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Entre la legitimidad y la institucionalización

Por Manuel Ochoa

A la política muchas veces se le asocia una connotación negativa, se suele pensar que es sucia, es mala, trae problemas y que hace daño a la sociedad. Sin embargo, la política es el motor estabilizador de la misma sociedad, un método para solucionar conflictos que funciona como un seguro colectivo ante las amenazas de las degeneraciones humanas. El problema viene cuando no todos los órganos de este ente vivo funcionan de la manera correcta. Si los ciudadanos, los funcionarios, los partidos, y la sociedad civil no entienden, comprenden, y ponen en acción su función dentro de la política, entonces el motor no arranca como debería.

Actualmente México cuenta con una democracia electoral, en donde el grueso de los ciudadanos solo se interesa en la política en épocas electorales, van y depositan su voto y sienten que con eso cumplieron su responsabilidad como ciudadanos de un gran país. Pero el ser ciudadano va más allá, para que exista una democracia participativa, característica de la mayoría de los países de primer mundo, es necesario que los ciudadanos actuemos de forma proactiva en las decisiones que se toman en el escenario público.

El quehacer ciudadano implica estar al tanto del acontecer nacional e influir para tener un mejor entorno. Esta participación activa permitirá tener mejores gobiernos, mejores funcionarios, pero sobretodo mejores instituciones. El grado de institucionalización de un país es directamente proporcional a la capacidad para resolver sus problemas y adaptarse al entorno global. Los países que cuentan con un grado bajo de institucionalización basan su vida pública en personajes, lo que es poco eficaz para el desarrollo a largo plazo de un país.

En las últimas décadas México pasó de ser una democracia presidencialista, de un partido hegemónico en el poder, a una con un mapa político de múltiples minorías. Las instituciones mexicanas no han sido capaces de transitar a este ambiente político diverso donde son necesarias otras competencias de liderazgo, negociación y dialogo con y de de los diferentes actores políticos. Las confrontaciones son naturales en cualquier democracia, sin embargo, la construcción que procede a esa confrontación es lo que hace la diferencia entre la legitimación o no de las instituciones públicas.

Las instituciones mexicanas se están oxidando y desgastando, han perdido legitimidad en los últimos años, el IFE es un claro ejemplo de esta cuestión. En sus orígenes el IFE era por y para los ciudadanos, actualmente está controlado por los partidos políticos dominantes, haciendo y deshaciendo normas y reglas hacia sus propios intereses, cuando las reformas realizadas deberían estar enfocadas al beneficio de los ciudadanos.

Mucho trabajo por hacer en México para que pasemos a ser una democracia participativa, donde la política no solo se le deje a los políticos, sino que le toque a cada ciudadano construir políticamente un mejor entorno social, en donde todos vivamos y disfrutemos de sus beneficios, pero también seamos conscientes de las responsabilidades que conlleva.

Les dejo esta frase de Gael García Bernal para su reflexión “La democracia no se práctica cada seis años, se práctica cada día”.

Twitter: @ManuelOchoa_

amanuelochoa@gmail.com

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