¿Y el fútbol dónde quedó?// By Jairo Cerriteño
Por Jairo Cerriteño
No hablo de fútbol, porque ya no se habla de fútbol, hoy en día hablar del balompié mexicano es hablar de equipos que son nómadas, pueden moverse de sede como convenga, le está pasando al equipo de la fuerza Monarcas, el equipo del grupo Salinas, para unos el mal juego que vienen realizando se debe al entrenador, para otros la falta de refuerzos, y para unos pocos la afición.
Hablar de la plaza de Morelia es hablar de una tradición del pueblo moreliano, donde los jugadores se mezclaban con las multitudes y el técnico paseaba relajado en la bella ciudad de la cantera colonial, todos añoramos los tiempos donde la playera era defendida por grandes deportistas que dejaban su alma en cada encuentro.
Jugadores mal pagados, transporte de tercera con una afición que era capaz de viajar cientos de kilómetros con la cabeza erguida elevando porras que eran solo de apoyo y no de insulto al contrario, se extrañan esos tiempos donde no había jugadores con autos deportivos pero sí jugadores con futbol; con amor a su playera, al equipo y por su puesto a nuestra querida Morelia.
Jugadores que llegaron para quedarse, que hicieron vida en nuestra ciudad, ya no existe ese amor por la playera, ya no existe conexión con la afición, y no es culpa de los jugadores, es culpa del gran negocio que se convirtió el fútbol, los jugadores ahora los miden en dinero y no en su juego, gracias a los grandes compañías que invierten en mercadotecnia podemos ver a un jugador en decenas de comerciales, su nombre es marca.
Quizás ya no existe equipo de primera en Morelia, tal vez eso que era antes Atlético Morelia, se convirtió en un simple producto repleto de marcas, jugadores que no alcanzan a enamorase de su afición porque son vendidos cuando esta los quiere, tal parece que el jugador es un esclavo de las grandes corporaciones deportivas perdiendo ese corazón que lo llevó a también tener grandes ídolos.
Me duele ver a una afición que deja su vida por estar con el equipo que ama, que gasta su bajo salario para disfrutar con los colores que apoya desde que tiene memoria, me llena de rabia ver a directivos desde los palcos despreciando al pueblo que deja el sustento del equipo.
No extraño aquel equipo que nunca llegaba a finales, no extraño un dueño que tenía mal pagados a jugadores, tampoco extraño la banda de viento que acompañaba en cada partido tocando “Juan Colorado” al salir el equipo a la cancha y ver salir al gran aficionado El Mago con la bandera toda amarilla y su franja roja. Nada de eso extraño porque eso no era lo que conectaba afición con equipo, lo que conectaba era ver que podían perder pero siempre lo entregaban todo, la afición sebe reconocer.
Eso es lo que hoy no entiende una directiva que poco le importa la afición y sí mucho el dinero, llevarse a otra plaza su producto; ojalá si lo hagan, porque es necesario que una afición tan generosa tenga un equipo de futbol y no un producto que puede vestir cualquier color sin saber lo que esto representa.