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¿GANÓ MORENA?

Aún y cuando los tribunales electorales tienen un margen amplio para determinar la elección del pasado 6 de junio en México, lo cierto es que la cascada de números, datos y hechos que emergen por doquier, nos dan mucho tema de análisis al que tendremos que regresar una y otra vez

By: Estrellita Fuentes

De entrada, a nivel nacional el alud morenista no se repitió en este proceso como se esperaba, teniendo como referente lo ocurrido en la elección del 2018. De hecho hubo pérdidas y ganancias importantes para este partido, ya que obtuvo 11 de las 15 gubernaturas, pero perdió 57 escaños en el Congreso federal, lo que le ha hecho perder la mayoría calificada.

Sobre esto último vale la pena recordar que la tendencia de perder asientos legislativos a partir de sus partidos de origen en las elecciones intermedias, ha sido una constante para los ex presidentes desde Ernesto Zedillo (-61 asientos), seguido por Vicente Fox (-55), Felipe Calderón (-63), Enrique Peña Nieto (-38) y ahora AMLO con -57. De alguna manera estas cifras podrían ser un reflejo de la ponderación general que hace la ciudadanía con respecto a la presidencia en turno.

Por otro lado, es dramático el hecho de que en este proceso hayan sido asesinados 32 candidatos o aspirantes en el país, aunado a los atentados, secuestros, amenazas y más, así como la lluvia de denuncias que se observaron gracias a las redes sociales, sobre la presencia del crimen organizado amedrentando a los ciudadanos y funcionarios de casilla el mismo día de la elección. Esto nos habla de un Estado rebasado, que no pudo garantizar la armonía en la que se debieron haber llevado a cabo estos comicios; sin embargo, aún y con todo, los ciudadanos salieron a votar.

En medio de este ambiente tan vulnerable, es destacable que quienes perdieron la vida hayan sido reconocidos y legitimados por el mismo electorado, como fue el caso de Grecia Pantoja Álvarez en Moroleón, Guanajuato, quien obtuvo el triunfo gracias al número de votos que obtuvo su madre Alma Rosa Barragán Santiago, candidata por Movimiento Ciudadano, asesinada dos semanas antes de la elección. También está el caso de Blanca Merari Tziu Morelos, quien ganó en Puerto Morelos, Quintana Roo, siendo que su esposo y el candidato oficial Ignacio Sánchez Cordero fue asesinado a finales del mes de febrero de este año. Y René Tovar, candidato a quien le arrebataron la vida en Cazones, Veracruz, ganó la mayoría de votos por lo que ahora su partido (Movimiento Ciudadano) definirá a un relevo. En el caso de Michoacán es lamentable que a la fecha no haya indicios sobre el paradero del candidato Omar Plancarte Hernández, quien se postuló para la alcaldía de Uruapan por el Partido Verde Ecologista de México.

Pasando a la agenda de género, es loable el hecho de que de las 15 gubernaturas en juego, seis hayan sido para mujeres. Tal es el caso de Indira Vizcaíno en Colima (Morena); Marina Ávila en Baja California (Morena); Evelyn Salgado en Guerrero (Morena); Maru Campos en Chihuahua (PAN); Lorena Cuéllar en Tlaxcala (Morena) y Layda Sansores en Campeche (Morena). Hasta ahora en nuestro país sólo han habido nueve mujeres gobernadoras: Griselda Álvarez Ponce en Colima (1979.1985); Beatriz Paredes en Tlaxcala (1987-1992); Dulce María Sauri en Yucatán (1991-1993); Rosario Robles en la CDMX (1999-2000); Amalia García en Zacatecas (2004-2010); Ivonne Ortega en Yucatán (2007-2012); Claudia Pavlovich en Sonora (2015-2021); Claudia Sheinbaum en la CMDX (2018-2024) y Martha Erika Alonso en Puebla (2018). Es decir, al término de este 2021 tendremos siete mujeres gobernadoras de entre los 32 estados de la República, lo cual es un número mayor que en años anteriores.

En el caso del Congreso federal, de confirmarse los cómputos del Instituto Nacional Electoral (INE), tendremos 246 diputadas electas por ambos principios, lo que nos daría un 49.2% y es más que el porcentaje actual.

Y para concluir, de las 38 principales ciudades del país, 22 fueron para Morena ya sea en alianza o en lo individual; la alianza PRI-PAN-PRD obtuvo cinco victorias; el PAN, seis; el PRI, dos y Movimiento Ciudadano, tres; por lo que Morena ahí se la lleva a medias con la oposición.

Así que en realidad Morena ganó y perdió, y ahora el país se traza de una nueva pluralidad y de más espacios para las mujeres, restando las posibilidades en torno al añejo anhelo de la permanencia hegemónica en el poder, si es que lo hubiera. Ello conlleva un reto mayúsculo que se tendrá que sortear desde lo local, especialmente en aquellos estados donde los congresos quedaron marcadamente divididos y que son oposición a quienes encabezarán las gubernaturas: Baja California, Guerrero, Chihuahua, Zacatecas, Michoacán, Nuevo León, San Luis Potosí y Campeche. Quienes quizás pudieran tener un poco más de diálogo fluido sería en Sinaloa con gubernatura y Congreso de mayoría Morena; Querétaro (PAN-PAN); Sonora (Morena-Morena); Nayarit (Morena-Morena); Baja California Sur (Morena-Morena), Colima (Morena-Morena) y Tlaxcala (Morena-Morena).

En este balance llama la atención la fuerza que adquirió el PAN al obtener dos gubernaturas por sí solo, y el hecho de que Movimiento Ciudadano se haya convertido en una alternativa real de los partidos recientes. En contraste, para el caso del PRI, éste no solo no pudo conservar los estados que gobierna, sino que también perdió las principales ciudades, y si no hubiera ido en coalición, hubieran sido nulos sus esfuerzos. Lo que sí es muy reprobable es el papel que desempeñaron los partidos recién aprobados Fuerza Social por México, Redes Sociales Progresistas y el Partido Encuentro Solidario quienes perdieron el registro y se botaron en esta elección aproximadamente 500 millones de pesos, sin que nadie les audite, ni les pida reembolso.

De todo lo anterior, lo más aplaudible es la movilización ciudadana que adquirió una fuerza cada vez más importante, y demostró mayor madurez para emitir el voto cruzado, evaluando con ello en paralelo a su gobierno y a los candidatos. Esta nueva radiografía política nos muestra un México multipartidista, y nos convoca a la imperiosa necesidad de tender puentes de diálogo incluyente entre actores políticos y ciudadanos, y que se dejen de lado las diferencias de todo tipo, si es que queremos abonar a la construcción de un estado de bienestar al que todos aspiramos. La división a la que se compele desde la narrativa nacional, lo único a lo que abonará es a un mayor desencanto rumbo al 2024, si ésta no se modifica tanto en los discursos, como en los hechos.

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