Discursos, relatos y como hacernos tontos // By Luis Fabián Fuentes Cortés
Por Luis Fabián Fuentes Cortés
Hay en Fanas, de la Clepsidra cerca,
Una raza pérfida de lenguaraces,
Que vendimian, siembran y hacen cosecha
Con su lengua y también recogen higos.
Bárbaros de nación, los Gorgias y los Filipos.
– Aristófanes –
En la antigua Grecia existía un grupo de pseudofilósofos conocidos como sofistas. Para ellos el convencer, persuadir a alguien acerca de una idea o de una acción era más importante que la realidad misma. Cobraban a los niños para educarlos en el arte del discurso, retórica, arte en el cual eran expertos. Estaban convencidos del lenguaje como elemento central del mundo. Las palabras antecedían a los hechos y, si la persona estaba convencida del discurso, este se convertía en realidad. Hasta que un tal Sócrates llegó rompiendo hocicos, al más puro estilo de Bruce Lee en cualquiera de sus películas, y los expuso como charlatanes y mercenarios que solo atendían a su ego, sus necesidades económicas y su autosatisfacción sin importarles la ética y que la realidad existe independientemente del lenguaje y del observador.
Cuando uno es niño, se creé muchas cosas: Los Reyes Magos, el Coco, la Llorona, la Justicia por medio de las instituciones, que el PRI ya cambió, que el PAN representa a la derecha moderna y que son el partido más honesto del mundo, que el PRD y MORENA son partidos de izquierda. Bueno, con asegunes, hay panistas que no saben ni qué es la derecha y PRDistas y MORENitos que no saben con cual mano saludar a la bandera. Incluso hay personas que piensan que la existencia de elecciones por mayoría es sinónimo de democracia. Personas que consideran a Maussan un investigador serio. Los que leyeron caballo de Troya y piensan que el cuento de J.J. Benítez es real.
Horóscopos, amuletos, brujería y sígale contando. Pasa la infancia fisiológica, le dan a uno una credencial de elector, se titula de la universidad y sigue creyendo esos cuentos. Hay algunos que no se los creen, le mienten al mundo acerca de sus afiliaciones cuando en realidad solo quieren hueso, sentirse parte de un proyecto, o que sus amigos no los miren feo.
Uno fácilmente podría culpar a las personas que creen todos estos cuentos. Tacharlos de analfabetas, ignorantes o convenencieros. Pero no. Los discursos tienen un cierto encanto, son formulados para ser creídos. Solo necesitan un auditorio adecuado. Por ejemplo, personas que se sienten víctimas, en estado de soledad, deprimidas, insatisfechas… o sea, casi todos. Lo primero que requiere un discurso es ser escuchado. Un público predispuesto y sin voluntad, que se encuentre a la deriva, y que se deje llevar. Debe ser un público que además se encuentre en un polo: sus problemas son totalmente culpa suya o todo es culpa de los demás. No hay posibilidades en el intermedio, porque en ese intermedio se encuentra la totalidad. La vista parcial o polarizada favorece al discurso.
Y aquí, una vez que existe el público, solo falta quien levante el discurso y así aparecen los sofistas modernos: los nuevos profesionales del discurso, los que se ocupan del bello arte de las palabras y que van a venir a relativizar el mundo. Revise la lista de profesiones actuales y se dará cuenta de que el sofista es real: Mercadólogos, Comunicólogos y Diseñadores para empezar. Ellos son los que tratan de darle forma y buscar los medios para que el discurso llegue al auditorio objetivo. Pero nos faltan los encargados de darle contenido al discurso y aquí entran periodistas, psicólogos, lectores profesionales de obras Filosóficas (afortunadamente, los filósofos son otra cosa y la mayoría no ha pasado por las facultades de Filosofía), politólogos, los cuales son casi siempre asesores de nuestros amados políticos y son escribas de los líderes de los partidos, esos tipos que agitan el puño desde el pulpito diciendo que en el burdel de enfrente todos se venden, pero que en el suyo hay dos por uno en cervezas la noche del martes y el miércoles las fichas cuestan la mitad.
¿Qué no se supone que la escuela debería educarnos para que no nos vean la cara? La educación en el contexto actual no está formulada con ese objetivo. Si así fuera, no existirían carreras para sofistas modernos. La escuela estaría creada para formar a tipos como Sócrates, que pongan en evidencia a los sofistas, que muestren que la clave no es el lenguaje, no es el discurso y que enfrenten el relativismo corriente de nuestros tiempos. Quizá algún día el tipo anciano que caminaba por las calles de la antigua Grecia vuelva a moverse entre nosotros y no seamos solo seguidores de un discurso, sino de la realidad concreta.
Como apunte: Ya sé que no les gusta leer, pero hagan tiempo y revisen esa tarea pérdida de la prepa, busquen en los Diálogos de Platón el de Gorgias.