Calderón y sus celebraciones del 30 de septiembre
Por Paul Alcántar
Después de los atentados de Morelia el 15 de septiembre del 2008, Felipe Calderón desafió la seguridad e integridad de la figura presidencial encabezando el desfile militar del 30 de septiembre de ese mismo año con motivo del aniversario del natalicio de José María Morelos y Pavón; un acto cívico que normalmente el gobernador en turno es la estrella principal.
A partir de esa fecha ha sido la visita del presidente de México una atracción para los morelianos, sobre todo de aquellos que han sido fieles a los desfiles que recuerdan al Siervo de la Nación y que incondicionalmente pueden durar hasta tres horas para ver contingentes militares así como escuelas de todos los niveles educativos, personajes públicos y otras instituciones locales.
Lo que antes era considerado una verdadera “verbena popular”, hoy los festejos de Morelos se han convertido en un exclusivo jolgorio para el poder político y empresarial que, valiéndose de la presencia del ejecutivo federal, ha logrado intimidar a familias que año con año acostumbraban asistir a este tipo de eventos.
Y ayer no fue la excepción. No se podía cruzar el primer plano del Centro Histórico de la capital michoacana sin antes pasar por varios filtros de seguridad que restringía a la ciudadanía cualquier facilidad para transitar; inclusive para vecinos y comerciantes de la zona el resguardo del Estado Mayor Presidencial resultó perjudicial por los contratiempos que implicaba rodear por otras calles aledañas para llegar a los negocios establecidos.
Se marcó un horario de llegada para después prohibir a los transeúntes acercarse al palacio de Gobierno y a la Catedral de Morelia, logrando que muchos espectadores se limitaran a llegar a otras cuadras para ver los contingentes, sin la oportunidad de estar cerca del palco presidencial.
Un desfile diseñado sólo para Calderón, en su tierra natal, disfrutando de su poderío militar para aparentar una imagen de rigor contra sus opositores y, sobre todo, de quienes siguen pensando que la guerra contra el narcotráfico resultó una mala estrategia que dañó su terruño durante estos casi 6 años de gobierno.
Calderón se despide de los michoacanos como presidente de México en medio de una herida abierta, de un estado terriblemente castigado no sólo por el crimen organizado sino por una economía dañada ante el abandono del mandatario de la deuda pública adquirida por el gobierno local, y que aún no ha sido resuelta.
Dudo mucho que las celebraciones futuras del 30 de septiembre se cuente nuevamente con la asistencia de un presidente de la república en turno. Tal vez sea una buena noticia para quienes gustan de disfrutar estas fiestas populares y gozar sin el miedo que el mismo Calderón infundió entre los michoacanos.
El miedo que lo sigue, lo seguirá, durante mucho tiempo.
Chapulines
- Fausto Vallejo, por cierto, tuvo un aparente ataque de tos que lo volvió al ojo del huracán al cuestionársele nuevamente por su estado de salud. No está de más que el gobernador se cuide por bien suyo y desmienta de tajo esos rumores.
Twitter: @paulalcantar
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