STAFF/Colab. Especial Eliza Flores
La plaza de Armas, Plaza Benito Juárez y Plaza Melchor Ocampo de la ciudad de Morelia el día de ayer amanecieron con vallas, esto con la finalidad de evitar que la ciudadanía siga permaneciendo en el primer cuadro de la ciudad.
Aquí es donde trabajan más de 20 hombres, padres de familia y abuelitos, los cuales entregan su trabajo a través de la tinta y un cepillo, dejando lustrosos los zapatos de las personas que solicitan una boleada.
En entrevista exclusiva para Changoonga.com el bolero Ramiro Jaramillo nos permitió estar en su área de trabajo, durante más de dos horas que permanecimos en el lugar ninguna persona se acercó a solicitar su servicio.
“Tenemos días sin trabajar, no tenemos ni un cliente, hay días que me llevo 25 pesos en todo el día, otros días no hago ni un servicio; llego a trabajar a las 9 de la mañana y me retiro entre 5 y 6 de la tarde, esperando a ver si agarro al menos dos boleadas”.
Los boleros de la ciudad están organizados, sin embargo al día de hoy su dirigente no ha solicitado ayuda a ninguna esfera gubernamental, “la gente piensa que somos afortunados porque se nos permite trabajar, pero nosotros vivimos del turismo, de los funcionarios y de las personas que trabajan en las oficinas; desde que empezó esto de la contingencia no hay ingresos económicos a nuestras casas”.
El señor Ramiro tiene 16 años trabajando en un banquito en Plaza de Armas, no cuentan con prestaciones laborales, seguros ni sistemas de jubilación. “La cultura de venir al centro a bolearte los zapatos y leer el periódico parece una leyenda del siglo pasado, ahora la gente ya no tiene tiempo para sentarse a bolearse y echarse una platicadita”.
Este sector laboral está trabajando bajo las condiciones impuestas por el H. Ayuntamiento, les han otorgado una pequeña despensa a cada uno de ellos, sin embargo las cuentas siguen corriendo, “hay que pagar la luz, yo vengo a trabajar esperando poder cubrir los gastos de mi casa, pero tú estás viendo, no hay gente; todos los días gasto en mis pasajes, y si bien me va me compro unas galletitas en la noche para echarle algo a la panza”.
Los boleros de la cuidad no se han manifestado hasta el momento solicitando algún tipo de apoyo económico, el señor Ramiro comenta: “Yo quisiera que me trajera costales de zapatos para bolear, las personas que vienen a hacer algún trámite al centro pueden traer sus zapatos y hacer sus cosas mientras nosotros trabajamos, espero que mucha gente lea esto y se dé cuenta que existimos y que queremos trabajar”.
El señor Ramiro y sus compañeros pasan horas esperando tener trabajo, aguardan se acerque algún policía a lustrar sus botas, tal vez que pase un doctor hacia salubridad o alguna mamá dejando los zapatos de sus hijos. Sin embargo la espera continúa y se hacen eternos los días para que se ponga fin a la cuarentena.