STAFF/@michangoonga/Vania Montes
Difícil participar en una democracia que va surgiendo, que a empujones y jalones busca una consolidación. Y en ese ejercicio, borbotean las buenas intenciones, pero son realmente pocas las acciones que concretan la participación de todos los ciudadanos.
No existe hasta este momento ninguna estadística que nos pueda decir cuántas personas con discapacidad podrán votar en este proceso electoral, el más grande de la historia; o mejor dicho, cuántas tendrían derecho a hacerlo, porque poder, lo que se dice poder… está complicado.
El Instituto Nacional Electoral, por primera vez desde su conformación, puso un apartado de Elecciones sin Discriminación en su portal web, así garantizaban el que una persona débil visual pudiera enterarse de la información ahí contenida; candidatos, perfiles, ubicación de casillas, etc. Un gran paso en el tema de inclusión, sin duda.
La consejera del Instituto Electoral de Michoacán, Yurisha Andrade, hablaba en su discurso de instalación del proceso de que un ciudadano (en Monterrey) ejerció su derecho a la participación al ser insaculado para ser representante de casilla, siendo invidente. Uno en un universo superior a los 75 mil ciudadanos; pero bueno, un gran paso en la inclusión, también…
¿Y los otros, los que no pueden llegar por sus propios medios a las urnas? Como parte de un programa piloto el Instituto Nacional Electoral presentó casillas especiales en los principales hospitales del país para garantizar que las personas que no tuvieran movilidad por su condición de salud pudieran votar, incluso se explicaba que había dos modalidades: una en la que la urna estaba ahí y tu acudías o la otra, en la que te llevaban hasta tu cama de hospital las boletas. Un gran paso en la inclusión, ahí la llevamos…
Y luego, una propuesta que surgió de la sociedad civil de que los camiones de transporte para personas con discapacidad (los 8 que hay en todo el estado) acudieran a los domicilios de los ciudadanos imposibilitados para acudir a las urnas, no pudo ser más ignorada, entre otras cosas, argumentando que no era competencia de nadie (ni del INE llevarlos a votar, ni del CREE, en este caso, como responsables del transporte, que ejercieran sus derechos electorales). Además, se nos dijo: “En teoría, esa solicitud era innecesaria porque los lugares donde debía votar la población serían EN TODOS LOS CASOS lugares con accesibilidad, a no más de tres cuadras de su casa…”lo que no puede ser más falso.
En un ejercicio de investigación periodística, hicimos un experimento social donde nos dimos a la tarea de acudir con una persona discapacitada a distintas casillas con la finalidad de corroborar si efectivamente existían protocolos de accesibilidad y esto fue lo que encontramos:
En la casilla ubicada en la Secundaria de la Colonia Guadalupe Victoria, era materialmente imposible acceder si se padece alguna discapacidad motriz, además ningún funcionario del instituto electoral o personal presente instruía a las personas en la fila para permitir el acceso preferente a personas con discapacidad. Se contaron 20 minutos en la fila sin que nadie acudiera a informar del protocolo para pasar al primer lugar a personas con discapacidad.
En la casilla ubicada en el Posgrado de la Facultad de Odontología, en San Juanito Itzicuaro no existía ni un solo estacionamiento para discapacidad, en 500 metros era imposible estacionarse y llegar a la entrada, que dicho sea de paso tenía una banqueta de más de 30cms de alto, sin una rampa cerca del acceso principal, con lo que resulta un enorme obstáculo para una persona disminuida en sus capacidades motrices; al interior, funcionarios del instituto electoral nos informaron que en el transcurso de la jornada habían acudido a votar solamente 5 personas con discapacidad (corte a las 2 de la tarde), en esa casilla fueron 10 minutos los que permanecimos en la fila sin que nunca nadie señalara que el protocolo favorece la atención a las personas con discapacidad. Además, en esta casilla (sección 1221) mandaron a una persona con discapacidad a votar a otra casilla porque “había un error en el sistema del INE y aunque los estaban mandando ahí, ahí no era”. Y efectivamente corroboramos que el domicilio y la credencial indicaban que esa era su casilla, pero en ninguna de las 7 casillas instaladas en esa institución, estaba registrada la persona, misma que tuvo que solicitar auxilio de un familiar para acudir a votar a la otra dirección, a varios kilómetros de ahí.
En la casilla ubicada en la primaria Niños Héroes del fraccionamiento Campestre el Vergel, no había posibilidad de acceder por sí mismo a los salones donde se estaba registrando la votación, funcionarios de la casilla informaron que solo 5 personas habían acudido con discapacidad a ejercer su derecho, que una tenía síndrome de Down y fue auxiliada por su madre, dos con discapacidad por la edad y una persona que no sabía leer y que fue auxiliada por un familiar, como si de una discapacidad se tratara; y una persona más que llegó en muletas pero que se presumía, no eran de uso permanente. Aquí, la espera en la fila fue aproximadamente de 10 minutos, en ningún momento se aplicó el protocolo para que las personas con discapacidad no hicieran fila, por lo que concluimos que no solo falta sensibilidad sino también capacitación.
Si dimos tres pasos adelante en la inclusión, a la hora de la verdad dimos varios hacia atrás. El 10% de la población padece algún tipo de discapacidad y siendo la minoría más grande se continúa excluyendo su participación, que tan relevante es para el desarrollo de la vida democrática del país.
Estas elecciones, una vez más, no habrá registro de cuántas personas con discapacidad podrían ejercer su voto o mínimamente cuántos lo ejercieron. Urnas con sistema braille, en el mejor de los casos rampas y ni una sola persona que conociera el lenguaje de señas mexicano, fue lo que encontramos en este recorrido.