STAFF/Elly Castillo – @ellycastillo
Ondeaban en lo alto banderas blanquiazules, negriamarillas, algunas cuantas naranjas, en un crisol de colores que, se juntaban pero no se revolvían, y sobre ellas y sobre sus portadores, caían los pesados rayos de un sol primaveral que se dejaba sentir con todo su caluroso esplendor al mediodía de este domingo en pleno Centro de Morelia.
Gran parte de ellos, llegó procedentes de municipios del interior como Huetamo, Zitácuaro, Pátzcuaro, transportados en autobuses estacionados en el estacionamiento de lo que era la antigua Central Camionera, a unas cuadras del evento al que fueron llevados, niños, mujeres, algunos jóvenes y padres de familia, a quienes les entregaron muchas banderitas, algunas banderotas, y un lonche de jugo y torta que se les entregaba en una bolsita amarilla, algunos suertudos alcanzaron una manzana extra, como parte del ritual de lo habitual que se niega a morir en los actos de campaña del Michoacán del Siglo XXI.
Los letreros en los camiones indicaban la procedencia así como de parte de cuál candidato acudían en apoyo.
Y al llegar al cruce de la avenida Madero con Morelos sur, donde estaba instalado el templete, los convocados se identificaban por grupitos, se juntaban entre sí por colores, perredistas con perredistas, panistas con panistas, y los de Movimiento Ciudadano, en menor cantidad a los representantes de las otras dos fuerzas políticas presentes en lo que debería haber sido un mega mitin del 2do acto formal de arranque de campaña de los candidatos al Senado por el Frente por México, que conforman el perredista Antonio García Conejo, y la panista Alma Mireya González, ambos exdiputados locales.
Así, en medio de ese clima ambiental-electoral, alrededor de tres mil personas oyeron escuchar, en contra de las leyes elementales de la química, al candidato García Conejo, afirmar de manera tajante: «¡No se dejen confundir compañeras y compañeros ¡El agua y el aceite sí se mezclan!».
Con ese postulado disparatado, García Conejo buscaba captar total atención de los presentes, quienes para esa hora ya lucían los estragos del calorón en sus rostros. La logística les volvió a fallar a los organizadores, pues de un acto que arrancó con unas 7 mil personas, para cuando García Conejo había tomado la palabra ya sólo se mantenían unas 3 mil, firmes eso sí, ante el clima asediante. Los demás se habían esparcido por entre los portales para hacerse de sombrita.
Probablemente en el decaimiento del ánimo, necesario en los mítines “musculosos”, influyó la cantidad de oradores (seis), y la poca prudencia de alguno de ellos como el caso de Meño Antúnez, candidato a diputado federal por el distrito Morelia 8, quien de 5 minutos acordados en principio, se extendió a 15 hablando de propuestas como recortar pensiones a expresidentes, analizar y mejorar el modelo económico, y la propuesta de donar su salario, lo cual no evitó salvarse de una gran rechifla que le cayó por su extensa perorata.
Ya para cuando la panista Alma Mireya González, la penúltima en tomar la palabra, agarró el micrófono, mucha de la concurrencia se había refugiado buscando resguardo de la implacable resolana. Al menos fue más sensata que su predecesor con cinco minutos de discursos donde básicamente habló de propuestas para los sectores campesino, migrantes y femenino.
Por ello, probablemente el hermano del gobernador buscó un ejemplo contundente de lo que implica el llamado “Frente por México” ante una multitud que ya lucía fatigada para cuando tomó el micrófono, pero que en realidad su importancia es fundamental ya que son, en apariencia, las llamadas “bases”, la militancia que hace que los candidatos ganen en las urnas, los que defienden el voto en las casillas, los panistas, perredistas y naranjos, los de a pie, los que no tienen cargos ni aspiran a puestos. La gente común y corriente que no acaba de entender la insólita e inédita unidad de la izquierda con la derecha. Del PAN que combatió al PRD en el 2006 y al cual le endilgó un fraude electoral presidencial según acusaron rabiosamente los del Sol Azteca en su momento.
Y ahí, en la misma avenida que hace casi 30 años vio nacer los reclamos por los primeros perredistas muertos, asesinados por el Sistema según la sospecha principal, donde dos décadas después se reclamó el “voto por voto” y que repudió en buena medida a un presidente coterráneo que ganó una elección “haiga sido como haiga sido” bajo las siglas del PAN, efectivamente, “el agua y el aceite” se negaban a mezclarse, se negaron a entrelazarse durante todo el evento.
Fue entonces que tras su retórico ejemplo, García Conejo enseguida explicó su postulado mezclador: «Nos dicen que el agua y el aceite no se mezclan lo cual es falso, pues son sustancias que todos los días consumimos y que acabamos mezclando», repuso para reiterar su llamado a que negriamarillos, albiazules y naranjos se vieran como una misma fuerza.
El llamado logró cierto efecto en los rostros de los ahí reunidos, entre acarreados y ciudadanos convencidos, quienes si bien estaban algo cercanos entre sí en el asfalto de la Madero, cada quien estaba por su lado, al estilo de «juntos pero no revueltos», se distinguían en segmentos por las banderas de su partido o por las playeras distintivas.
Pocas figuras nacionales arroparon a la fórmula perredista-panista que representan García Conejo y la albiazul Alma Mireya González, y el templete se terminó llenando con candidatos locales a diversos cargos por parte del Frente. Manuel Granados, dirigente nacional del PRD, y el diputado panista con licencia, Marko Cortés, fueron las únicas ‘figuras’ nacionales que se hicieron presentes.
Para haber sido un evento que tenía como propósito mostrar «músculo político» este acabó siendo algo mediano. El dirigente estatal del PRD, Martín García, presumió haber convocado a 15 mil personas en el mitin con fotos aéreas. No más de 7 mil refieren los cálculos de fuentes de Tránsito consultadas. Para el final, sólo tres mil se mantuvieron al pie del cañón para entonar el Himno Nacional que debió ser el gran broche para fortalecer el llamado “a la unidad”, sin embargo la gente ya estaba tan enfadada para ese entonces que medianamente salió el coro social.