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Ciudadanos Emergentes… La Casa De Hidalgo

 

By: Lic. Arturo Ismael Ibarra

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La Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, es una institución noble y generosa, que a través de los siglos ha ofrendado lo mejor de su pensamiento y de sus esfuerzos al servicio de nuestra nación.

Resalta la labor del abogado Vasco de Quiroga, fundador del Colegio de San Nicolás, se caracterizó por tener una honda raíz humanista, proyectada en una recia utopía americana, que aún late en el corazón de los michoacanos.

En 1917 el gobernador de Michoacán don Pascual Ortiz Rubio, transformó al Colegio de San Nicolás en la primera universidad autónoma del país, siendo también la primera universidad emanada de la Revolución de 1910.

La Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, si bien fue fundada en 1917, es la continuadora de una tradición educativa que se remonta al siglo XVI cuando el obispo Vasco de Quiroga fundó, a su vez, el Real y Primitivo Colegio de San Nicolás Obispo en 1540 en la ciudad de Pátzcuaro.

Desde entonces, la educación superior en el estado de Michoacán ha estado marcada por el desarrollo del Colegio fundado por el ilustre obispo.

Su historia es la realización de las ideas y aspiraciones terrenales del humanismo renacentista, primero, y del nacionalismo liberal, después, que fueron conformando a nuestro país como nación.

En este sentido, la historia de la Universidad Michoacana es el resultado de este antecedente y la continuidad de ese ideal fundacional que los universitarios michoacanos, «nicolaitas», asumen como herencia de un pasado ilustre que debe preservarse y ampliarse para las generaciones futuras.

Entonces, como ahora, el presente plantea retos y respuestas a preguntas sobre el papel que debe jugar la educación superior en la sociedad.

La Universidad Michoacana, en sus antecedentes y en la actualidad, nos muestra una historia digna de ser estudiada.

El Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo, cuenta en su pasado glorioso, con los extraordinarios ejemplos de don Miguel Hidalgo y Costilla y de don José María Morelos y Pavón; el primero de ellos, alumno, maestro y rector, y el segundo, alumno distinguidísimo del primero y del propio Colegio.

La renovación intelectual efectuada en San Nicolás se convirtió en una revolución de las ideas que muy pronto influyeron, de manera decisiva, en la historia nacional.

Esta revolución abarcó no sólo a los estudiantes, pasó, antes que nada, por su claustro docente y directivo. La historia del rectorado de don Miguel Hidalgo (1791-1792) fue, es y seguirá siendo siempre paradigmática para las jóvenes generaciones de nicolaitas que pasaron por las aulas del Colegio en esos años.

La difusión y discusión de textos considerados «heréticos», por su contenido filosófico, abonaron el terreno de las ideas que fundamentaron el cambio que estaba por venir.

En el rectorado de Hidalgo se efectuó una reforma intelectual en el sentido de cómo percibir la enseñanza, dominada por los ejercicios memorísticos de los textos clásicos, griegos y latinos.

El tránsito no fue fácil, pues el ambiente social reinante en Valladolid era refractario a la modernidad planteada por este grupo ilustrado de San Nicolás.

A la salida del padre Hidalgo como rector de San Nicolás, la inquietud intelectual sembrada por éste reaccionaba inconforme con los intentos por regresar a los antiguos métodos de enseñanza.

Un testimonio anónimo señalaba, en carta al Obispo de Michoacán, Antonio de San Miguel, esta situación cuando indicaba al prelado: “Por qué el método que hasta ahora se ha seguido, que es leer una hora sobre el texto de Aristóteles, no tiene conexión alguna ni con la Filosofía que han cursado los estudiantes ni con la que han de enseñar cuando catedráticos. V:S:I: sabe, permite, y aun aprueba que se enseñe la Filosofía moderna en nuestro Colegio, como que es la única sólida y verdadera Filosofía, sin que en esto pueda haber duda alguna en el presente siglo, pues la ilustración actual ha disipado aquellas reliquias de preocupación que hacían tener por Filosofía la jerga oscura y las fútiles arengas del peripatetismo.”

Al comenzar el siglo XIX, el Colegio de San Nicolás se encuentra en una etapa fecunda y floreciente, es un «hervidero», en el buen sentido de la palabra, de ideas innovadoras; su lugar en el firmamento intelectual novohispano es indiscutible. Como tal, es responsable de la formación de hombres de letras que se convertirán en hombres de acción, que buscarán llevar a la práctica los ideales incubados en el Colegio. Muy pronto los nombres de Miguel Hidalgo, José Ma. Morelos, José Sixto Verduzco, José Ma. Izazaga, Ignacio López Rayón, entre otros, figurarán a la cabeza de un proceso insurreccional que buscará la fundación de la nación mexicana.

La reacción del poder colonial no se hizo esperar, San Nicolás fue clausurado en 1810, después de la recuperación de Valladolid por la tropa realista.

La guerra de independencia y después el difícil tránsito hacia la consolidación del Estado nacional, relegaron la reapertura del Colegio, situación que se extendería por más de tres décadas.

Había, sin embargo, una situación de fondo que era de índole política: las relaciones entre la Iglesia y el Estado.

Este asunto es de suma importancia para la historia del Colegio de San Nicolás y para toda la educación en el país, pues el control de las instituciones educativas estaba en manos de la Iglesia que ejercía el llamado «patronato».

 

Pese a la oposición del clero, el Congreso aprobó, el 8 de noviembre, la reapertura de San Nicolás, promulgando una ley al respecto, que entre otras cosas, proponía una solución intermedia al compartir la autoridad de la Iglesia y el naciente Estado para nombrar profesores y rectores, al mismo tiempo que señalaba la urgencia de abrir nuevas cátedras, acordes con las necesidades materiales del país.

La veneración que sintió don Melchor Ocampo, filósofo de la Reforma, por el Colegio de San Nicolás, lo motivó para reabrirlo y entregarle como herencia entrañable su corazón y su biblioteca.

El triunfo liberal en Michoacán, encabezado por el ilustre Melchor Ocampo, dio la oportunidad de concluir la reapertura del Colegio de San Nicolás, como el propio Ocampo anunció al Congreso del estado en 1846: «Tengo la grata satisfacción de anunciaros que pronto se abrirá el colegio civil de San Nicolás Hidalgo, para cuya apertura trabajó constantemente la extinta Junta Subdirectora de Estudios».

El Colegio, consideró el gobernador Ocampo, abriría con un nuevo perfil que esbozaba a una universidad moderna: «[El gobierno]… juzga que la conciencia, la bolsa y la salud, no son los únicos objetos de estudio; y sí, que las ciencias presentan hoy un vasto campo de utilidad y de gloria, que muchos jóvenes, que se hallan hoy enteramente desatendidos entre nosotros, que forman suerte y el lustre de muchísimas familias en Europa, y que evitarán en lo sucesivo la aglomeración de personas en unas mismas facultades».

La Junta Rectora de Estudios, que sustituyó a la Junta Subdirectora, se encargaría de elaborar la nueva reglamentación del Colegio, tanto en lo administrativo como en lo académico, misma que aprobó el gobernador, señalando la importancia del nombre de la institución, tanto por su tradición como por su proyección.

Para Ocampo, el nuevo colegio debería mantener la tradición humanista que le dio origen, por ello conservaría su antiguo nombre Colegio de San Nicolás; para distinguirlo de otros planteles similares en el país se conservaría, también, el adjetivo Primitivo –por haber sido el primero en su género en el continente americano– agregando lo Nacional por su importancia e ideología nacionalista.

Pero se le agregaría algo más: para honrar la memoria de uno de sus más destacados miembros, se incluyó el de Hidalgo.

Así, el nombre oficial del nuevo colegio, civil y secularizado, sería el de Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo, que detallaba su origen y signos de distinción. La dirección del Colegio estaría a cargo del licenciado Onofre Calvo Pintado, distinguido liberal michoacano, y como secretario tendría al no menos ilustre Santos Degollado.

Con antecedentes como los citados, tenemos el convencimiento de que la Universidad Michoacana es digno recinto para la verificación de los importantes trabajos que deben de realizarse para que siga contribuyendo en el desarrollo de México.

La universidad mexicana ha cobrado plena conciencia del papel que debe jugar en el devenir histórico del país; escucha el ritmo y el pulso de las necesidades más sentidas que el pueblo reclama; participa, y quiere hacerlo con mayor profundidad, en las soluciones que en su ámbito le correspondan, dentro del contexto que la legislación y los planes de desarrollo le indiquen, sin perder de vista que ya nuestro Constituyente de Querétaro precisó con nitidez sus principios rectores: “el amor a la patria, la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia; la dignidad de la persona, la defensa de la democracia, de la libertad y de los valores nacionales”.

La educación superior debe estar al servicio permanente del desarrollo económico, social, cultural, científico y político de México.

Los estudios que se realizan y los fines que persiguen los planes de educación no tendrían sentido verdadero, si no estuvieran orientados a la consolidación de las mejores causas nacionales.

Sin la visionaria y sabia clarividencia de muchos universitarios mexicanos este país sería distinto, con mayores problemas y desajustes de los que actualmente tiene.

La educación de la juventud mexicana debe fortalecerse, para el feliz cumplimiento de nuestro destino histórico. Hay que transformar a la Casa de Hidalgo para que hoy por hoy no esté en crisis y pueda seguir aportando lo mejor de su pensamiento a las futuras generaciones.

Arturo Ismael Ibarra Dávalos. Licenciado en Derecho por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Catedrático de la misma en la Facultad de Contaduría y Ciencias Administrativas. Preside la asociación civil “Bien Común Michoacán” y la sociedad civil “Por la Mejora en el Ámbito del Trabajo” (Laborissmo). Es Secretario General del Foro Política y Sociedad.

 

Correo electrónico de contacto arturoismaelibarradavalos@hotmail.com

 

 

 

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