Soy prófugo de la injusticia/ by @loralach
Por Loralach
Lo feisbukeó un amigo entrañable cuando le tocó huir de un par de asaltantes, policías, quienes abusaron de su poder para poder bajarle una lana y un ipad. Historia que nos suena trillada y aun así nos suena impresionante.
Caminaba por la calle en una de las colonias con más vida; antros, restaurantes, moteles, peatones incansables. De repente, se le aparecieron dos polis, pidiéndole les diera todo lo que traía – una lana y un ipad – lo detuvieron y le hicieron sacar su dinero y el aparato tan codiciado por los amantes de la globalización y de lo ajeno.
Muestra su ipad, el cual lo arrebatan y lo guardan en una mochila, al mismo tiempo que sus instintos le expresaron: ¡ni madres! Con un ímpetu saltado de su inconsciente, arrebató la mochila y salió corriendo como pudo, tanto fue el temor o la impertinencia, que su cuerpo con la fuerte ayuda de la adrenalina lo hicieron correr calles y calles hasta que se sintió a salvo y dejó atrás a esos dos policías que lo querían asaltar.
A unas cuadras, otra dos personas terminaban una cena; pidieron la cuenta para regresar a casa caminando. De pronto, un tipo bajo, regordete, con una pistola que hasta pudiera parecer de juguete, los alcanza, y con voz temerosa, les susurra: ¡a ver, cabrón, esto es un asalto! Tan gastada es su frase, que pareciera venida de una película barata, que hace que el momento pareciera una simple broma; pero no fue así.
Expone el arma de fuego que aún se cuestiona si fue de juguete; amenaza temblorosamente con arrebatar dos vidas si no son entregados los objetos de valor; los minutos parecen segundos y cuando recapacitan, este hijo de puta, sale caminando tranquilamente con cartera y celular ajeno.
Corren a pedir ayuda, un policía con motocicleta y las luces apagadas, se encuentra a unos metros, tratando de ser invisible. Le claman ayuda y se arranca buscando a sus compañeros. Regresa con refuerzos –jajaja, verdaderamente de película de ficción- ¡Suban a la patrulla, vamos a buscarlo! Luego de una hora, que se fulminó en unos cuantos segundos, se dan por vencidos, pues es real, esa persona jamás será encontrada.
Pensando en lo sucedido, los elementos de inseguridad preguntan con mucha curiosidad el valor de lo robado, mientras que en su supuesta búsqueda realmente evitan a toda costa encontrar a aquél asaltante amateur que amenazó y amedrentó con matar a quien se impusiera, por unos cuantos billetes. Seguramente les pasará la mochada más tarde.
Y como estas historias miles, y como estas personas cientos de miles, que con clara impotencia mitigan el miedo de experiencias tan comunes agradeciendo no ser malheridos y resultando vivos a tales circunstancias.
Me dueles, México. Porque pese a la lucha constante contra la rutina mortífera, no es parte de los planes vivir en el miedo a cada paso que tus habitantes caminan.
La pobreza, marginación, desesperación y hasta el bombardeo de la globalización, ha tocado y descarado los más bajos instintos que llevan a nuestros hermanos a propagar miedo, arrancar vidas y correr prófugos de in-justicias por aquello de que perseguir la chuleta o tener una vida sencilla.
“Él no lo mató, fue la misma sociedad y el medio en el que se desarrolló.”
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