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Relatos de noches sin luna: Tu Gato y Yo

Escribe Héctor Medina

Hola, seré breve:

Son las siete treinta y el sol ya se encuentra molestando a las personas que salen presurosas para llegar a tiempo a sus trabajos. La cafetera está vacía y no pienso preparar café. Hace mucho que no disfruto beberlo, me produce una ansiedad de ti.

Y mucho más porque la almohada me prohibió seguir pensando en ti, ya no soporta el insomnio ni las interminables vueltas sobre la cama. Eres inevitable.

El café pude dejarlo, el cigarro casi, el licor “JAMÁS LO DEJARÉ”, pero tú sigues rondando en mis recuerdos.

Sé que estás lejos, muy distante de mis brazos, de esta habitación que aún extraña el perfume de tu piel y ese cabello enmarañado que mostrabas al despertar. También sé que pronto abandonarás otro hotel de alguna ciudad lejana, quizá en Bagdad, Beijing o en alguna otra ciudad de nombre raro. Saliste en busca de aventuras, dijiste que te sentías presa, que este edificio era una jaula de oro y que deseabas aprovechar tu juventud, vivir tus sueños y conocer más personas. Que siempre has sido un alma libre y conmigo no sabías nada concreto acerca de tu futuro, a pesar de que te propuse matrimonio y que te prometí tantas cosas. El anillo se fugó por el excusado y quizá ahora se encuentre atorado en alguna alcantarilla a kilómetros de aquí.

Somos conceptos diferentes, los más sanos, los más impuros, almas que nunca debieron cruzarse, pero el destino suele ser cruel y fatal para algunos.

Fue mejor que te marcharas: es lo que me digo cada que veo tu foto que aún cuelga sobre la pared. Y así fue que te largaste sin decirme adiós ni darme el último beso, aprovechaste que yo dormía profundamente, para evitar que mi llanto te convenciera de quedarte; para que no te arrepintieras, ni dudaras de tu decisión.

No llorarías frente a mí, ni te mostrarías débil, no tendrías que despedirte. Fue mejor para ti dejar marcado en el espejo un: “te ira mejor sin mi” en un abundante rojo carmín.

Mentiría si digo que ya no pienso en ti, aún te sueño y golpeo las paredes con rabia cada que te recuerdo. Haz dejado un libro interno que adquiere nuevas oraciones y capítulos en con cada puesta de sol. También dejaste un gato que me hace estornudar y limpiar más de la cuenta. Hoy que ha salido a coquetear con las gatas vecinas inspirado bajo la luz de luna y que me ha dejado solo, he aprovechado para escribirte sin que sepa que lo hice.

Si esta carta regresa a mí por no encontrar su destino te recordaré en silencio, en una de pocas noches sin maullidos, en una noche sin gato -ojalá ya no regrese-.

Me encuentro en línea y tontamente espero recibir algún mensaje tuyo, porque sé que no has cambiado tu viejo número telefónico, ese que me brindaste aquella tarde lejana cuando te conocí.

Sigo esperando, día con día alguna señal de vida, algún emoji o sticker, una palabra tuya que me agite el corazón.

La tinta comienza a secarse, siempre sucede con nosotros los de la vieja escuela, con los románticos empedernidos cuando se escriben más de tres estupideces por línea. Pero no por eso dejaré de hacerlo. Bueno, sólo por hoy lo intenté.

Deseo que en donde estés la vida te trate según el ánimo con el que despiertes. Piensa en mí, aunque sea solo un poquito.

Me gustaría quererte más para que me quisieras menos.

Sinceramente: El tipo que odia a tu gato.

*Héctor Manuel Medina es músico, escritor, cantautor y un enamorado empedernido de la luna.

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