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El Papa Francisco fue dado de alta este 23 de marzo, después de pasar cinco semanas en el Hospital Gemelli de Roma debido a una neumonía bilateral. Durante su hospitalización, el pontífice fue sometido a un tratamiento intensivo que incluyó oxígeno de alto flujo y ventilación mecánica no invasiva.
Estas medidas fueron necesarias para tratar su insuficiencia respiratoria y estabilizar su salud. El Papa, de 88 años, ha mostrado una recuperación positiva, aunque su condición sigue siendo delicada. A su salida del hospital, Francisco apareció ante los fieles desde el balcón del hospital, donde los saludó brevemente.
Su presencia fue un alivio para los creyentes, aunque el Papa mostró signos evidentes de fatiga y dificultades para respirar y moverse. A pesar de los esfuerzos por mantenerse en pie y de su conocida fortaleza, la visita fue un recordatorio de lo vulnerable que se encuentra su estado de salud.
Tras el saludo, la cabeza de la iglesia católica, se dirigió a la Basílica de Santa María la Mayor, una parada tradicional para ofrecer oraciones tras salir del hospital. En el templo, Francisco dedicó unos momentos de agradecimiento antes de regresar a su residencia en Santa Marta, en el Vaticano.
A pesar de su salida del hospital, el Papa aún sigue portando tubos nasales para ayudar a su respiración. Estos tubos son parte del tratamiento que tendrá durante las siguientes semanas, en las que se espera que su capacidad pulmonar mejore progresivamente. Los médicos del Vaticano han insistido en que Francisco debe descansar y someterse a una rehabilitación que podría durar varios meses.
Según fuentes cercanas al Vaticano, el Papa deberá mantener un ritmo reducido de actividades públicas durante al menos dos meses. Aunque se encuentra en recuperación, se espera que su agenda siga siendo ajustada para priorizar su bienestar. Algunos eventos programados se suspenderán o se realizarán con una participación mínima, de acuerdo con las recomendaciones médicas.