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Tan solo entre 2013 y 2015 se tuvo el registro de 29 suicidios de jóvenes utilizando herbicidas, según activistas de La Montaña de Guerrero, quienes además especificaron que luego de esa fecha, dejaron de rastrearse los casos.
La abogada del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, Neil Arias, explica que el producto químico es más potente que un piquete de alacrán o la mordida de una víbora de cascabel, y que el efecto surte en menos de tres horas, cuando para llegar al hospital más cercano se hace más tiempo.
Según lo apunta la abogada, el proceso luego de un envenenamiento consta de varios pasos muy tardados, empezando por que el Ministerio Público debe trasladar el cadáver a la morgue de Chilpancingo, proceso que dura alrededor de 10 horas de viaje, tiempo que las familias no quieren ni pueden esperar.
Debido a lo anterior, la litigante explica que probablemente ocurran más suicidios de los que se tienen conocimiento, pues muchas veces las familias prefieren no reportarlos por los trámites burocráticos que ello implica
Según se sabe, los primeros suicidios registrados en La Montaña de Guerrero fueron de dos mujeres: Florentina de 29 años y Kenia de 25. Le siguieron Rosa de 16 años, Nancy de nueve (hermana de Kenia) y Celso de 14 años.
Con el conocimiento de las muertes, se realizó una asamblea en la que se pidió a los padres esconder el herbicida y que insistieran en que sus hijos no cayeran en el ocio, pero para 2016 Estela de 17 años y Florencio de 25 reactivaron las alertas.
En el caso de las mujeres, la razón principal del suicidio es que resultan embarazadas y sus parejas las rechazan.
El último suicidio del que se conoce, fue de Eufrocina de 14 años, quien bebió herbicida “después de que encontró a su enamorado con otra mujer al interior de su domicilio”.
La comunidad de Zilacayotitlán tiene un panteón desproporcionado a la cantidad de sus habitantes, ya que hay 480 tumbas por sus mil 79 pobladores.