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Crónica De Una Sentencia De Muerte: Venir De Colombia A Trabajar Para El CJNG

STAFF/@michangoonga/RED-113

En las sombras del crimen organizado, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) ha perfeccionado una red de engaños y violencia para nutrir sus filas. Jóvenes con sueños de una vida mejor terminan atrapados en un ciclo de amenazas, sometimiento y muerte. Así lo narran tres supuestos sobrevivientes del reclutamiento forzado, quienes lograron escapar de los horrores de los campos de entrenamiento del cártel. Sus testimonios revelan un patrón: falsas promesas, coerción y un destino que, para muchos, es una sentencia de muerte.

Enganchados por la trampa del «buen sueldo»

José Zuleta, uno de los supuestos sobrevivientes, advierte sobre la táctica de reclutamiento del CJNG en Colombia. «Nos prometen un mejor futuro, nos dicen que vamos a trabajar como vigilantes en ranchos y que ganaremos hasta ocho millones de pesos», relata. Las redes sociales son el principal canal de contacto: WhatsApp, Facebook, Snapchat e Instagram se han convertido en trampas digitales donde los reclutadores del cártel operan con total impunidad.

«Lo que les vengo a decir hoy, compañeros, es que no se dejen engañar», insiste José. «Cuando uno quiere salir, lo amenazan con matarlo o con matar a su familia. A mí me dijeron que ya tenían ‘fiscalizados’ (ubicados) a mis seres queridos».

Según su testimonio, uno de los principales operadores de este sistema de reclutamiento es José María Padilla, alias «Cobra Uno», quien supuestamente dirige la base de entrenamiento en un rancho conocido como Las Pilas, en Jalisco.

Un viaje sin regreso a la «Casa de Los Sicarios»

Manuel, otro supuesto sobreviviente, describe el recorrido que siguió antes de caer en las garras del cártel: «Salimos de Medellín a Bogotá y nos llevaron a una casa de seguridad en Normandía. Desde ahí, organizan los vuelos a Cancún y luego nos trasladan a Guadalajara». En Jalisco, la siguiente parada es la llamada «Casa de los Sicarios», en Ciudad Guzmán, donde comienza la pesadilla.

«Apenas llegas, te entregan chaleco, munición y un primer pago de 6 mil pesos. Ya estás en las filas del cártel», explica. Como a muchos otros, lo engañaron con la idea de trabajar en limoneras y aguacateras, pero la realidad fue diferente. Su destino final fue «Las Pilas», un centro de adiestramiento donde se decide el futuro de los reclutados.

Una vez dentro, no hay opción de escape. «Si no cumples, te matan. Siempre estás intimidado. Apenas entras, ya eres parte de la organización, sin derecho a decir no», dice Manuel, quien pasó tres años sometido a las órdenes del CJNG antes de lograr escapar.

Infierno en «Las Pilas»

El testimonio de Andrés Gutiérrez es un relato de horror. «Me dijeron que cuidaría una base en una aguacatera y que ganaría 6 mil pesos. Me ilusioné con un mejor futuro», cuenta. Pero en su recorrido –Neiva, Bogotá, Cancún, Guadalajara, Tuxpan–, su destino quedó sellado en cuanto pisó tierra mexicana.

«Cuando llegamos a la casa, lo primero que hicieron fue darme un fusil. Ya era parte del cártel, sin derecho a decir nada», afirma. «Las Pilas», el supuesto rancho donde se realiza el adiestramiento, no solo es un centro de reclutamiento forzado: es también una zona de tortura, aseguran los testimonios.

«El trato era inhumano, la comida pésima. Pedir agua era un riesgo: vi a gente morir solo por eso», dice Andrés. Las amenazas eran constantes y los castigos inmediatos. «Nos mandaban al frente con gente que no tenía idea de lo que estaba haciendo. Muchos murieron así», recuerda.

Su escape fue un golpe de suerte, pero su mensaje es claro: «A la juventud, les digo que no caigan en las mentiras de este grupo ni del crimen organizado en general. Todo lo que dicen es falso. La mayoría no sobrevive».

No hay camino fácil en el crimen organizado, solo la muerte

Los testimonios de estos supuestos sobrevivientes exponen la estructura del reclutamiento forzado del CJNG, así como los nombres de quienes estarían detrás de esta maquinaria de terror. La supuesta base de entrenamiento en «Las Pilas» sigue operando impunemente, revelaron los supuestos afectados, misma que está ubicada cerca del rancho Izaguirre, otro punto que era zona de reclutamiento del cártel, y ya asegurado por las autoridades.

Mientras tanto, el engaño continúa, viajando por redes sociales y tocando las puertas de quienes buscan una oportunidad. La advertencia es clara para quienes buscan el camino fácil: en el mundo del crimen organizado, no hay salvación, solo amenazas, muerte y la mínima posibilidad de escapar para contar la historia.

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