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¡Temporada de patos, temporada de co…nejos!// By Marco Ballesteros

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¡Temporada de patos, temporada de co…nejos! Inician campañas electorales en Michoacán.

Por Marco Ballesteros

 

Este domingo la entidad será testigo del inicio de las campañas electorales rumbo a la gubernatura, Congreso federal, estatal y presidencias municipales. Aunque informalmente en los medios de comunicación los spots partidistas abundan desde tiempo atrás, los candidatos resucitarán de entre los muertos e iniciarán la búsqueda del voto en diversas comunidades en los próximos dos meses.

Sea cual sea el cargo al que suspiren, junto con sus comitivas y operadores políticos, asistirán a todo tipo de colonias y comunidades, tocarán de puerta en puerta para presentarse con su mejor sonrisa, su disfraz de oveja e incluso permitirán que infrinjan su espacio personal con tal de conseguir la preferencia en las urnas.

Sobra mencionar que en los próximos días el Estado cambiará de fisonomía y paisajes, tras saturarse de basura electoral: espectaculares, bardas y postes serán tapizados con todo tipo de consignas, lemas y rostros, mientras en las calles se reparten millones de volantes, los cuales al fin y al cabo tienen la misma utilidad que las muelas del juicio; sólo sirven para causar molestias y para gastar en ellas.

Asimismo, los candidatos regalarán a su concurrencia frases trilladas, sonrisas falsas y discursos rancios, acompañados de la tradicional torta con frutsi, despensas, camisetas, llaveros, costureros, sombrillas, pegatinas para el auto, artículos para el hogar, y demás porquerías; todos claro está con el logo y los colores del partido político en turno.

Alguno que otro “afortunado”, encargado del orden, jefe de tenencia o representante seccional de partido, serán beneficiados con apoyos “extraoficiales”, materiales de construcción, apoyos de desarrollo social etc.; e incluso podrían ostentar una “chambita” temporal como representantes de casilla del partido, promotores del voto o encuestadores. Desde luego con la esperanza de que el candidato algún día se acuerde de ellos al visitar su oficina en caso de salir laureado e incluso, agarrar un “huesito” en cualquier oficina gubernamental si la suerte o la palanca es considerable. Sea como sea el asunto, con lo anteriormente mencionado se nota que lo importante en este circo es buscar mil y un maneras irracionales, por no decir que estúpidas, para despilfarrar recursos públicos.

Independientemente del cargo o del personaje en cuestión, los suspirantes de cada partido o coalición en estos momentos velan armas al estilo de don Quijote, observan si las encuestas les favorecen y planean estrategias para ganar el voto. El domingo 5 de abril vestirán sus mejores galas para atraer cual novia pueblerina al electorado michoacano. Lamentablemente, pensar en elecciones democráticas es tan utópico después de los escándalos suscitados en los comicios pasados, al mismo tiempo la inestabilidad política y la violencia creciente en la entidad hace poco confiable el entorno de lo político.

No obstante, esta condición de administraciones endebles y accidentadas en Michoacán es hasta cierto punto típica, desde la fundación del Estado en 1825, a lo largo del siglo XIX, en la post revolución y también después de la gubernatura de Cuauhtémoc Cárdenas, prevalecieron diversos gobiernos inconclusos sucedidos por un interinato; la inestabilidad política no es novedad en el Solio de Ocampo.

Si agregamos que la voluntad popular mantiene un descontento y/o desencanto contra la clase política, parece que en la entidad se vota por el menos malo, por el de costumbre, o por el que caiga porque no hay literalmente “a quién irle”. Si pudiera preconizar algo, al parecer el gran ganador en estas elecciones podría ser el abstencionismo ante el clima prevaleciente: la falta de confianza, el enojo colectivo ante las penurias económicas de la entidad y la evidente descomposición del sistema de partidos, los organismos electorales y las instituciones de gobierno.

En tal caso, tomando como válida la premisa de la descomposición del sistema pregunto: ¿Por qué los partidos y/o la clase política funcionan, a pesar de los abusos-arbitrariedades que comenten, son aceptados entre la población, a pesar de ser de escasa utilidad?, ¿Por qué los electores aceptan la cooptación y las dádivas ofrecidas por los partidos?

La respuesta a estas interrogantes es simple si recurrimos al conocimiento histórico: En primer lugar, como coloquialmente se dice: “No tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre”, los partidos y la clase política funcionan como parásitos en la sociedad mexicana por que ella misma lo permite e incluso los avala, ya que al parecer vivimos en el país donde el chimuelo masca rieles. Gracias a cuestiones como: la apatía política; la poca o nula capacidad lectora; que el trabajo se vea como castigo divino en la cultura latinoamericana en lugar de considerarse como el medio para alcanzar la prosperidad y/o prestigio social; los perpetuos aires festivos; la preocupación del mexicano por las cosas sin sentido; la queja y victimización presentes en la cultura y discurso histórico. El ciudadano en México prefiere delegar a terceros las cuestiones políticas antes que hacerse responsables de su entorno y condiciones materiales.

En cuanto a la segunda interrogante, se aceptan las dádivas de campaña por que se piensa entre la población, que debe recibirse del gobierno cualquier cosa ya que es una de las formas en que puede recuperarse un poco de lo que la clase política roba. Incluso, también en este caso podríamos remitirnos a la época colonial: en la conciencia política mexicana se considera al gobierno un ente paternalista.

De esta forma, se cree que es obligación del Estado otorgar educación, vivienda, empleo, asistencia social a la sociedad civil, organizaciones tradicionales y grupos vulnerables, etc. Antes que aceptar nuestra condición de ciudadanos inmersos en una sociedad individualista y un sistema capitalista, preferimos buscar la protección y abogar por dicho paternalismo político aun así deleguemos nuestros derechos y garantías. Técnicamente, es más cómodo encomendar nuestras responsabilidades ciudadanas a cualquier hijo de vecino y su séquito para evitar asumir las consecuencias de nuestros actos en lo político.

Tras dicha explicación, y aunque puedo equivocarme en mis aseveraciones, estas líneas, queridos lectores, no son un llamado a la anarquía y al abstencionismo, todo lo contrario. Hago un llamado al análisis de las propuestas que se expondrán en el proceso electoral, al cuestionamiento de las mismas, e igualmente exhorto al voto razonado. Si quieren anular sus votos y manifestar su descontento hacia la clase política es también es válido, porque si no ejercemos el sufragio no tendremos la moral correspondiente para quejarnos en el futuro cercano de las cuestiones que nos desagraden. Lo único incorrecto es no manifestarse en las urnas el próximo 7 de junio.

Así que en el proceso que se avecina, inconfórmese, manifiéstese, “ármela de tos”, no se deje deslumbrar, no se venda por una despensa, torta, futsi o una tarjeta de soriana. Haga lo que quiera, pero vote por quién crea conveniente o en su defecto anule sus votos, porque a pesar de que este circo electorero siempre es más de lo mismo y todo se repite cíclicamente en cada elección, el único que puede marcar la diferencia es el individuo consciente actuando en sociedad. Tras dejar en claro lo anterior, me despido: siendo así:

¡Que comience la cacería entre los políticos!, no importa que continúen los juegos del hambre entre los habitantes en general.

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