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De la expropiación de PEMEX o la profecía apocalíptica

Por Alberto Luquín

Nacido en Hidalgo del Parral, Chihuahua, en 1979, actualmente es pasante de la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UMSNH y tiene estudios en Filosofía por la UAQ y diversos diplomados, talleres y seminarios auspiciados por el INBA, CONACULTA e instancias estatales queretanas. Freelance, se ocupa generalmente en proyectos de consultoría educativa y pensamiento crítico. Tiene obra publicada por el ITESMCQ y Arte-Diem y ha participado en revistas filosóficas y literarias.
Nacido en Hidalgo del Parral, Chihuahua, en 1979, actualmente es pasante de la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UMSNH y tiene estudios en Filosofía por la UAQ y diversos diplomados, talleres y seminarios auspiciados por el INBA, CONACULTA e instancias estatales queretanas. Freelance, se ocupa generalmente en proyectos de consultoría educativa y pensamiento crítico. Tiene obra publicada por el ITESMCQ y Arte-Diem y ha participado en revistas filosóficas y literarias. Cortina de humo será una columna de crítica política, abordando desde un enfoque escéptico y de pensamiento crítico los rumores, hoaxes y cuestiones parecidas que circulan en la red.

El nuevo spot del PT contra la reforma energética hace gala de una producción lamentable.  Más divertido es su texto: el encadenamiento de  lugares comunes  que profetizan ruina, muerte y destrucción para el país y el llamamiento a evitar la aniquilación uniéndose a la “defensa del petróleo”. No diré que se trata de un texto imaginativo: vaticinar desastres tiene poco de novedoso, sobre todo en estos días.

Desde niño siempre he escuchado la misma historia sobre cómo en tiempos del presidente Cárdenas el petróleo se nacionalizó y  un grupúsculo anónimo de malvados burgueses  extranjeros pretenden, desde entonces, arrebatarnos su propiedad para sumirnos en la esclavitud. Siempre me provocó el mismo cansancio y sensación de absurdo que los honores a la bandera de los lunes, con su correspondiente asoleada.

 Por alguna razón, la segunda parte del relato me recuerda a la eterna promesa del fundamentalismo cristiano: el Apocalipsis, como la temida privatización del petróleo o el eterno levantamiento popular contra la injusticia, es algo que siempre está por ocurrir y simplemente no llega. Hasta tiene algo de su dimensión mítica: la expropiación petrolera es uno de los pilares fundacionales de la historia escrita por el PRI.

Entiendo que la reforma energética propone la participación de la iniciativa privada en la paraestatal más importante del país, PEMEX. Esto no es lo mismo que privatizar: lo que la reforma pretende hacer no es lo que, en su momento, ocurrió con TELMEX. La reforma energética no propone la venta de la empresa al capital privado ni su cotización en bolsa.

Como ejemplo de por qué la reforma no debe pasar, la chairiza gusta de repetir hasta el cansancio el aparente éxito de PDVSA. Como suele ocurrir, las cosas no son como nos dicen por Facebook, Twitter o Youtube. PDVSA es, en su totalidad, propiedad del estado venezolano, pero opera en asociación con empresas privadas. Algo semejante ocurre con Petrobras.

En cuanto al paraíso que para muchos representa la gasolina barata en Venezuela, no está de más anotar que su bajo costo se debe a elevados subsidios que provocan pérdidas anuales hasta por 6000 millones de dólares. Y, en términos generales, la enorme capacidad de PDVSA ha sido capaz de amortiguar la debacle económica provocada por el chavismo, más no de detenerla.

Eso me recuerda cómo, hace algunos ayeres, un presidente mexicano prometió defender al peso como un perro y decidió mantener  artificialmente los altos precios del petróleo mientras bajaban en el resto del mundo. El resultado fue el desastre ochentero: devaluación, inflación, carestía, cierre de mercados. Quienes pasamos de los 30 lo recordamos bastante bien.

Posdata: En Cuba, donde todo es propiedad del Estado, las empresas más exitosas deben su crecimiento a la asociación con capital privado extranjero. Incluso un sector tan representativo como el tabacalero no está totalmente en manos del pueblo: el 50% de Habanos SA pertenece a la francohispana Altadis, que a su vez pertenece a la inglesa Imperial Tobacco. Me gustaría ver la cara de El Che si lo supiera. Lástima que se murió.

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