Tragicómicas II
Por Alberto Luquín
Y después de la influenza, El Chapo. Y, poco después, El Chayo. El curioso mundo del narcotráfico, lleno de apodos ridículos y personajes siniestros, se convirtió por algunas semanas en nuestro circo atroz. Que conste en actas: no me inclino hacia el reduccionismo chairo que pretende ver en todo acontecimiento un revival del pan y circo romanos, pues éstos eran derechos exclusivos de los ciudadanos y paradójicos factores de democratización.
Si hablo de circo es en los términos de la gramática que nosotros mismos, auditorio ávido de novedades, hemos impuesto: de la burla a la indignación (real o fingida), entre marchas y contramarchas, pasamos días sin hablar de otra cosa. En el reino de la opinión, el imperio del mame, los medios –incluso los malamente llamados “alternativos”- responden a nuestra curiosidad y nos venden el producto que tanto requerimos.
Para la presente administración, tanto la captura de uno como la muerte del otro representan éxitos dignos de ser anunciados con exceso, aunque en términos prácticos sólo implican un reacomodo de la jerarquía. Son golpes contra el poco prestigio que le queda al gobierno panista: la captura del capo que escapó durante la presidencia de Vicente Fox para convertirse en una figura reconocida y poderosa y la prueba de que la “guerra frontal contra el narco” de Calderón consistió, más que nada, en disparar sin investigar.
Pero no es esto lo que me interesa. Lo verdaderamente divertido, para mí, fue la insistencia en negar los acontecimientos. Todo empezó cuando un papanatas, @Fafhoo, difundió como cierta una nota del sitio satírico huzlers.com acerca de un falso Chapo detenido injustamente y terminó cuando otro papanatas, Álvaro Cueva, troleó de manera épica a nuestros siempre bien informados revolucionarios de Facebook. Por cierto, cuando pregunté a Fafhoo por qué actuaba de forma tan deshonesta, respondió con un “no eres nadie” y me bloqueó. La falsa noticia corrió, y se amplificó, entre retweets y shares.
Muchos lectores, como siempre, se apresuraron a emitir ciberjuicios cargados de ciberindignación sin haber leído más que el titular o, en el mejor de los casos, sin revisar la fuente. Los medios tradicionales no fueron ajenos a esto: algunos periódicos cayeron y no faltó quien publicara infografías comparativas entre las fotografías actuales del personaje y las obtenidas durante su reclusión anterior, acompañadas por cintillos suspicaces, al mejor estilo de la escuela periodística inaugurada por Jaime Maussán.
El engaño, como esas imágenes donde Gene Simmons supuestamente condena al PRI por haber cancelado el H&H Fest, se volvió autoengaño y pasó a formar parte de ese curioso ejercicio de doublethink y wishful thinking que ha caracterizado a cierto sector de la oposición. En la última escena del sainete, el dizque crítico de televisión escribió una elaboradísima teoría conspirativa rematada, en letras pequeñas, por un certero comentario: en medio de la polarización hay quien ha terminado por encerrarse en una burbuja donde sólo ve aquello que contribuye a su ideología, no importando si coincide o no con la realidad. La columna tuvo una amplia difusión, pero mutilada a propósito o, nuevamente, por efectos de su incompleta lectura. Como colofón, que no podía faltar, hubo quien afirmó que la captura del narcotraficante era una cortina de humo para subir el precio del limón, aun cuando la escasez se relaciona, más bien, con la presencia del dragón amarillo y la difícil circunstancia de los citricultores michoacanos.
En un capítulo de Futurama, Bender es atacado por un auto-lobo. Mientras los protagonistas interrogan a un robot, ironizan sobre sus supersticiosas respuestas. El robot, indignado, replica: “yo voy a creer lo que fui programado para creer”. Está de más, espero, decir a quiénes me recuerda.
Posdata 1: Curiosamente, en México tenemos a la mano la solución al problema de los limoneros: una variedad genéticamente modificada para resistir al dragón amarillo. Mientras Greenpeace y su ejército de fundambientalistas no se enteren…
Posdata 2: Sobre los grupos de autodefensa, sólo puedo decir una cosa: “Quis custodiet ipsos custodes?”.
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