Tierra Caliente: fuego a dos frentes // By @Ruy_Carreno
Por Ruy Carreño
In memoriam del Profesor Joaquín Real Toledo (Ajuchitlán del Progreso), José Eutimio Tinoco “el Rey de las Tortillas” (Arcelia), Juan Valenzuela “el Yelo” (Coyuca de Catalán) y decenas de personas más, muertas y desaparecidas a manos de canallas (México).
Cómo abordar éstas líneas sin la tristeza de saberse masacrado o desaparecido, como decirlo sin el temor de ser silenciado por una ojiva asesina disparada por cobardes; más de pronto llega la rabia, el coraje de saberse traicionado por un gobierno corrompido por el crimen organizado; un crimen que lo mismo secuestra, acecina y desaparece personas u organiza una feria con gallos y carreras de caballo de la mano de algún Presidente Municipal (le compran la plaza, murmullan las voces, a fin de no ser escuchadas).
Nadie se atreve a cuestionar por miedo; la vida, la esperanza (eterna llama), es más importante; nadie se atreve a denunciar, porque hacerlo sería acudir a la guarida del lobo, con la fundada certeza de ser devorado y silenciado. En la Tierra Caliente de Michoacán a Guerrero, como en buena parte de nuestro país, no hay un enemigo común, sino dos: Crimen Organizado y Gobierno.
Por ello tanto usted como yo -personas comunes-, nos enfrentamos a un fuego a dos frentes; por un lado, vivimos bajo la amenaza de una Hidra de Lerna cada vez más incontrolable y voraz; los agentes del crimen se ostentan con todo el poderío que les otorgan las armas, arropados por la impunidad, generada por la falta de resultados en las investigaciones; para extorsionar, intimidar, secuestrar y matar gente; mira que sacar a cinco maestros de su salón de clases a plena luz del día, nos da para pensar en la ausencia o nulidad del poder estatal, cuyo monopolio es la fuerza, a fin cumplir con su deber de brindar seguridad a las y los gobernados.
Por otro lado, nos enfrentamos a la falta de certidumbre y confianza en nuestras instituciones (en todos sus ámbitos, no sólo ministerial y de justicia), las cuales “actúan” en contubernio con el crimen; el gobierno peca de soberbio al poner en duda la veracidad de las víctimas y ofendidos, con ello, lo único que busca es ocultar el fracaso institucional, en base a la mentira.
Ante tal panorama, vuelve otra vez el choque entre la rabia y la tristeza, la vergüenza institucional, que daña de manera retrograda a todo el tejido social. Yo conocí a Juan “el Yelo”, y seguramente usted conocí a alguno de los miles de desaparecidos de este país, por ello, por la dignidad y el honor de nuestras familias debemos actuar, ¡cambiar este puto país es posible! El cambio no sólo es político, cada uno de nosotros tiene el deber de asumir el papel que le corresponde.