La tragedia de Godínez (Crónica) // By Camila Cienfuegos
Por Camila Cienfuegos (Peregrina)
Es solo un trámite de rutina –pensó Godinez- mientras llenaba la engorrosa declaración patrimonial que en el mes de mayo de cada año se le pide a todos los burócratas que ostentan una jefatura de departamento o cargo mayor. Pero lo que Godinez no sabía, es que ahora la obligación se extendió a simples burócratas que trabajan por contrato.
8:00 am. Llega Godinez a la calle 20 de noviembre. Ahí, donde antes eran las oficinas de Relaciones Exteriores, se ubica ahora la Contraloría del Estado. Godínez se sorprende al ver que la fila le da la vuelta, con dirección a Serapio Rendón hasta media cuadra. La Contraloría ya la han abierto y la fila se comienza a mover. Sin embargo, a Godinez no le da buen augurio ver a un par de señoras delante de él que llevan pequeñas sillas plegables “o son flojas y mañosas o de plano esto va tardar mucho”.
9:00 am. La mañana amenaza con lluvia, y para Godínez esto apenas está empezando, pero una tamalera le mitiga el hambre con una orden de tamales rojos y verdes acompañados de un atole de chocolate, que sabe todo, menos a chocolate.
9:30 am. Comienza la lluvia pero esta apenas refresca un día que promete ser caluroso. Una señora que está atrás de Godinez lleva un paraguas. Más adelante Godínez entenderá que un paraguas resulta ser casi una herramienta indispensable para ese tipo de contingencias.
9:45 am. Godinez ya está en la esquina con 20 de noviembre. En una hora con 45 minutos avanzó apenas 10 metros, pero la fila ya se detuvo.
10:00 am. A Godinez se le antoja un café, pero sabe que las ganas de ir al baño lo obligarán a abandonar la fila y su cada vez más preciada posición.
11:00 am. El sol ya está radiante pero los burócratas tienen suerte, la sombra les acompaña un buen rato.
11:15 am. Un despistado señor de aproximadamente 65 años de edad se acerca con Godinez para preguntarle qué trámite es el que van a hacer.
– “Es que una señora allá adelante me dijo que todos tenemos que hacer declaración”.
– No, no se preocupe, solo los que trabajamos en gobierno del estado estamos obligados a hacer este trámite –le explica Godinez-.
– Aaaah que bueno. Porque ya ve que este chingado gobierno nomás busca la manera de quitarle a uno sus cosas.
11:30 am. El breve diálogo con el anciano da apertura a charlar con los vecinos de atrás y de delante de la fila.
– “Pero qué lento está esto, yo recuerdo que antes no era así” –dice la señora del paraguas que ahora lo usa para librarse del sol que ya comienza a ganarle terreno a la sombra que los había acompañado por toda la mañana-.
–
El chico que se encuentra delante de Godínez es un trabajador de SEDRU; es más callado y solo acierta a mover la cabeza afirmativamente. Prefiere hacerle más caso a su celular. Godínez en cambio prefiere ahorrar la batería de su IPhone. Apenas intercambia algunos mensajes con amigos y sube al Face la inevitable foto de la larga fila que acompaña con un pie de foto igual de inevitable: “Ps aki casual haciendo trámites, cinco horas más y termino”.
11:45 am. Godinez ya se encuentra frente a las oficinas del Registro Civil. El cansancio comienza a hacer estragos en sus pies y haciendo de lado el orgullo y sin importarle ensuciar su impecable ropa, se sienta en el escalón de cuanta puerta se encuentra.
12:00 pm. Godinez ya se ubica en los umbrales de lo que antaño fue una vieja cantina llamada “La Catrina”. En frente de él está la radiodifusora XEI. La entrada a la Contraloría ya es cosa de 10 metros. Es notoria la presencia de burócratas del Colegio de Bachilleres por la camisa que llevan puesta. También hay mucho policía.
12:30 pm. Godinez por fin ha llegado a la puerta de la Contraloría, pero lejos de contentarse, solo comprueba que apenas ha logrado conquistar la mitad de la larga y lenta fila.
12:45 pm. A lo largo de cuatro horas con 45 minutos, han circulado en automóvil al menos cinco personas amigos o conocidos de Godinez, una de ellas su propia madre que inmediatamente lo reconoce y hace un breve alto para saludar a su hijo.
– ¿Pero qué haces aquí hijo? –le pregunta su progenitora que maneja una camioneta Ford Escape-.
– Es la declaración ma –le responde fastidiado Godinez-.
– ¿Y te falta mucho? ¿Quieres que te traiga algo de comer?
Para no preocupar a su madre, Godinez le dice que es cosa de minutos la espera; aunque intuye que al menos serán cuatro horas.
La madre de Godinez se despide no sin antes reprocharle que todo deje al último. Los compañeros de fila de Godinez apenas ríen discretamente. Ya reincorporado en la fila, el tipo que está delante de Godinez abandona por un momento su celular y le comenta la clásica: “como buenos mexicanos, dejamos todo al último ¿edá?” Godinez solo tuerce la boca a manera de sonrisa.
12:46 pm. Godinez le pide a su compañero de fila, de nombre Federico, que le “aguante el lugar” mientras va al baño. Godinez se mete a las oficinas, en cuyo patio hay una larga fila de burócratas. El ambiente es caótico. El policía de la entrada cuestiona a Godínez y éste le dice que solo va al sanitario, a lo que el vigilante accede. Para su buena suerte, el baño que se ubica en el segundo patio está abierto al público y está limpio. Godinez no tarda. Hace lo suyo y se retira.
13:00 pm. Godinez ya está adentro de las oficinas. Ahora debe esperar a que el policía le entregue una ficha. Un papel de 6 por 6 cm. que tiene el número 288 y abajo una especie de clave que dice 2:45. Godinez supone que es el tiempo que aún le espera para ser atendido.
13:00 la espera se prolonga en la entrada de las oficinas. Muchos burócratas entran con paquetes de declaraciones que incluyen la de sus compañeros de trabajo y de sus jefes, que seguramente tienen las influencias necesarias como para no tener que acudir personalmente a entregarlos. Los comentarios no se hacen esperar: “Así como chingados vamos a avanzar si no paran de atender a estos cabrones influyentes”.
13:30 pm. En la entrada de las oficinas hay letrero que dice “Prohibido entrar con armas”. Godinez cree que ese letrero es para los policías, a quienes parece no importarles. Al menos la mitad de ellos lleva pistola al cinto.
14:00 pm. Godinez ya tiene hambre y le pide a Fede que le vuelva a aguantar su lugar “¿no se te ofrece nada?” Federico solo mueve la cabeza de izquierda a derecha.
14:10 pm. Godinez acude a la Avenida Madero y lo primero que ve son gazpachos. Pide uno solo de piña con mango, el cual se lo venden a 38 pesos y no a 30 por ser “solo de piña con mango”. Godinez piensa que es un descarado robo, pero su estado de ánimo no está para discutir. Recibe el gazpacho que comienza a devorar antes de recibir el cambio.
14:15 pm. Al llegar nuevamente a la Contraloría, Godinez ya ha terminado su gazpacho, y tira el vaso en el cesto de basura, que ya está rebosante de botellas de plástico. De hecho, todo el patio está lleno de basura “vaya gente puerca”, piensa Godinez.
15:00 pm. Godinez ya ha avanzado la mitad de la fila y ve a una señora que revisa documentos “¿Trabaja usted aquí?” –le pregunta-. La señora responde afirmativamente y Godinez le pide que revise sus documentos. La señora de buena gana le revisa y en solo unos segundos le hace algunas observaciones que deben ser corregidas. Godinez se ve obligado a ir por más “formas” para hacer las correcciones y luego sacarles copias.
16:00 pm. Godinez ya está a menos de 10 metros de ser atendido. Está sudando y las piernas le tiemblan pero se niega a sentarse. Siente que ya no podría volver a levantarse. Sus compañeros de fila comentan que solo están atendiendo dos personas y la tardanza se debe a los influyentes y los burócratas que han llenado mal sus formas y las tienen que corregir. “Pero que buena onda que van a atender a todos” –dice la seño del paraguas-.
16:50 pm. Una larga fila de burócratas es invitada a entrar y es trasladada hacia el patio trasero para esperar a que la primera parte finiquite su trámite. Se trata de los que llegaron luego de las 10 de la mañana. Ellos terminaron su trámite a las 11 de la noche.
17:00 pm. ¡Godinez es por fin atendido! El burócrata que le recibe sus documentos lo atiende rápido debido a que hizo las correcciones que la señora le había sugerido.
“Espere en la siguiente ventanilla a que lo llamen para que le den su acuse”, le dice el servidor público.
17:30 pm. Godinez es llamado “¡Sr. Godinez!” Godinez acude rápidamente “fírmele aquí y la fecha acá por favor”. Una vez que pone la firma, se le entrega el anhelado acuse. Godinez lo recibe como cuando recibió su título de abogado, casi con una lagrima.
17:45 pm. Godinez no desea quedarse más tiempo en ese infernal lugar y se retira inmediatamente; siente que si se queda más tiempo, terminará creando un grupo de WhastApp con sus compañeros de fila para luego recordar la amarga anécdota. Camina hacia la Avenida Madero y en un OXXO se introduce para comprar dos cervezas. Su sed la compara con la de un perro callejero. Con desesperación saca los envases del refri y rápidamente se dirige al cajero que está vacío, pero para su mala suerte, se le adelanta un sujeto. Godinez le pide al cielo que no tarde. La mala suerte de Godinez se niega a dejarlo, el gandalla sujeto pide una recarga de 20 pesos y para empeorar las cosas, la señorita del cajero tiene dificultades para entregarle el cambio, ese minuto de tardanza se le hace una eternidad a Godinez.
Pareciera que está condenado a hacer fila tooooooooodo el día.
“¡Pinche malasuerte. Nomás esto me faltaba!”