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Con cariño por favor…

Por Luis Fabián Fuentes Cortés

Sus manos se movían como si toda su vida se hubiera dedicado a ello, lo cual contrastaba con la frialdad de su mirada y de su actitud.

– Por favor… que sea más suave… es que son cosas delicadas…

Él solo encontró la otra mirada y sin decir palabra continuó con la tarea, aunque se suponía que debía ser gentil y amable, se comportaba como una bestia.

– Ahí no, es que me da pena… huele feo y…

Una vez más, las miradas se encontraron, él hizo caso omiso, y sin mediar palabra la mano entro en contacto con el látex y después con la humedad… entonces su cara cambió, se desencajó…

Una de las mejores cosas de ser estudiante foráneo es viajar, aunque sea, en mi caso, en corto a visitar a mi familia. Entre viajes de práctica, visitas o estancias de investigación o simplemente vagancia, se hace por lo menos un viaje al semestre. Los viajes con trayectos superiores a una hora en autobús dan múltiples oportunidades de añadir algo a nuestro viaje. Desde socializar con tu compañero de asiento, escribir, meditar sobre tonterías profundamente cotidianas, pensar en cómo salvar al mundo, dormir, escuchar música o simplemente, ver el paisaje, el cual, como apunte, es bellísimo en Michoacán en esta época del año, especialmente la sierra.

Sin embargo, el viajar de esta manera tiene un pequeño inconveniente. No, no son las aglomeraciones en la central camionera. No es viajar cerca de la mamá inepta que lleva al niño inquieto y gritón. Ni siquiera es el incomible sándwich con refresco tibio y galletas rancias. Es el proceso incomodo de revisión al momento de abordar el autobús. No es nada cómodo que revisen en forma minuciosa tus cosas. Además, no todos acostumbramos viajar con armas en la mochila. Si traes una laptop, es evidente que no piensas asaltar el autobús ¿Quién en su sano juicio llevaría una lap a una operación criminal?

Creo que en la central de Morelia este proceso no es tan manchado. Pero hay ciertas ciudades donde la revisión es prácticamente una humillación. Uno de estos lugares es la ciudad de Querétaro. Ahí sufrí tres incidentes relacionados con el registro de mi equipaje. La primera vez sacaron todo lo que traía en la mochila, libretas, calculadora, la computadora, y un multimetro (si no saben que es un multimetro, hay una imagen por aquí). Primero, el tipo encargado de la revisión dijo que la mochila era muy grande y la quería poner abajo, obviamente me opuse, un equipo de computo es muy delicado como para que viaje con cosas encima o tenga riesgo de golpes. Al tipo no le pareció y decidió que el multimetro no subía ya que, según él, las puntas de metal podrían servir como arma para amenazar o asaltar a alguno de los pasajeros. Cuando llegué a mi destino, el multimetro no llegó, se quedo en algún insospechado lugar. Como tenía un costo de aproximadamente cien pesos, no hice dramas y asumí la pérdida. Pero bien dicen, las cosas no se olvidan. La segunda vez fue una navaja suiza, la situación fue la misma. Mi navaja nunca volvió a mí.

La tercera ocasión, mi viaje a Querétaro tenía un doble propósito. De trabajo y de placer, este último de tipo carnal. Así que cumplí con ambos asuntos. Solo que al terminar con el segundo asunto, hubo un problema para desechar el condón, mejor conocido como la zapatilla de cristal de nuestros tiempos, ya que bailas y bailas con él un rato y luego lo tiras con la onda de que, si la princesa no se dio cuenta de con quién bailó toda la noche, pueda ir al siguiente día por todo el reino midiéndolo a los distintos hombres con los cuales pudo haber bailado y encontrar a su princeso azul… volviendo a la historia, al terminar con mi segundo asunto, resulta que mi anfitriona no tenía un depósito de basura, tampoco quería que lo arrojara al baño, por riesgo de taparlo… al no  encontrar una solución inmediata y como además tenía prisa por salir, lo único que atiné fue poner el condón usado entre mi ropa interior sucia y salir corriendo a la central.

Al llegar, corrí a la fila de abordaje y fue hasta que llegué que recordé el registro exhaustivo de mi amigo seguridad privada de la central de Querétaro. Parecía que no había tenido un buen día y revisaba todo en forma brusca.

– Puede hacerlo más suave… es que las cosas son delicadas…

Solo me miró y continuó con su tarea.

– Esa bolsa no, tiene ropa sucia y huele mal…

Fue inútil, el tipo metió la mano de golpe en forma desmesurada y extrajo el látex con todo y contenido llenándose los dedos…Silencio incomodo… En un primer instante, la pena me invadió, pero recordé mi multimetro y mi navaja suiza y dije “merecido lo tienes ojete” y me reí a carcajada suelta, el tipo seguía con la cara desencajada. La señora formada detrás de mi murmuró: “muchacho cochino”. El guardia por fin reaccionó y arrojó el condón a la basura.

– ¡Súbete con tu chingadera!

Subí con una sonrisa radiante de oreja a oreja. Me recosté y dormí como un inocente hijo de la tiznada. No he vuelto a Querétaro, pero me da gusto haber dejado un recuerdo  grato en la memoria de un habitante de esa hermosa ciudad.

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Nací en Zamora el primero de enero de 1982. Diría que soy el típico capricornio, pero no creo en tonterías. Mi vida académica me ha llevado a varias partes del país: Guadalajara, Querétaro, la Ciudad de México, Guanajuato, Salamanca y Morelia. Estudié Ingeniería en Industrias Alimentarias en el Tecnológico de Zamora, la maestría en Ingeniería Mecánica en la UMSNH, institución donde actualmente estudio el doctorado en Ingeniería Química. Profesionalmente, he sido consultor de algunas empresas y docente. Estoy casado con la ciencia y la tecnología, pero me gusta ser infiel y a veces me escapo y le pongo el cuerno con la música, la poesía y la Filosofía. En ocasiones he sido activista político, cuando la causa me convence, afortunadamente mi disciplina y ética no me da para pertenecer a ningún partido político.

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