El efecto Tonayan: el gasolinazo y la perpetua crisis económica mexicana // By Marco Ballesteros
La primera semana del año ha traído consigo diversos efectos retrógrados en la economía nacional a partir del gasolinazo, la devaluación del peso y el aumento de la canasta básica en al menos un 20%. Estos efectos han generado descontento social y diversas manifestaciones de repudio dirigidas a nuestra clase política. En redes sociales, en las calles, los cafés, en todos lados se habla del tema y se exponen miles de soluciones para sobrellevar la maltrecha realidad económica mexicana; suena a diestra y siniestra, consciente e inconscientemente, las peticiones de renuncia para el presidente y el trillado “estaríamos mejor con López Obrador”.
Con base en todo lo expresado en la red y en la calle, cada vez me doy cuenta de dos cosas: Quién se olvida de su pasado, está condenado a repetirlo; y que no hay nada nuevo bajo el sol. Tales razonamientos se deben a que en los últimos años se han mutilado la historia y las ciencias sociales en el sistema educativo, dentro de los niveles básico y medio superior, mismas que coadyuvan a fortalecer el pensamiento crítico y la interpretación de lo ocurrido en sociedad; en otros términos, nos están borrando la memoria desde el sistema educativo, no por nada las nuevas generaciones son más insensibles, acríticas e indolentes respecto a los problemas actuales. Por otro lado la segunda sentencia afirma que no hay aspectos novedosos o aristas creativas en toda producción humana, “todo sigue igual”; se utilizan por lo tanto viejas fórmulas para joder a México, en resumidas cuentas.
Como en la realidad mexicana, aparentemente todo es cíclico, a nuestros flamantes políticos se les ocurrió otorgarnos un incremento al precio de las gasolinas, bajo el argumento de que si no se realizaba esta “dura, penosa pero necesaria medida”, el gobierno se vería imposibilitado de sostener los diversos programas de desarrollo social, el sistema de salud y la educación básica. Se les ocurrió como siempre, sin consultar al pueblo y sin atender los principios elementales de la economía, porque “está bonito y está bien”, porque oportunidades para saquear el erario público de manera rapaz como esta no habrá en un buen rato. Ante la impotencia, el descontento y la molestia del ciudadano común, nuestro presidente, el payaso más concurrido en redes sociales, ha señalado en sus mensajes en cadena nacional las razones por las cuales a pesar de nuestro malestar, le importa poco y se quedan estas políticas económicas. Básicamente y ante la evidente estupidez de nuestra clase política, se están burlando en nuestra cara.
Entonces, ¿cuál es la causa del incremento desproporcionado en la gasolina? Básicamente lo he entendido de la siguiente forma: el Estado mexicano controló la producción de petróleo y gasolina a partir de finales de la década de 1930, para establecer un precio, las administraciones federales observaban el precio global del crudo, añadían los diversos impuestos que recaían en el ramo así como las ganancias que debían percibirse en la producción, así como los costos de producción-transporte para desarrollar el producto y ponerlo a la venta en el mercado mexicano; esto último con un amplio subsidio del gobierno, que paliaba los costos del hidrocarburo.
Con la aprobación y el establecimiento de la reforma energética, el Estado cedió el control de la producción de gasolinas y derivados del petróleo al libre mercado. De forma gradual, se estableció un margen mínimo y máximo de precios en el que el gobierno aún dosificó los incrementos al costo del producto para reducir el impacto en el bolsillo del consumidor; en agosto pasado se anunció el fin de los incrementos a la gasolina. El gran problema fue que el incremento constante en el precio internacional del petróleo y la constante devaluación del peso mexicano, ocasionaron que se dispara el precio de la gasolina; el gobierno tuvo poca capacidad de acción ante la pérdida de ganancias en el sector. Por lo tanto en enero de 2017, el tope máximo de precios de la gasolina se rebasó y se incrementó el costo de forma desproporcionada.
La liberalización de la actividad petrolera en adelante implica que el precio de las gasolinas se tase con base en factores similares: a) precio de referencia global del crudo; b) los impuestos que recaen en la actividad petrolera; c) el margen de ganancia de producción; d) costos de logística para producir y transportar el producto final, sólo que esta vez cargado al consumidor, pues el gobierno salió del negocio, se lavó las manos para beneficiar a unos cuantos particulares con las manos llenas de mierda en los negocios de Pemex y que ahora serán propios. Los precios en adelante dependerán de la oferta y la demanda y estarán sujetos al mercado y al azaroso caso de que realmente se establezca una competencia efectiva en la producción y venta de los hidrocarburos.
En síntesis, Pemex fue la gallina de los huevos de oro de la economía nacional, el gran negocio, parte substancial del PIB, y también el botín de las administraciones federales, en estos últimos años, queriendo y no la balacearon, se acabó el negocio, se quedará en manos de unos cuantos “empresarios”.
Es hilarante que México esté catalogado como un pujante productor de petróleo, pero no cuente con refinerías y que las gasolinas que se ponen a la venta, vengan de Corea del Sur o de los Estados Unidos, del extranjero en general porque es más propicio para que las altas esferas de nuestro corrupto sistema político se llene los bolsillos muy al estilo del robo hormiga. Se dice que el incremento a la gasolina se debe a que se importa a costos altos, o porque se debe de nivelar el precio para cuando comience el proceso de liberalización y competencia del producto; de ser así en teoría deberíamos de tener una gasolina a un precio reducido o al menos justo.
Incrementar el precio de la gasolina, en estos momentos atiene a la necesidad de generar un nuevo impuesto generalizado al consumo, supuestamente para sostener los programas de educación, vivienda, salud y desarrollo social, pero que en estos momentos y ante la falta de otros ramos productivos rentables e industria nacional propia, se convierte en un gravamen que retrae y destruye la economía nacional, de manera insensible.
La cadena productiva del país requiere de hidrocarburos, por lo tanto los costos de producción de otros ramos y la canasta básica se incrementarán de forma desproporcionada, como siempre, en detrimento de los sectores populares y de la clase media en peligro de extinción. De esta forma, tengamos auto o no, a todos nos va a dar en toda la madre la medida tan estúpida implementada por el gobierno nacional con respecto a las gasolinas, a todos nos pegan donde más nos duele, en el bolsillo, porque está bonito y está bien.
¿Qué todo esto es nuevo? Lamento decir que no, en 1994, el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, caracterizado por un simulado pero fuerte crecimiento económico, acompañado de la privatización bancaria, de las paraestatales y de telecomunicaciones, desincorporadas de la protección del gobierno con poca transparencia e inexperiencia de sus beneficiarios, ocasionó la desarticulación de la poca industria nacional existente, la generación de un monopolio con Telmex que proporciona un servicio oneroso y malo de manos de uno de los hombres más ricos del mundo. Sumado al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, se anunció que por fin, después de intentos históricos, México ingresaría al primer mundo. El Estado mexicano con bombo y platillo lo anunció sin tomar en cuenta que todo era una simulación y que no se habían atendido cuestiones importantes, como el combate a los altos índices de desigualdad y marginación.
Se desató una crisis económica severa, inducida al destartalar la economía nacional sin tomar en cuenta los fenómenos internacionales. El dólar se disparó y el peso se devaluó un cien por ciento. Miles de empresas y pequeñas empresas quebraron, aumentó el índice de desempleo y quienes compraron vivienda o auto se vieron imposibilitados de pagar sus créditos. Para salvar a la banca privatizada, nos dieron como solución un Fondo Bancario de Protección al Ahorro, el FOBAPROA, sumado al endeudamiento con fondos internacionales ante la falta de reservas internacionales. Se le llamó el efecto tequila, se subsanó la deuda, pero los efectos de esa cruda, los seguimos arrastrando hasta la fecha.
Todos los adultos jóvenes, en capacidad de producir, somos hijos de la crisis, nos ha tocado vivir y desarrollarnos a pesar de ella, no conocen un superávit ni la bonanza económica. Por malas decisiones no nos dieron la oportunidad de desarrollo. Somos la generación del empleo informal, de las raquíticas o nulas prestaciones laborales, por malas decisiones tomadas por unos cuantos hijos de puta que al parecer llevan las riendas de este país en materia económica bajo los influjos del alcohol o de las sustancias prohibidas.
Ahora, en 2017 no tenemos industria nacional que empeñar o vender, nos han quitado lo único que sostenía a ese “sistema económico mexicano”, una nueva crisis que ya se vive hace unos años atrás en Michoacán. Se viene ahora entonces el efecto Tonayan, puesto que las soluciones ideadas por nuestros funcionarios ineptos para resolver los problemas económicos, son igual de perjudiciales que las “aguas locas”: , generan gastritis, son vomitivas, nos tienen en la incertidumbre y agudizan la pérdida de conciencia. Se promocionan descaradamente en cadena nacional como una “buena idea” para no gastar, trabajar o invertir demasiado. Para no resolver a conciencia los problemas nacionales, …para seguir robando, para joder a México.
Muchos en estos momentos, en su mayoría los chairos, señalan que estaríamos mejor con López Obrador, ¿en serio? ¿Confiaría usted querido lector en alguien que vivió sin trabajar y bajo la sombra del PRI por 26 años y otros 15 en el PRD? ¿Y que cuando no le hicieron caso fundó su partido político con juegos de azar y mujerzuelas? El populismo en estos momentos, no es la mejor opción, menos cuando las medidas del señor López son similares a las implementadas por el priismo del viejo cuño. Dar dinero a los pobres es perjudicial y gravoso para la economía. Nacionalizar empresas sin un plan económico definido también. Las soluciones mágicas de la “izquierda” mexicana nos haría un Venezuela en el corto plazo.
¿Soluciones? ¿Propuestas?: Volver a trabajar en el rumbo económico nacional; hacer recortes al gasto público; establecer una base fiscal homogénea que no se base en impuestos indirectos o al consumo; reducir los planes de desarrollo social y los subsidios; esos últimos son el germen de la desigualdad social y generan que las personas de escasos recursos sean cautivos del sistema de partidos; pero sobre todo mayor transparencia en el manejo de los fondos públicos y fomentar las actividades productivas nacionales, algo que está en vías de desaparecer.
En medida de que México continúe solamente como país productor de materias primas, mano de obra y productos alimentarios y dependa de las importaciones de productos con valor agregado seguirá a su suerte, bajo los efectos de las fluctuaciones económicas globales, ya que no tiene forma de meter las manos y defenderse de los embates del libre mercado, ese que tachan de perjudicial, pero que realmente otorga beneficios de compra, elección y bueno… Todos son comunistas, socialistas, anarquistas o como se quieran llamar, hasta que se acaba el internet, se insertan en la vida productiva o dejan de vivir bajo las faldas de sus padres.
Recalco por lo tanto que el capitalismo no es malo, el problema de México carece de condiciones para competir ante la falta de paridad, es por ello que deben de establecerse las bases de competencia desde adentro, desde la nación. Las soluciones mágicas y populistas, son una tomada de pelo. Este país, lleva desde su génesis en 1821, intentando establecer esas bases, pero cuando comienza cierto repunte económico, algún movimiento las tumba o en su defecto, el mismo régimen se encarga de destartalarlas.
Considero además que uno de los problemas de la disfuncionalidad del liberalismo es cultural. En medida de que el «ciudadano» quiere todo regalado o subsidiado no se fomenta la cultura del esfuerzo o el espíritu de empresa. Así mismo, si legalmente no se establece una política de fomento económico efectiva, es lógico que no se genere la industria propia que propicie esas condiciones de competencia en el libre mercado. Nuevamente, si México no tiene capacidad de respuesta es porque se ha vendido todo lo que se monopolizó anteriormente, y porque legalmente no se ha generado las condiciones para el desarrollo de la empresa nacional y se ha optado por la dependencia.
Y bueno… quizá no veamos nosotros, otro problema que se tiene aquí es que por naturaleza nos victimizamos o nos sentimos inferiores. Esperemos que eso también cambie algún día. Todo se quiere gratis, subsidiado o regalado. Con un Estado paternalista que asume todas las responsabilidades.
En lo particular así lo veo. Como ‘historiador’ y pero sobre todo como ciudadano
Dejemos el cliché de lado. México no es un país jodido, sólo está mal administrado.