Inclusión no es compasión
Polírica
Tengo un amigo invidente con las espinillas marcadas por la cantidad absurda de veces que se ha golpeado con carros estacionados arriba de las banquetas. El maestro que más me ha inspirado en mi vida ha tenido que esperar mucho tiempo bajo el sol a que un conductor inconsciente mueva su carro de la rampa para discapacidad y así poder pasar con su silla de ruedas al café del portal. Una amiga que fue mi alumna en prepa, y que además de querer ingresar a licenciatura tiene una carrera técnica, no ha podido conseguir trabajo porque tuvo parálisis cerebral y físicamente es evidente. Esas son solo anécdotas para abordar una problemática que tiene muchas aristas y que se resume en que la primera causa de discriminación en mi país es la discriminación por discapacidad.
En general, dicen los especialistas que el acto discriminatorio nos otorga una falsa superioridad; pero en el caso de la discriminación por discapacidad diría que el problema es más profundo, es un problema social que está desperdiciando el talento de un porcentaje muy importante de la población que está impedido de realizar ciertas actividades y también está truncado las posibilidades de desarrollo de sus capacidades; aunque bien visto… esa deuda la tiene el Estado con todos los mexicanos.
En México se calcula que es el 10% de la población el que padece alguna discapacidad, siendo este grupo uno de los más rezagados en todos los indicadores sociales. Por mencionar un ejemplo: el 60% no pudo finalizar ni la primaria. Así que me cuestiono: ¿Qué clase de humanidad añade discriminación a la vulnerabilidad social? Porque a las personas con discapacidad se les limita el acceso a la educación, a la salud, al mercado laborar y a los servicios públicos, a la autonomía y por lo tanto, cambiar esta situación debe ser un asunto de interés público, de hacer realidad los derechos que emanan de todo el cuerpo legal en el que se mencionan.
Pero la discriminación no para en los estacionamientos de discapacidad o en las cajas de los centros comerciales que usan el espacio inclusivo como aparador, también la discriminación ha sido legitimada, por ejemplo en los incentivos fiscales para las empresas que contratan personas con alguna discapacidad, ya que en efecto, la ley considera darles un subsidio por su “buena obra”, pero al trabajador con discapacidad se le descuentan sus impuestos peso tras peso, es decir, el apoyo en este caso es para la empresa, no para la persona que está en una situación de desventaja.
Leyes vigentes que no se aplican, son una burla para el porcentaje de la población que exige equidad. Y un ejemplo muy claro está en la Ley de inclusión de las personas con discapacidad en el Estado de Michoacán en su capítulo VI, artículo 60, fracción II que señala: “El 10% de las unidades de servicio público o concesionado de transporte colectivo de pasajeros deberá contar con un elevador y al menos dos lugares amplios y seguros para el acceso y transporte de personas con discapacidad en silla de ruedas”. Y en Morelia no hay una sola unidad de transporte público con ruta ordinaria que tenga estas características.
En México, las personas con discapacidad son titulares de la totalidad de derechos humanos reconocidos, la normatividad nacional e internacional aplicables a este grupo de la población es una de las más amplias, pero la realidad y los datos demuestran que las políticas que se han implementado no son suficientes para la inclusión de las personas con discapacidad porque en la realidad sólo son un catálogo de buenas intenciones.
En los resultados arrojados por ENADIS (encuesta nacional de discriminación), se afirma que 7 de 10 personas reconoce que los derechos de las personas con discapacidad no se respetan. De la población en México el 23.5% reconoció que no estaría dispuesto a que en su casa viviera una persona con discapacidad.
Así que la persona con discapacidad no solo tiene que salir cada día a un entorno completamente hostil, donde no puede garantizarse su autonomía porque no se le proporcionan la condiciones: No hay transporte adecuado, no hay escuelas adecuadas, no hay trabajo, el sistema de salud es ineficiente por insuficiente y un gran porcentaje vive también esa hostilidad desde su hogar, donde las familias no siempre están sensibilizadas con el tema.
Pero se habla mucho de inclusión y se iluminan rampas y se regalan sillas de ruedas, pero siguen sin sancionar a quienes discriminan. En los centros comerciales sistemáticamente violan los derechos de las personas con discapacidad al mantener cerradas las cajas para su pago exclusivo, por ejemplo, o el respeto por el estacionamiento preferente. Tal parece que la gente de a pie considera que el tener un trato preferencial en las filas es una concesión, un favor y no un derecho conquistado, no una acción afirmativa que permite regular de alguna manera la situación de desventaja en la que se encuentra una persona con discapacidad. Lo he dicho muchas veces: INCLUSIÓN NO ES COMPASIÓN.
De discapacidad se habla mucho también, siempre es útil el tema para llenar discursos, pero la realidad que vivimos es otra, nada se hace por promover el más importante derecho de las personas, su derecho a la dignidad y autonomía, se viola la Constitución, todas las convenciones sobre derechos de las personas con discapacidad de que México forma parte son un panfleto, la ley estatal de inclusión es letra muerta.
Por dar solo un ejemplo que demuestre el reproche: artículo 41 de la Ley de inclusión del estado de Michoacán de Ocampo que a la letra señala “en ningún caso la discapacidad será motivo de discriminación para el otorgamiento de un empleo”. Volviendo al inicio de mi intervención repito y entonces ¿cómo, si es ilegal, la discriminación por discapacidad es la primera causa de discriminación en el país?
Todos los días salgo a una ciudad que es indiferente con las necesidades específicas de los otros, aquí la sociedad esconde o ignora a sus discapacitados, la autonomía es una quimera porque no hay condiciones ni medios de transporte suficientes y adecuados. La gran mayoría de las personas con discapacidad no están siendo educadas porque no hay escuelas adecuadas, y en muchos de los casos no hay posibilidades económicas de impulsarlos para aumentar sus capacidades porque son una carga familiar.
La Constitución prohíbe que se discrimine pero no tenemos hasta ahora un proyecto serio que garantice el cumplimiento del primer precepto: Ningún mexicano será sujeto de discriminación.
En mi país, en mi Estado, en mi ciudad, no alcanza con las buenas intenciones, necesitamos educar: “La discapacidad no es una lucha valiente o coraje frente a la adversidad. La discapacidad es un arte, una forma ingeniosa de vivir”.
Estamos llenos de barreras, unas físicas y otras que nos ponen las personas, pero lo que dejaremos claro es que con discapacidad o sin ella, todos tenemos derecho a la dignidad
Vania Montes nació en Morelia Michoacán en 1982, es activista de derechos humanos y amante de las letras.