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“Este año hice lo que nunca pensé que la vida me exigiría, la pandemia por COVID me puso en serios aprietos, las piezas que realizó tuve que venderlas en menos del 50% de su valor para poder alimentar a mi familia y sobrevivir, así tenemos varios meses y esta catrina que estoy haciendo es para participar en el concurso y ver si me gano el premio” comentó Noé Jacobo, un artesano alfarero de la tenencia de Capula, quien no ha dejado de buscar el sustento para los suyos. Piezas que en el mercado sin intermediarios tienen un costo de mil ochocientos pesos, esta pandemia lo orilló a venderlas hasta en seiscientos pesos.
Las ventas que tenían se vieron afectadas en un cien por ciento durante más de cuatro meses, con la apertura de los mercados la venta de sus productos comenzó a moverse, pero no tienen más de un mes y medio que reactivaron el horno para comenzar a fabricar sus catrinas. La crisis de este año ha sido tan fuerte para la familia de Noé que los obligó a dejar el taller en el que ya tenían algún tiempo trabajando y tuvieron que pedir apoyo a la familia de su esposa.
“Este año no habrá Feria de la Catrina, no habrá entrada de dinero para nosotros como estamos acostumbrados, trabajamos con mi esposa Guadalupe solo para poder darle de comer a nuestro hijo Fernando, cada año en esta temporada sólo en el puesto de la feria vendo más de 60 piezas, en este 2020 el número se reduce a cero, por lo que participaremos en el concurso en dos categorías, una de barro natural y otra de miniatura, espero que logremos ganar alguno de los premios para agarrar un poco de dinero” comenta Noé con los ojos brillosos.
El ánimo de la familia a pesar de tener tristeza en su tono de voz y en sus semblantes dicen no dejarse doblar y luchar como sea para salir adelante, por lo que trabajan con mucha dedicación en las piezas que someterán a concurso, “ganar el premio este año será muy complicado, todos los talleres están fabricando piezas y todos tenemos la esperanza de llevarnos un premio, este año seguramente se verán trabajos extraordinarios” comenta Noé mientras le da forma a un jarrón de barro que es del tamaño de su mano.
Fernando es su hijo, un pequeño que se la pasa observando trabajar a sus padres, le gusta jugar con el barro, como si fuera plastilina, llena el molde de una catrina pequeña con barro natural, lo abre y se lo muestra a su padre, quien le da instrucciones de volverlo a hacer porque la figura no es correcta.
A su corta edad Fernando ya comprendió el problema económico que sufre su comunidad y está aprendiendo a moldear catrinas para sustentarse económicamente, “estoy aprendiendo a hacer catrinas porque las quiero vender para comprarme lo que se me antoje y no estar pidiéndoles a mis papás porque sé que no hay dinero”, comentó Fernando mientras caminaba hacia el local donde su padre tuvo que malbaratar su trabajo.
Las Catrinas De Frida Kahlo De Capula Se Hacen A Cuatro Manos
Guadalupe Arroyo es esposa de Noé, entre los dos trabajan para darle forma a las catrinas que venden para alimentar a su hijo. El trabajo de ambos es reconocido ya que Noé fue el primer alfarero de Capula en trabajar con el barro pintado, sin embargo, esto lo ha enfrentado a retos en su comunidad, por ejemplo, hasta el momento no existe una categoría para su trabajo. Las ventajas de esto es que solo ellos trabajan con diez colores de barro diferentes, cosa que ningún otro artesano ha logrado en la localidad.
Guadalupe aprendió el arte de la alfarería en casa, su padre elaboraba hoyas, pero ella comenzó a trabajar con las catrinas hasta casarse con Noé. Su esposo por su parte fue alumno de Álvaro de la Cruz, quien aprendió el arte de las catrinas del señor Juan Torrez. Noé se dice estar muy orgulloso de ser la segunda generación de aprendices de este hermoso arte, quien, desde niño, entre los 12 o 13 años comenzó a trabajar con las catrinas.
Lupita como le dice Noé trabaja con las hojas que adornan el vestido de la catrina, mientras que Noé fábrica con sus dedos los delicados huesos que le darán forma a las manos cadavéricas de una Frida Kahlo “Dos años, casi tres, me tardé en aprender a hacer los detalles, aprendí solo mirando” dijo Lupita mientras le da textura al ramo de flor de cempasúchil que carga “la Frida” en su brazo derecho.
La técnica que utilizan para su trabajo los ha hecho merecedores de premios fuera de Capula, el año pasado Noé fue reconocido en el tradicional concurso de artesanías de Pátzcuaro, ganando el primer lugar en su categoría. Por lo que espera que este año se le reconozca en su pueblito natal. Lupita sonríe al cuestionarle si concursaría el año que entra contra su esposo y cuenta que “las mujeres alfareras en Capula son muchas, solo que muchas veces no se pregunta al comprar quienes fueron las manos que las elaboraron”.
Noé y Lupita son los artesanos que comenzaron fabricando “Las Fridas” que tienen pericos o changuitos colgando de sus vestidos, también fueron los primeros en comenzar a elaborar “chanupas” estas figuras son unas lanchas repletas de flores con una catrina de Uarhi hincada remando.
Estas piezas en particular tardan hasta quince días en fabricarlas por las series del proceso del barro. Una Frida o una Uarhi conlleva en algunas ocasiones hasta tres días de trabajo.