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Más allá de las expectativas colectivas, la primera visita del presidente Enrique Peña Nieto a Morelia ya era esperada por muchos “fans”, o para estar más a doc con estos tiempos modernos: ‘Peñaliebers’ se dieron cita en el Centro de Convenciones donde se realizó el evento titulado cursi y trivialmente “Por Michoacán Juntos lo Vamos a Lograr”, con cuatro horas de duración.
Más allá del discurso del rescate michoacano con 45 mil millones de pesos de por medio que vino a pronunciar el mandatario nacional, en el detrás de cámaras del evento se pudo constatar que hay tradiciones del añejo pasado que se niegan a morir, como esa costumbre del “besamanos” presidencial.
Y es que al término del evento, empresarios, periodistas, funcionarios y hasta políticos de oposición hacían fila para estrechar la mano del señor presidente, detrás de una valla de cinta, algunos incluso “peleándose” el anhelado estrechón de manos presidencial como la coordinadora de Comunicación Social del gobierno de Michoacán, Guadalupe Santacruz.
Mientras afuera las mentadas de madre de parte de algunos manifestantes pretendían en algo empañar el protocolo, adentro del Centro de Convenciones moreliano todo era aplausos y alegría por parte de los presentes. Cada pausa discursiva de Peña Nieto era aplaudida con enjundia, dejando atrás, en el olvido, el desdén presidencial de no visitar Michoacán más seguido, ni aún en los momentos más difíciles.
El anfitrión el gobernador Fausto Vallejo también recababa carretadas de aplausos. Todo era armonía y sonrisas ante el anuncio de un mejor porvenir para el estado.
El protocolo presidencial dividió a los presentes de manera tal que hasta adelante estaban los empresarios y la clase política, en la parte de enmedio los siempre bien ponderados reporteros nacionales; en tercera sección la gente “común” invitada, esa dósis del llamado “pueblo”, y hasta el último los reporteros locales, encajonados, inmovilizados por el aparato de seguridad.
Terminó su discurso. Peña Nieto se dispuso a abandonar el recinto de una forma espaciada, dejándose apapachar por los presentes, recabando saludos y “fotos pal face”. Un presidente muy accesible sin duda alguna, para aquellos invitados especiales, muchos de los cuáles paradójicamente han contribuido significativamente para hundir al estado, si bien no en materia de inseguridad, sí en la de economía.
Ahí estaban, a la espera de saludar efusivamente al presidente algunos de los otros “dueños” de Michoacán como la familia Ramírez o el empresario dueño de Altozano, Francisco Medina; ex gobernadores priistas como Ausencio Chávez y Víctor Tinoco, líderes locales del PRD como el senador Raúl Morón y el coordinador de la bancada en el Congreso local, Fidel Calderón; y directivos de medios de comunicación como los dueños de La Voz, el Provincia, y CB Televisión.
Así, dejando rostros ilusionados y sonrisas de esperanza, Peña Nieto se fue bajo la promesa de que él sí sacara al buey michoacano de la barranca en que lo hundieron.
El diputado local priista Eduardo Orihuela, visiblemente emocionado ¿o conmocionado?