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El mal del efecto cucaracha/ By @berenjenableu

Por Dulce Barajas

A Dulce le ha tocado trabajar en medios de comunicación de la ciudad y actualmente estudia una maestría relacionada a la política.Un Bolillo Pa'l Susto es una crítica a la política y al entorno social de Michoacán, desde una perspectiva joven, clasemediera y no ordinaria.
A Dulce le ha tocado trabajar en medios de comunicación de la ciudad y actualmente estudia una maestría relacionada a la política.Un Bolillo Pa’l Susto es una crítica a la política y al entorno social de Michoacán, desde una perspectiva joven, clasemediera y no ordinaria.

La estrategia de seguridad implementada por la Federación sin duda ha logrado algunos avances, varias detenciones de delincuentes de mandos medios y bajos así como la de un par de cabecillas, aunado a la aparente reactivación en forma paulatina de la actividad económica en varias partes de la región de Tierra Caliente.

No obstante parece que esta ‘estrategia’ no lo es tanto ya que no se ha previsto una arista del fenómeno de violencia por el que pasa Michoacán, bastante importante y a todas luces previsible: ‘El efecto cucaracha’.

Este efecto traslada no sólo a grupos delincuenciales a otras partes del estado fuera de la focalizada presencia de las fuerzas de seguridad del Estado y de lo que parece ser el apoyo vital de estas –la organización de los grupos de autodefensas- sino que se llevan consigo el terror a distintos sitios  de la geografía michoacana que si bien ya habían experimentado el tener que lidiar con la acción de las bandas criminales no a las actuales magnitudes.

A esto se suma el continuo ejercicio de prácticas de tortura por parte de los policías federales a civiles cuyo ‘delito’ es tener un físico sospechoso, lo cual tan sólo evidencia la ya reiterada falta de labores de inteligencia que va más allá del impasse acontecido entre el comisionado para la seguridad –o como a mí me gusta decirle: el Gobernador Federal de Michoacán-, Alfredo Castillo Cervantes, con “El Abuelo”, un integrante clave en el manejo de las operaciones del Cártel Nueva Generación en Jalisco.

No sólo se acumulan las historias de aquellos que han sido llevados a los hoteles donde se hospedan los policías federales que aunque no deban nada son sometidos a castigos terribles para comprobar si pertenecen o no a algún grupo criminal, sino que ahora también abundan los relatos de las familias que en la locura de los operativos y persecuciones enfrentan el horror de quienes irrumpen en sus casas de madrugada para buscar un refugio, echando mano de amenazas y amagos para obtener su silencio, como en el caso de Ario de Rosales donde con la llegada de las autodefensas al municipio vecino de La Huacana se convirtió en el nuevo nido de los delincuentes que huían.

De igual forma, si ya han erradicado el cobro del derecho de piso en la región de Tierra Caliente, estas agrupaciones criminales no enfrentan una reducción a sus ingresos sino que estos son compensados con insostenibles extorsiones en el Oriente del estado e incluso en la capital michoacana, que como es lógico golpean de lleno a los eslabones más débiles de los poderes del Estado, quienes se encuentran entre la espada y la pared, pues ¿cómo justificar ante las instancias fiscalizadoras este déficit o cómo negarse a ‘cooperar’ con quienes con la mano en la cintura pueden hacer daño a sus familias y habitantes de sus localidades?

Es importante que como ciudadanos tomemos conciencia de esta delicada situación, pues se precisa una urgente integración de medidas para hacer frente también al ‘efecto cucaracha’ y no dejarnos llevar por los anuncios triunfalistas de las autoridades que ocultan este lamentable fenómeno.

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