De todos modos Juan te llamas @LoRaLach
Por Loralach
El malinchismo en nuestro país está a la orden del día y es una batalla que está en constante lucha a niveles que no digerimos. Desde los apodos como el negro, el perro (por prieto y feo), olmeca (por cabezón), etc; hasta la designación que le damos a la gente dependiendo de la procedencia geográfica. “¡Ah! Seguro ese es oaxaqueño” (por prieto, chaparro y nalgón)… “¡Ah!, la tapatía”; y no digamos cuando hablan de la gente del norte: “Allá está rebonita la gente, ¿eda?, todos güeritos y de ojo verde”… Por mezclas y licuados de genes que definitivamente no son de oriundos.
Estamos jodidos. Pocos somos los que portamos orgullosamente la insignia del ser mexicano. Seguro que muchos estarán pensando: “Nel, ¡claro que lo soy!” Pero es cuando surge la pregunta introspectiva y honesta de qué implica serlo y si realmente lo somos.
Somos mexicanos cuando de borrachotes, alegres, parranderos, bailadores, cálidos (y calientes), albureros, peleoneros, majaderos, etc. se trata. Sin embargo, este emblema del mexicano muchas veces lo portamos individualmente, pese a que la palabra misma engloba una identidad jurídica, pero sobre todo social.
Pero si hablamos del trato entre nosotros mismos en algún momento o muchos, sea el caso, actuamos discriminatoriamente frente a una persona y/o situación; característica que nos ha sido heredada desde los tiempos de la conquista. Desde hace chingocientos de años venimos cargando la maleta pesada de aquella masacre que al final termina de aligerarse en las líneas de los textos de historia.
Ya sea por las características físicas o forma de vida, origen étnico, condición social, sexo, edad, condición económica, de salud, de lengua, religión, preferencia sexual, estado civil, manifestamos un cierto desdén frente a ciertas personas o situaciones que nos son diferentes o que por nuestra misma forma de vida nos hacen sentir incómodos.
Una encuesta que realizó la CONAPRED (Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación) en el 2010 dentro del país, arroja resultados donde la riqueza y la homosexualidad son algunos de los temas que más generan discriminación en México, mientras 4 de 10 personas opinan que a la gente se le trata de forma distinta según su tono de piel. La encuesta manifiesta la tendencia de la gente a identificarse con tonos de piel clara.
Habiendo tanta chulada de maíz prieto donde quiera que caminamos, caray. Tenemos un concepto erróneo sobre la belleza del mexicano, sobre nuestra patria. Profesamos un malinchismo que se refleja desde insignificantes cosas para algunos de nosotros, como el uso del maquillaje, tinte -un rubio cenizo para verme güerita cuando mi cabello es netamente negro y mi tono de piel moreno-. Hasta manifestaciones más severas y situaciones con las que nos topamos en los lugares a los que acudimos, estudiamos o trabajamos.
Tan fácil como aplicar la frase: “no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan” y luchemos contra todo aquello que nos haga sentirnos diferentes, somos hermanos y nos llaman mexicanos, no me canso de decirlo, somos mexicanos.
Porque la próxima vez que veamos un morenaz@ podamos expresar: ¡Ay Papantla! Tus hijos vuelan… ¿no? Pos de todos modos Juan te llamas, guaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!
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