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Magufos y recursos públicos // By Luis Fabián Fuentes Cortés

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Por Luis Fabián Fuentes Cortés

Hace algunos años, en un artículo titulado Ciencia, pseudociencia y divulgación, Francisco Blanco Ramos, un profesor de Física de la Universidad Complutense de España se quejaba de la facilidad con que los magufos y charlatanes encontraban audiencia en los medios y apoyo de las autoridades, mientras que los científicos con dificultad encontraban foros que les permitan presentar al público sus descubrimientos.

Desde los años sesenta, con la oleada hippie y del New Age, prácticas como el Reiki, la apertura de Chakras, el Feng Shui, la Dianética, el biomagnétismo, la piramidología, el examen del aura y hasta la Homepatía encontraron espacios donde colarse y presentarse a la sociedad como terapias alternativas e incluso superiores a la medicina convencional. Con el tiempo, no solo se ha demostrado que eran una tomada de pelo donde los gurús, guías, líderes y maestros iluminados sacaban excelentes tajadas económicas de los buenos creyentes que pagaban el precio, no solo económico, sino también en su salud, ya que algunos abandonaban sus tratamientos médicos para ponerse en manos de los milagrosos charlatanes, seres de luz que traían conocimiento no colonizado, carente de influencias occidentales, pero a precios propios del capitalismo. Aquella primera oleada fue derrotada, al irse demostrando que eran un fraude y que el único milagro era la cantidad de tontejos que pagaron por participar en esas tomadas de pelo. Aparentemente, los practicantes de esas artes mitológicas quedaron desterrados a puestos de mercado, junto a las señoras que hacen amarres, limpias y leen las cartas.

Llego el siglo XXI y el posmodernismo se puso de moda en las academias. Junto a él, la corrección política como forma de validar el conocimiento. Esto implicaba que si un saber o creencia pertenecía a un pueblo oprimido, por el solo hecho de ser oprimido, dicha creencia, sin importar si correspondía con la realidad, debería ser tomada como cierta al mismo nivel o por encima de la ciencia convencional. Como consecuencia, rituales de corte indígena, practicas medievales y orientales regresaron mágicamente de entre los muertos, tomados de la mano de niños clase medieros estudiantes de humanidades preocupados por rescatar rituales milenarios, excepto las guerras floridas ya que esas no eran chidas y mostraban a nuestros gloriosos ancestros como seres sedientos de sangre y eso no es cool.

De esta manera, volvieron a ponerse de moda las magufadas del New Age sesentero acompañadas de nuevas tomadas de pelo a las cuales se les colgaba un adjetivo que las hiciera políticamente correctas: Ahora, a usted le pueden leer su futuro feminista, hacerle una limpia invocando un dios purepecha o utilizar las bioenergías de la pachamama. Como al posmodernismo no le interesa la historia, por ser solo un metarrelato, entonces nadie aprendió de ella. Un ejemplo de esta corrección política y falta de análisis histórico lo encontramos en las llamadas flores de la abundancia, donde la sororidad es el discurso que logró que las ya desterradas pirámides financieras volvieran de su sepultura pero con una onda de discurso pseudo-feminista, aunque los viejos fraudes se destapan de a poco, no importa cuántos discursos les pongan encima para disfrazarlos.

Y de ser los oprimidos, repentinamente, los practicantes de estas artes y rituales encontraron foros y financiamientos fáciles por parte de empresas que se llevan su buena tajada del mundo de la explotación capitalista y hasta de los gobiernos que tienen a su cargo la vigilancia del sistema. Para muestra, el hospital homeopático nacional, Jaime Maussan y sus extraterrestres en el congreso, las ferias alternativas o el Festival Ser Infinito patrocinado por el Ayuntamiento de Morelia.

No solo es un asunto de inocentes tipos dando conferencias sobre el buen ondismo. No es solo Jodorowsky haciendo psicomagia para víctimas de violación y leyendo el tarot para sus taimados lectores. O Chopra, explicándole al Godínez de la oficina del ayuntamiento que su torta fue contaminada con Salmonela por efectos del destino y que podría curarse con pensamientos positivos. Es un regreso a las practicas oscurantistas donde no nos interesa que algo sea cierto, sino políticamente correcto y que además suene poéticamente efectivo, reducción a asuntos de lenguaje.

Me pregunto si la Cruz Roja, ahora que tiene a bien patrocinar el Festival Ser Infinito, también tratará a los atropellados con Flores de Bach, o si en los consultorios de la Benemérita institución se le recomendara a los pacientes realinear sus Chakras o someterse a una terapia de Reiki para aliviar sus dolencias.

“Ese cuadro de deshidratación pudo haber sido evitado con pensamientos positivos, vea nada más de qué color trae el aura, enfermera: póngale dos ramas de incienso y una de canela a este paciente y evite que tenga pensamientos negativos mientras yo busco qué onda con el pasado extraterrestre de esta persona y quito los imanes del refri”.

Decía el profesor Blanco, al cual citábamos al comienzo de este texto:

Para un político la palabra “cultura” (lo mismo que para un periodista o cualquier otro ciudadano) suena a pintura, cine, teatro, espectáculo, … Si soy un poeta puedo permitirme no saber si está más lejos la luna o el sol. Si soy un científico me llamarán ignorante por no haber leído a Calderón de la Barca.

Para “los medios de comunicación” el “problema parece resuelto: basta encontrar al especialista. Pero… ¿quién es el especialista? ¿será el prestigioso homeópata Dr. Trólez?, ¿o tal vez algún anónimo, despeinado y mal pagado investigador?. ¿Cómo se sabe quién es el verdadero especialista y quién el charlatán?” Si “algo suelen tener en común los pseudocientíficos, es una excelente “puesta en escena” y un arsenal de explicaciones más o menos misteriosas sobre su supuesto saber (incluyendo todo tipo de vocablos de apariencia técnica como ondas, energías, campos magnéticos, …). El distinguir qué son conocimientos científicos y qué son afirmaciones sin fundamento requiere un mínimo de preparación, y ésta no debería faltarle (…) al ciudadano medio de un país moderno.

… Se trata de entender cómo sabe” algo “la ciencia. Se trata de distinguir entre lo que es un razonamiento y lo que sólo es una creencia. Se trata de distinguir entre la fiabilidad de una afirmación porque la haga alguna “autoridad”, y la fiabilidad de algo porque puede comprobarse. (…) Pero hay un problema, “el pensamiento crítico requiere mucha madurez, y por ello (…) es esencial una permanente labor de divulgación y concienciación que actualmente es muy escasa (…) En qué consisten esa “educación” y “divulgación” (…) en explicar qué es eso de la ciencia y cuál es su método: la búsqueda de la verdad desde la razón y el juicio crítico.

Obviamente, en los esquemas actuales, de educación bancaria, donde solo se trata de saber cosas sin tener la capacidad de encajarlas con el mundo real, sin una valoración crítica de lo que se lee, sino donde solo se apela a las falacias de autoridad o culturales, donde solo se educa a operarios y donde tenemos gente con posgrado en áreas de ciencias que cree que sus emociones afectan la materia o que hace limpias y lee futuros feministas o que cree que los ciclos de la luna afectan su menstruación o que practica el Reiki, estamos muy lejos de lograr un cambio. Se requiere una reforma educativa que no solo sea administrativa, como la que se ha manejado en los últimos años, sino de fondo.

Pero, es evidente que a los que dirigen el sistema les conviene seguir enlatando investigadores que hagan tesis donde validen rituales por corrección política antes que la búsqueda de la verdad y el destape de los charlatanes. Este tipo de formas educativas y de desarrollo académico solo benefician a un Estado que lo que menos requiere es pensamiento crítico, para ellos es mejor la corrección política sin compromisos y con harto dinero de los pichones incautos como adorno si es posible.

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