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Una cervecita pa’l susto: apuntes michoacanos desde la capital/ By @indiehalda

Por Oscar Hernández

Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental.  Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse. A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.
Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental. Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse.
A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.

Fue el 17 de junio cuando Fausto, al regresar de su enésimo chequeo médico, se reunió con Enrique Peña Nieto. Una reunión casual, donde los ojitos de borrego a medio morir del entonces mandatario michoacano reflejaban el eterno idilio entre él y el gobierno federal.

Un par de días después, ya con la ridiculez de su renuncia vía Twitter y su posterior presentación al Congreso, se soltó la primera bomba: los indicios de una supuesta reunión entre Rodrigo Vallejo y “La Tuta”, ese mítico personaje mezcla entre Robin Hood e Idi Amin. Imágenes borrosas y un montón de cejas levantadas, la cosa se ponía interesante.

Fue hasta esta semana que por fin las imágenes que no decían nada se convirtieron en palabras que lo dijeron todo. Un Rodrigo bonachón, con un agudo síndrome de Estocolmo, charlaba relajado -cerveza de por medio- con un Servando Gómez también relajado, en una plática mucho más propia de un par de viejos conocidos que de un hombre con sus captores.

Lo dicho: el video no convierte al retoño Vallejo en un criminal de facto. Ahora vendrá una “exhaustiva” investigación donde el estado demostrará que “nadie está por encima de la ley” y que en Michoacán existe un profundo “respeto a las instituciones”. En pocas palabras, puede que el video no provoque nada y las aguas se mantengan como hasta ahora: quietas, empantanadas.

Una sociedad progresiva se construye a través de honestidad, de la aceptación de que el poder no hace infalible a la gente y que cualquier indicio -por menor que parezca- de que el poder ha sido corrompido debe ser eliminado de forma inmediata, y castigado de forma ejemplar. Si, Rodrigo no es un criminal por sentarse a beber con el capo más buscado de Michoacán, ¿pero cómo confiar en la capacidad de su padre una vez que esto salió a la luz?

A Fausto lo espera el retiro en la ignominia, el tener que lidiar con la debacle de una carrera que, aunque pequeña, fue relevante. Ahora, la opinión sobre él de muchos -michoacanos o no- es la de un hombre marchito, obsesionado con el poder, servil… triste epílogo para un buen hombre.

¿Qué sigue? ¿Qué nos falta para dar el primer paso y comenzar a eliminar el estigma de ignorancia, de estancamiento, de franco deterioro que se percibe de Michoacán?

Primero: dar un cierre definitivo no sólo al gobierno Faustista, también urge sacar los trapos sucios de Godoy y Cárdenas Batel, mucho se habla de nexos con el narcotráfico cuando hay multitud de empleados del gobiernos con las manos sucias de corrupción (el mando policiaco evidenciado por la gente de changoonga es un ejemplo claro). Castigo ejemplar, por lo menos.

Segundo: tomar las riendas del estado. Castillo ve a la entidad como el patio de juegos prestado por su fiel camarada del copete, pues su currículum no nos arroja ninguna luz sobre sus capacidades de manejo de crisis, mucho menos de estrategia de desarrollo y crecimiento. Tomar el toro por los cuernos, pero que las manos sean michoacanas.

Tercero: crear el ambiente propicio para elecciones lo más limpias posibles. Si el miedo se mantiene como la constante para el 2015 el estado estará condenado a contar con un dirigente surgido de la manipulación de la población. Eso no nos separaría mucho del México de inicios del siglo XX.

Cuarto: ponerse a trabajar. Los 3 pasos anteriores son apenas el camino a seguir para darle un poquito de coherencia a la casa. Quedará un largo, larguísimo camino por recorrer.

En las opiniones de michoacanos y no michoacanos que he podido recabar en últimos días se nota que en Michoacán se viven 2 realidades: la del progreso “evidenciado” porque ya hay Starbucks, cines en 4D y restaurantes de cadena, y la del terrible deterioro en la calidad de vida de grandes trozos de la población: sin empleo, sin oportunidades de desarrollo empresarial, sin crecimiento en el campo, sin futuro.

La sociedad michoacana enfrenta un reto enorme pero no imposible. Si no se empieza a trabajar YA en él, estamos destinados a convertirnos en Rodrigo, platicando en santa paz con los ladrones, sonriendo y hablando de todo.

Y, cómo no, tomándonos una cervecita pa’l susto.

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