STAFF/Sebastián López Mendoza – @sebaslmm
En Michoacán, la lengua otomí está al borde de la desaparición: antes de la pandemia se registraban 250 hablantes; hoy, apenas quedan alrededor de 80. Ante esto, comunidades indígenas de la región Oriente han iniciado una resistencia cultural para no dejar morir su identidad.
Durante el evento se explicaron los detalles de la nueva bandera otomí, la cual representa de forma simbólica su cosmovisión, territorio y valores comunitarios. Pedro Baltazar, docente de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán, compartió:
“El azul simboliza el cielo y el manto que nos cubre; el amarillo representa al sol, la luna, las tortillas redondas, y también valores como la humildad y la amistad. El negro evoca la muerte como un paso anhelado y natural hacia otro plano. El centro de la bandera refleja el ciclo de la vida y las estaciones del año, mientras que la flecha en el corazón del diseño proviene del término ‘Topa’ o ‘Tomí’, que significa flechador de pájaros. El verde, por su parte, alude a los cerros y montañas que rodean las siete comunidades otomíes en Michoacán, cuyas formas también se reflejan en la vestimenta de las mujeres”.
Baltazar señaló que esta bandera es una forma de reconectar con sus raíces y revivir elementos que están desapareciendo, como la lengua, la música y la gastronomía. Recordó que antes de la pandemia había 250 hablantes registrados del otomí en la región, y ahora solo quedan alrededor de 80, la mayoría adultos mayores, por lo que el idioma está en riesgo de desaparecer. Aunque la población otomí en el estado se estima en unas 25 mil personas, la lengua se ha ido perdiendo dentro del núcleo familiar; sin embargo, la educación indígena ha buscado fortalecerla desde las aulas y mantenerla viva entre las nuevas generaciones.
Miguel Ángel Esquivel, uno de los participantes, compartió que, si bien son pocos hablantes, ser otomí no solo se define por la lengua, sino también por sus costumbres, vestimenta, gastronomía y forma de vida. Aseguró que se sienten orgullosos de haber superado muchos obstáculos y de que, a pesar de la minoría numérica, su presencia es firme.
“Somos pocos, pero somos muy grandes de corazón”, expresó.
Asimismo, subrayó que muchas veces se sienten poco tomados en cuenta y visibilizados, pero que la lucha continúa.
“El hecho de que seamos cinco no quiere decir que merecemos menos; al contrario, hay que fortalecer a quienes menos tienen”.
Daniel Orozco, Consejero Nacional del Pueblo Otomí por Asamblea, lamentó que en el Plan de Justicia Nacional solo se haya designado un consejero para representar tanto a otomíes como a mazahuas en la región Oriente, lo que deja sin representación directa a muchas comunidades. A pesar de haber sido nombrado por asamblea, su figura no ha sido reconocida oficialmente, lo cual considera injusto y excluyente.
Pedro Baltazar mencionó que la música tradicional también está en peligro, ya que los instrumentos como el violín, el tambor y el tololoche solo los interpretan personas mayores. Por ello, han propuesto un taller de violín con apoyo de la delegada estatal, para formar nuevas generaciones de músicos. Además, destacó el trabajo del colectivo Yavenanzana, conformado por mujeres que rescatan la gastronomía tradicional con ingredientes como hongos, maíz, trigo y quelites.
Finalmente, Juan Luis Sánchez Garduño, presidente del autogobierno de Carpinteros, señaló que el Oriente de Michoacán es un bastión otomí, y que aunque se les considere pocos, su cultura está viva.
“Nos faltaba visibilidad, porque es difícil encajar entre dos culturas predominantes como la purépecha y la mazahua, pero sí estamos vivos, sí estamos creciendo, y tenemos todo lo que los demás pueblos tienen”, concluyó.