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Qué es mejor: ¿Padres buenos o buenos padres? // By @Siibariita

Liz Gomez 02

Por Liz Gómez

Decidir ser padre o madre claro que conlleva una gran responsabilidad dado que te invita a mejorar como ser humano, responsabilizarte del bienestar físico, emocional, educativo y social de otra persona, y esto último sin duda es un peso que implica compromiso absoluto.

Hacer conciencia que como padres está en sus manos en gran medida la educación emocional de tu hijo/a, es una responsabilidad familiar, pero también social, es tu aportación al mundo, es querer transcender cuando tu como padre ya no estés, dado que en ese hijo/a estará tu mejor legado, más allá de tus logros personales.

Pero justo en esa importancia de tener hijos/as de bien, con valores integrados, comprometidos, con conciencia de sus derechos y obligaciones ¿qué vale más para que lo anterior se logre? Ser padres buenos o buenos padres.

Ser padres buenos implicará “ser la onda para los hijos” “ser los mejores amigos”, y desafortunadamente en muchos casos involucrará la dificultad para comprender que los hijos ya tienen mejores amigos y que además son “la onda”, que lo que verdaderamente requieren con urgencia desde la infancia son ¡PADRES! Que contengan, que pongan límites, que muestren una autoridad conciliadora pero no flexibilidad en exceso.

Ser padres buenos implica educar a los hijos en sus derechos pero no en sus deberes, es tener la voluntad de dar demasiado, y demasiado es una palabra que detona negativismo porque en toda la extensión de la palabra es hablar de que se sobrepasó el límite, demasiado es dar más de lo necesario. Saber que si hoy bebes o comes demasiado más tarde te sentirás fatal, demasiado es un exceso. No poner límites es desarrollar en lo hijos la poca tolerancia a recibir un NO como respuesta, es permitir que te griten, dejar que te exijan y por su supuesto satisfacer sus necesidades de inmediato aun cuando no tengas los medios para solucionarlo, eso sin duda, es demasiado. Es disponer todo su tiempo, dinero y pensamientos en sus hijos olvidándose de ustedes como padres, pareja y como personas que también necesitan. Es darle lo que sea necesario para que no los avergüencen frente a los demás, implica cuidar una pose social, y con ello desarrollar actitudes de egoísmo en los hijos, intolerancia, agresión y crueldad en sus respuestas ante necesidades o demandas de otras personas. Compréndase que la sobreprotección es un símbolo de agresión inconsciente porque implica no permitir que el hijo/a experimente y se equivoque, por el contrario, se pretende evitar que madure sin tener ningún fracaso, y eso jamás será posible.

Ser buenos padres es sí lo contrario a lo anterior, pero es comprender que poner límites es el mayor acto de amor, y dar amor implica por sí solo dar educación en cualquier contexto de la palabra. Es comprender que hay libertad para elegir entre entender una regla de casa y si se rompe tener la capacidad de asumir las consecuencias desde la conciencia, ninguna regla adecuadamente establecida será quebranta inconscientemente, está se habrá roto de forma intencional.

Denle la libertad y confianza a su hijo/a de hacer todo lo que pueda con sus habilidades y capacidades e incluso desde su propio estilo, no como ustedes quieran, solo así podrá explorar hasta dónde puede llegar y sus medios para lograrlo. Hagan que viva las consecuencias de sus actos, tanto buenos como malos, solo así se desarrollará la responsabilidad. Permitan que desarrollen la tolerancia a recibir un NO como respuesta, es decir, no siempre se tienen que dar las cosas en el momento que su hijo/a las requiera, usted es el adulto que debe identificar cuando sí es necesario y cuando no, esa decisión no depende del hijo/a, solo de ese modo ellos comprenderán que habrá oportunidades maravillosas y habrá momentos de frustración donde tendrán que aprender a manejarlo, pero sobre todo, entender que ahí es cuando se está madurando. Finalmente es necesario poner reglas en la casa con sus respectivos beneficios y consecuencias al no cumplirse, y en esas reglas comprenderse que todos los que viven ahí deben de respetarlas, si en casa no existe esto, no esperen que su hijo/a comprenda las que habrá en la escuela, en el trabajo o en la sociedad. Decía Aristóteles, las raíces de la educación son amargas, pero los frutos son dulces.
Nos vemos pronto con más palabras democráticas para el placer y la conciencia.

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