Los tiempos que corren (tropezándose) // By @indiehalda
Por Oscar Hernández
A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.
México, D.F. Miércoles 29 de octubre de 2014
5:45 am.En el cuarto día de tener nuevo inquilino en casa descubro que el despertador se ha vuelto un artículo innecesario: el reloj biológico de Gazpacho es de exactitud de relojería suiza. Algo tiene el despertarse antes de que amanezca que me deja creer que seré el dueño de todo lo que pase en el día, aunque la vida insista en contrariarme tan pronto salgo de casa.
7.50 am. Tráfico de Constituyentes, mientras el noticiero nos resume en los titulares periodísticos la cruda realidad nacional: el petróleo que sigue bajando, las cuentas que no cuadran, bajamos 3 o 4 puestos en la lista de esto o aquello, las recomendaciones internacionales que nos dicen “podrías estarlo haciendo mejor”, y la cereza del pastel de los medios del último mes: Ayotzinapa.
Hay algo en cómo los medios nos hablan de este tema que habla mucho de nuestra sed de información, sin importar qué tan a favor o en contra del sistema estemos: nos encanta el manejo dramático y telenovelesco de las notas. Estamos ávidos de la declaración conmovedora, el discurso “que llegue”, el llanto y el grito desesperado, el drama.
8.30 am. Toca subir a Conscripto, tomando la ruta de Bosques de las Lomas -el “penthouse de la realidad” como lo llama Enrique Galván Ochoa- y me adentro en un México idílico: limpio, verde, gente corriendo con sus mascotas, carros de lujo, prosperidad. Resulta difícil asimilar que detrás de estos cerros está el México que sobrevive: al hambre, al empleo mal pagado, al político voraz y el líder charro, a sus propios vicios que se resisten a morir por mucha desintoxicación que se haga.
El noticiero sigue en el radio: el delegado de Cuajimalpa insiste en su inocencia ante las acusaciones de violentar el trabajo periodístico de SinEmbargo, uno de los más influyentes portales de noticias del país. Delegado y procurador capitalino debaten sobre qué debe hacerse, mientras un Alejandro Páez Varela –director de contenidos del sitio- escucha incrédulo cómo en este país hay que seguir las formas para obtener resultados, que llegan tarde y nada solucionan. Ley que es letra muerta.
3.00 pm. Tiempo para leer cualquier cosa después de la comida. Abro un artículo sobre curiosidades de la línea Yamanote, el circuito de tren urbano que rodea el palacio imperial en Tokio. Un dato me llama la atención: su oficina de objetos perdidos, donde igual se encuentra uno sombrillas que maletines con dinero, en la línea de metro que transporta por sí sola a más gente que todo el sistema de metro de Nueva York. Lo hace un pueblo que soportó 2 bombas atómicas, destrozado hace apenas 60 años, y que hoy no sabe cómo frenar la deflación y evitar que sus ciudadanos dejen de tener hijos. Un país con 7 millones de habitantes más que México. Moraleja: el problema con este bonito país no es la cantidad, sino la calidad de su gente.
5.40 pm. Paseo el dedo con pereza por el Facebook y me detengo en una noticia con el morbo de quien ve un atropellado: la cancelación de Here Comes Honey Boo Boo, el enésimo reality -éste sobre la vida de una estrella infantil de concursos de belleza- por presuntas agresiones sexuales de parte del padre. De eso se trata el “entretenimiento” de hoy: la sobreproducción de la vida diaria de hombres y mujeres ávidos de convertirse en objetos. Por estos días se anuncia con bombo y platillo el estreno de oootro reality que disecciona el acontecer de las parejas de los “rockstars” mexicanos: vacío maquillado, bien vestido y listo para el set. Se graba en 3,2,1…
8.00 pm. Revolución y Churubusco, tráfico nocturno de vuelta a casa. Un individuo esquiva mi auto desinteresado, un tubo metálico en mano. Todo ocurre de pronto: el tubo directo a la cabeza de otro chico que le huía, un policía y alguien más sometiendo a los involucrados, miradas curiosas que se multiplican, todo el teatro a un cofre automotriz de distancia. En la radio José Luis Trueba platica sobre su último libro mientras y apunta “En el género de zombies, el villano no es el zombie como tal: es la deshumanización ante la tragedia, cuando los sobrevivientes se vuelven gandallas” Asiento con tristeza: El verdadero monstruo en esta película de terror llamada México es el que se siente perseguido por el verdugo, no el verdugo mismo.
La entrevista con Trueba de tan amena me invita a subirle el volumen. “Hace algunas décadas el sexo era un tabú y se hablaba de la muerte con naturalidad, hoy pasa lo contrario”. Aun cuando los periódicos y noticieros gotean sangre, la muerte sigue siendo un tema incómodo, por más que en estas fechas nos burlemos de ella. Corremos, tomamos agua natural, dejamos el cigarro y el alcohol y hacemos marchas por los desaparecidos porque en el fondo nos aterra la muerte, dejar la certidumbre de respirar, despedirnos de la oportunidad de trascender.
9.00 pm. Un presidente con la cara del que ha tenido un pésimo día sale a dar el mensaje que todos esperábamos, de tan obvio: los estudiantes son nuestra prioridad, todos los esfuerzos y recursos, tope hasta donde tope. Demacrado, igual que el país que gobierna.
Las redes sociales se dicen hastiadas, iracundas, con la facilidad que representa el expresarse a través de un teclado. En Morelia todo es flores para Bunbury y Calamaro, hoy se olvidaron rápido de los normalistas que al cobijo de un gobierno lerdo hacen lo que se les antoja a plena luz del día. Hoy hay música, mañana se vuelve a la realidad: nadie hace nada por detener la caída en picada de un estado hermoso y herido de muerte.
10.15 pm. Aviento con desgano la pelota a PenPen y Gazpacho, mientras ambos corren y se pelean por la poca atención que le doy al momento. Hoy muchos hablan del peor día de México como nación en muchos años. Para mí fue un miércoles cualquiera: reí, me preocupé, manejé más de lo que me hubiera gustado, fui testigo de una ciudad convulsa y de un país que parece obligarse a sentirse harto, pero que vive tan confortable que no está dispuesto a cambiar nada.
Hace 30 años, Michael J. Fox nos prometió un 2015 de patinetas antigravitacionales, energías limpias y publicidad tridimensional. No sé ustedes, pero este futuro me está quedando a deber.
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