cada vez es menos frecuente), bien conservado. Una mezcla bastante grata, cosa rara, de elementos coloniales y neocoloniales cuyo paisaje está roto por estatuas y monumentos que no sólo carecen de caso, también de sentido estético.
Enumeremos lo que recuerdo: el danzante prehispánico, hijo aberrante del cruce entre un calendario Galas y una película de Pixar, que está junto a San Francisco; el espantajo cromado que duró años afuera de San Agustín, cuyo gemelo adornaba la ya de por sí horrenda Plaza de la Constitución; la fuente danzante de Santa Rosa de Viterbo. Entiendo que la lista aumenta.
De entre estos nuevos monumentos, conozco por fotografías el que acaba de instalarse, con fondos públicos y a petición del gobierno municipal, en homenaje a Francisco Cervantes. Poeta de gran valía por sí mismo, fue también uno de los principales traductores de la lengua portuguesa y, en concreto, de la obra inabarcable de Fernando Pessoa.
Gocé el raro privilegio de su amistad y aprecio durante los últimos años en Querétaro. Paseos, comidas, cafés en los cuales escuchaba sus anécdotas literarias y su profundo amor por Portugal y por Pessoa; su reivindicación de la humilde y muchas veces olvidada pero radical labor del traductor. A él debo mi lusofilia y lusofonía. Nunca tomé formalmente uno de sus talleres, pero de pocos maestros he aprendido tanto.
La estatua muestra la poca pericia técnica de sus autores. Por su página de Facebook (https://www.facebook.com/willnezme), podemos deducir una línea seudocontestataria-seudogore con más intenciones (¿de qué?, quién sabe) que talento. Expresa, también, un desconocimiento absoluto de la literatura de Cervantes. Desperdicio de espacio, de materiales, de recursos públicos, incapaz de hacer justicia a su obra y memoria.
En Homenaje de casa (http://www.letraslibres.com/revista/tertulia/homenaje-de-casa), ensayo brevísimo e hilarante, Guillermo Sheridan nos confronta con uno de los aspectos más nefastos de nuestra política cultural: el homenaje continuo. Una obsesión perversa por fechas y estatuas que nos impide, paradójicamente, el conocimiento y la profundización de obras y eventos.
Si lo que se busca es un homenaje digno a Francisco Cervantes, lo mejor que puede hacerse con la estatua es fundirla y convocar a concurso público para hacerla de nuevo o, mejor aún, ir más allá del simple homenaje y emplear esos recursos –públicos, no debemos olvidarlo- en un verdadero centro de formación e investigación dedicado a la literatura y la traducción literaria.
Posdata. Recorriendo Twitter el 1º de julio, me topo con esto:
@alfamov: “Por que la educación es gratuita, y lo dejó claro Sócrates al morir luchando por ello #MexicoVaADespertar” (sic).
Y así quieren que uno los tome en serio, chavos. Sus pendejadas harán llorar a Platón y a Jenofonte.
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