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En Loco Tidiano… Epifanías en el cuarto de baño


By: Rosío Morelos


Nos movemos a un ritmo que tiende a la aceleración: Las jornadas laborales son cada vez más extensas, los trayectos más largos y las horas libres cada vez más escasas. Por si fuera poco se tienen que atender varios menesteres propios de la sobrevivencia: comer, dormir, asearse, abastecerse de insumos, lavar, limpiar, cocinar (los que todavía lo hacen), realizar pagos, dedicar tiempo a la pareja, a los hijos y/o los amigos. Pareciera tanto lo que hay que hacer y tan poco tiempo para realizarlo que la situación me recuerda a una canción de Chava Flores a propósito del rendimiento:
“Mira Bartola, ahí te dejo esos dos pesos,
pagas la renta, el teléfono y la luz,
de lo que sobre, coge de ahí para tu gasto,
guárdame el resto para echarme mi alipús”…

A pesar de la rapidez con la que el tiempo se nos escapa de las manos, siempre podemos contar con unos minutos al día en un espacio dedicado enteramente a nosotros, una trinchera personal en donde podemos consentirnos: el famoso cuarto del “trono”.
Las visitas al “tocador” a veces son la única alternativa que nos queda para la reflexión y a veces hasta el esparcimiento. Hay quien utiliza este tiempo para fumar sentado en la taza (aunque también hay quien se anima a echarse un cigarrito incluso mientras se baña), otros hacen gala de sus dotes artísticos al cantar en la regadera, bailar en el espejo o actuar con los productos de limpieza, y algunos más gustan de leer (para un lector aguerrido y a falta de libro o celular a veces bastan las etiquetas de los champús).
Sentarse en el escusado es un acto reflexivo que requiere de concentración y autocontrol, y el estar ahí no solo nos ayuda a desalojar el estrés (junto con otras cosas igual de desagradables), sino que es un espacio donde fluyen las ideas y logramos ver la realidad desde una perspectiva que no habíamos contemplado (a veces eso nos lleva a unir las piezas de nuestros rompecabezas).
Cuenta la leyenda que cuando Arquímedes entró en la tina de baño, imaginó cómo resolver el problema de la autenticidad de la corona de oro, y tal fue la emoción de su brillante epifanía que salió desnudo por las calles de Siracusa gritando “Eureka” (lo he encontrado). No cabe duda que éste es un claro ejemplo de las virtudes que acarrea visitar el sanitario.
Acudir al baño es un ejercicio sano (no solo para mantener limpio el cuerpo y desalojadas las cavidades del organismo), a veces puede significar la diferencia entre hacer o no alguna tontería: ¿Qué sería de una persona al borde de una explosión emocional si no hubiera cantado en la regadera antes de salir a trabajar con su autoritario y nefasto jefe?, ¿qué pasaría si alguien en estado de ebriedad no se hubiera tomado un respiro para meditar sus actos en el inodoro?
Por eso vale la pena tomarse la actividad con calma, al fin y al cabo son pocos los espacios donde podemos ser tan conscientes de nuestra propia humanidad, donde podemos pensar con mayor claridad los problemas que nos aquejan e incluso donde puede aflorar de manera súbita la inspiración.
Luz Rosío Morelos. Egresada de Letras, distraída de oficio, afecta a no dar explicaciones.

 

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