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Política Entre Líneas…Del Cuac-Cuac Al Narco-Corrido

¿En qué momento la niñez cambió su inocencia por hacer una apología de la violencia admirando la narcocultura?

By: Estrellita Fuentes Nava

Este domingo pasado, mientras hacía mis compras en el mercado Independencia en la ciudad de Morelia, un puesto de jugos tenía encendida una bocina a todo volumen con una canción de “El Pato Juan y las Ardillas Cristianas”, que se titula “Obedece a tu Papá”. Tres niños regordetes entre unos cinco y siete años brincaban adentro del local cantando, aplaudiendo e imitando el “cuac-cuac” del Pato; parecían felices y desbordaban inocencia. Me detuve enternecida a contemplar la escena. después seguí mi paso, y repentinamente ya a mis espaldas cambió el track de la música aquella; era un narco-corrido. Decía algo como que era el señor mero-mero, y que “chingaran a su madre todos”. Me quedé en shock. ¿En qué momento pasé de la escena uno de la edad de la inocencia a la escena dos, la narcocultura y la apología de la violencia? Pues esa es la realidad de nuestros niños en México.

cortesía RTVE

Posteriormente, fui al supermercado, y cuando se supondría que debemos guardar la sana distancia, una señora con dos carritos atestados de mercancía y un niño de unos siete años, casi me atropellaban en la caja registradora por la impaciencia, y empezaron a amontonar sus cosas casi encima de las mías para presionarme. Mi reacción natural fue decir en silencio: -¿Qué le pasa?-, y me molestó su actitud, aceleré mi pago, recogí mis cosas y me moví de ahí, pero miré de reojo el piso y el chiquillo aquel había dejado botado a los pies de la cajera un envase de un yogurt que se bebió. No sé si lo habían pagado o no, pero me quedé sorprendida por los modales que le está enseñando la mujer a su hijo.

Mi reflexión en torno a estos dos episodios es la siguiente: mucho se habla de la importancia de la cultura y la educación como los ejes clave para el desarrollo de las sociedades, y más en el caso de México. Pero, ¿qué tan abiertos estamos para empaparnos de ello, y mejor aún, para actuar en consecuencia? Porque me queda claro que las normas de convivencia están puestas y son clarísimas desde los albores de la humanidad, pero pareciera que se elige actuar en el día a día en automático, sin reflexionar, sin consciencia, inmersos en lo que se conoce como la “cultura del agandalle”.

Mucho nos quejamos de nuestros políticos, de la corrupción, de la basura, de la violencia, de los narcos, de los gandules, pero nunca nos señalamos a nosotros mismos. Queremos y exigimos políticos incólumes, prístinos, cuando en realidad salen de nuestras propias filas como sociedad, y son un reflejo claro de lo que somos en realidad. Porque si hoy hay niños que son entrenados en el manejo de armas para formar filas ya sea de las guardias comunitarias o del narcotráfico; o niñas que son vendidas y explotadas sexualmente, es porque hay un mercado consumidor para todo ello.

Nuestro código cultural como país está asociado a la violencia, a la muerte, al despojo y requiere de un esfuerzo colosal invertir el sentido. ¿Es un derrotero pedido? Con el paso del tiempo lo sabremos. Lo que sí, es que de alguna manera los ciclos de la historia nos han demostrado que las grandes crisis resetean a las sociedades.

La cultura está siempre ahí, dispuesta, latente, sublime y generosa; colada en todas partes, pero si el alma colectiva está cerrada a la posibilidad de absorberla, poco puede hacer el gobierno para que ello cambie y se queda solo como una idea romántica o un discurso más.

Ojalá que estos tiempos tan difíciles que vivimos ahora nos muevan en algo para abrazar estas vías de la cultura y la educación de manera total. Realmente lo necesitamos…

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