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Por: Oswaldo calderón

En la búsqueda de la conformación de nosotros mismos y nuestra personalidad, visualizamos nuestro entorno y lo modificamos o nos auto-modificamos para volvernos uno con el entorno (los muchos entornos y las muchas realidades); al mismo tiempo que vamos construyendo nuestra persona y decidimos cómo ser, en qué creer, cómo comportarnos y larguísimo etcétera de variantes que han de formar nuestra personalidad y actitud, nos limitamos. Nuestra actitud ante la vida se mide con base en las limitantes que tenemos.

                ¿Cuántas veces hemos escuchado que somos lo que comemos? Y nada más alejado de la verdad. ¿Los vegetarianos son mejores que los que no lo son? ¿Los carnívoros son peores que los que comen sano? ¿Qué es comer sano? ¿Comer sano te hace mejor persona? ¿Tú eres lo que comes? Para la publicidad y las empresas, claro. Pero seguramente somos algo más que un licuado con granola o unas quesadillas, no somos unos tamales con atole ni tampoco una ensalada verde. Lo curioso es que estamos dispuestos a juzgar a los demás por lo que comen y creamos parámetros superficiales que después damos por ciertos. Coma lo que quiera, cuanto quiera, donde quiera, sin pena, no se avergüence. Porque todos, los que comen sano e insano, vamos a morir. Sólo recuerde que las grasas, las calorías y las proteínas fueron esenciales e hicieron la diferencia entre el eslabón perdido y los simios. ¿Las personas que comen sano, viven más tiempo? ¿De verdad? ¿Quién puede quitarle a la muerte un sólo segundo?

                ¿Somos lo vestimos? ¿El hábito hace al monje? ¿En verdad lo cree? No vaya usted a pasar por superficial y frívola. Nuestra buena disposición a subestimar nos pone en la cuerda floja siempre. Seguramente somos más, mucho más que unos trapos de colores o sin color o una mezcla de ambos. ¿Quién gana con ésta ridícula propuesta al definirnos según lo traemos puesto? Las empresas. Ropa de marca, sin marca, pirata. Debería sólo haber ropa para el frío, el calor, la lluvia, etc. Miramos en todas direcciones y no encontramos la diferencia entre dos azules que parecen claramente idénticos y que no lo son según la moda. ¿Cuál moda? ¿Qué es demodé? Vístase como quiera mientras se sienta a gusto y no permita que un ridículo pretencioso le diga lo contrario. O, ¿es de las que grabará en su lápida: “Aquí yace la mejor vestida del panteón”?

                ¿Somos lo que leemos y lo educados que estamos? ¿Los que no leen son inferiores a los que sí lo hacen? ¿Los instruidos son mejores? ¿Los ignorantes son menos? ¿Es mejor una persona que lee a Foucault, a uno que lee El Libro Vaquero? ¿De dónde sacan esas ideas retrógradas? ¿Es mejor aquél que sabe inglés, que aquél indígena que sabe español y su lengua materna? ¿Con base a qué nos medimos? Somos algo más que lo que leemos o sabemos, y mientras más leemos, más ignorantes somos, aún más que aquellos que por ignorar lo que sabemos, no se miden con la vara de la suficiencia. Somos más que un poema aprendido de memoria, más que una corriente literaria, más que un título o diploma. Tan dispuestos estamos a medirnos según lo que estudiamos o el conocimiento que tenemos, que olvidamos los esencial. ¿Hay alguna encuesta que indique que los mejor educados viven más y los ignorantes mueren antes? ¿Dónde estamos parados?

                “Gramática lleva acento”. “Hola se escribe con “h”. “No se dice: “ola que ase”. “La ortografía es un reflejo de lo que somos”. “Primero comillas y después punto y seguido”. ¿Es usted la policía de la gramática y ortografía? ¿Se recibió como militar de los acentos? ¿Un acento lo define? ¿Subestima a las personas por cómo escriben? ¿Se siente mejor por saber algunas reglas? ¿Lame el culo de la RAE? Si usted respondió sí, a cualquiera de las preguntas, no se preocupe, puede empeorar y volverse más limitado. Hay un mundo infinito de posibilidades en el mundo real o virtual para exponer su intolerancia. ¿En verdad soy lo que escribo? No pues la chingamos. ¡No! ¿Pues la chingamos? ¿No? ¡Pues la chingamos! No, pues, la chingamos. No pues, la chingamos. Somos más que eso, se lo aseguro; somos más que un punto o dos, pero cerca estamos de ser puntos suspensivos.

                ¿Somos una etiqueta? ¿Por qué queremos? O, ¡porque queremos! A veces, creo que ser tolerantes es más una distopía. La próxima vez, ves, que tratemos de acomodar a las personas en su lugar por su origen, raza, sexo, condición social, vestido, alimentación o acentuación; sujetemos la lengua y seamos felices.

About the author

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Actor de la vida, intérprete de mis sueños, drag queen por terquedad, escritor sin fama, ensayista sin futuro, cuentista a ratos, poeta fracasado, pero principalmente buen hijo, mejor amigo y con fecha de caducidad. Mi espacio personal: http://vampirujeando.blogspot.mx/ , Espacio literario dedicado a la diégesis de la vida y la narrativa vital de cada individuo; la poética urbana y sus personajes citadinos formaran parte de la dramaturgia coloquial; al final las historias metropolitanas serán las protagonistas del cuento de nunca acabar.

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