¿Podemos?// By @indiehalda
Por Oscar Hernández
La semana pasada, ante la avalancha de comentarios sobre la visita presidencial a tierras británicas, un buen amigo escribió en Twitter “Los ingleses bien orgullosos de su reina, de su país, con todo y sus defectos… y los mexas (…) echando caca nomás porque se puede”. Su comentario dio pie a una breve pero reveladora charla sobre lo reaccionario que son nuestros connacionales, y cómo hacemos y decimos barbaridades simplemente “porque se puede”.
Usted elija una nota cualquiera que involucre a la figura o la familia presidencial y dese gusto con el rosario de insultos que los usuarios le propinan a los mencionados. No sé si en dicho ejercicio encuentran consuelo, sentido de comunidad o hasta nacionalismo, pero en un país donde el grueso de la clase media se siente experta en cualquier tema de actualidad, el insulto se hace omnipresente.
A la opinión pública nacional se le hace muy fácil lapidar cualquier idea o persona que no comulgue con su percepción de las cosas, sin tomar prisioneros. Eres chairo o peñabot, mirrey o chaka, recatada o zorra, Aristegui o Televiso. La sociedad es ciega a todos los colores porque es más fácil aventar la piedra cuando algo es totalmente blanco o negro, sin matices.
Una sociedad donde todo se permite ha creado un gobierno donde todo se permite: usted puede ser un alcalde que gane más que el presidente, organizar fiestas millonarias “pagadas por amigos”, aspirar a un puesto legislativo sin conocimientos de leyes y su creación y meter a toda su parentela en la nómina del estado prácticamente sin consecuencias. Una voz se levanta aquí, otra más allá. Después, el silencio cómplice.
Pasamos más tiempo expresando nuestro malestar que haciendo algo por aliviarlo, como si un dolor de cabeza se nos quitara hablando sobre él. Hablamos de los carísimos vestidos de la primera dama, de la enorme comitiva acompañante del preciso, de la pompa y circunstancia de la recepción, de trivialidades. Para cuando debemos llegar a la parte relevante del tema –la importancia de la visita y los resultados de la misma- estamos ya tan hartos de nimiedades que pasamos a otra cosa. Y las críticas se vuelven discurso vacío.
Esta forma de agotar el debate social nos ha hecho mucho más daño del que percibimos, atorándonos de forma irremediable en la forma. Y todo porque podemos.
Podemos. Es el nombre del partido que está ascendiendo en todas las encuestas de intención del voto en España, a tan sólo un par de años de su creación. Aquí no hemos logrado deshacernos del nocivo paternalismo príista impuesto durante décadas. Cantamos “Gimme the power” de Molotov, mientras seguimos dándole poder al poder. La libertad de la que gozamos la desperdiciamos en cantar canciones y verter veneno en aquellos que “nos oprimen”.
Si queremos cambiar algo, debemos empezar por la forma en la que queremos cambiarlo, que no ha evolucionado. Seguimos esperando al salvador, al gobierno renovador, al golazo al ángulo en tiempo de compensación que nos dé el triunfo, a que las veladoras prendidas al santo de nuestra devoción nos regalen el favor de su gracia. Esperamos que el cambio venga de un agente exterior, y -aunque suene a curso de superación barato- el cambio siempre viene de adentro.
No hagamos las cosas porque “podemos”. No desilusionemos 3 milenios de evolución humana sólo porque tenemos una computadora y alguien en algún lado dijo una tontería, porque es costumbre o resulta lo más sencillo. Procuremos dejar huella como individuos y como miembros de la colectividad: aportemos, construyamos… llevamos demasiado haciendo lo contrario.
Estamos como país ante una disyuntiva histórica: dar el paso hacia una sociedad participativa o confirmar a los que opinan que seguimos siendo una república bananera.
Usted querido lector ¿Puede o no puede?
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