Mis andanzas con el tal Rius… o cómo hacer un homenaje que nadie pidió // Luis Fabián Fuentes Cortés
Por Luis Fabián Fuentes Cortés
Tenía como 17 años cuando cayó en mis manos el primer libro del Maestro Eduardo del Río, conocido en los bajos mundos como El Maese Rius. En aquel tiempo me debatía entre seguir siendo parte de los Testigos de Jehová o pasar a otra cosa. Como buen Zamorano, había sido criado dentro de los estándares de la mochicatez y con la religión como centro de vida. Lo común dentro de la vida Zamorana es seguir el virtuosismo católico. Entonces, la aspiración es enviar a los hijos a la escuela católica, esperando que pesquen algún novio o novia que los saque de pobres o que al menos lleve a la familia de paseo a Camécuaro los domingos. La diversión es ir los domingos a misa. El máximo consejero sobre vida familiar es “el padre”, una persona que no está casada y no tiene hijos. Las fiestas familiares son en torno a los sacramentos. Cuando mi familia cambió de religión, mantuvimos el estándar y el apego zamorano y solo nos movimos unos pasos rumbo a la otra religión manteniendo el apego y el estándar.
Con la adolescencia, me llegó la etapa del bachillerato y también los textos de Marx, Nietzsche, Popper, Russell, Bunge, entre otros. Al principio, la lectura tuvo más un carácter académico. Pero quedé con muchas dudas y a la deriva. En medio de estas circunstancias llegó El supermercado de las sectas. Me pareció que la investigación realizada por el autor no era la mejor, había un buen de supuestos sobre los testigos que no son ciertas, pero había algunos principios básicos que me convencieron en aquel tiempo de dejar la religión atrás. De ahí, en mis lecturas, siguieron varios textos: Puré de papas, Cristo de carne y hueso, Marx para principiantes, ABChé, Filosofía para principiantes, La trukulenta historia del kapitalismo, La revolucioncita mexicana, Votas y te vas, Manual del perfecto ateo, La Biblia… esa linda tontería, El hierberito ilustrado, La panza es primero, Lenin para principiantes, El mito guadalupano, El fracaso de la educación en México, Los panuchos… y citando a nuestro presidente:
Hay otro libro de él mismo que quiero recordar el nombre, sobre caudillos, no recuerdo el título exacto… ¿eh? …De ahí incluso la antítesis de ese libro, las mentiras donde habla de la mentira sobre… Me quiero acordar del título del libro… Ahí la dejamos en La silla del águila. Aquí hay unos que leen más, deben acordarse más cuál es…
La obra de Rius es muy amplia y, si pudiera pensar en su aporte, ese sería la didáctica para explicar un tema, no solo a través de los monos feos, pero chistosos, sino de sus textos como tales. Hay otras cosas que podemos aprender del tal Rius. Se autodenominaba a sí mismo hombre sabio sin estudios y así era. En sus textos se notaba el trabajo del autodidacta y al mismo tiempo la impericia de quien se acerca a los estudios de un tema sin guía, sin saber por dónde, pero con la voluntad de aprender. Así llegaron a la vida sus textos sobre homeopatía y yoga o hasta de profetas del fin del mundo. Años después, como buen autodidacta, al darse cuenta de que cometió un error al aplaudir esos temas, aceptó su error y apareció el Diccionario de la estupidez humana y El supermercado de las sectas. O incluso cuando en Votas y te vas advertía de la facilidad que tenía AMLO para que se le pegaran las cucarachas y que hoy podemos ver la infestación que existe en MORENA pero que sus agremiados dicen que van bien… No sabemos a dónde, pero van bien.
Un autor que publica tanto y tan seguido nos permite ver eso: una evolución de su pensamiento y posicionamientos. El ir atacando ideas de las que se estaba convencido porque la realidad lo ha alcanzado y se da cuenta de que el camino era erróneo es parte del crecimiento y de evitar el pensamiento dogmático. Hoy en día, dentro de las diversas ideologías políticas, llámense feminismo, izquierdismo, libertarismo (agregue aquí todos los “ismos” que usted quiera), existe una tendencia a la no renuncia. A no dar un paso atrás en las ideas, aunque la realidad les de golpes en las narices. Se han convertido en religiones de moda donde el pensamiento dogmático reina desde la comodidad de la academia. No hay una idea autocrítica que lleve a pensar: estoy equivocado, debería dar la vuelta y comenzar de nuevo, mucho menos a ustedes disculpen, nuestra idea estúpida de ayer causo daños pero ya los estamos reparando. La tendencia actual es: Nos entendieron mal, deberían estudiar, nosotros somos víctimas y nunca nos equivocamos. Si la crítica viene del exterior del movimiento, se convierte en el enemigo por definición. Si viene desde adentro, se convierte en traidor. La autocrítica no existe, el equivocado es el otro y no hay espacio para la discusión. La corrección política es la lógica de moda. Ya no hablemos del pensamiento falaz que ahorra la molestia de formular argumentos.
Rius termina por ser un autor hijo de su tiempo, ese siglo XX lleno de cambios, movimientos e ideas. Un siglo dialéctico redondo y del cual aún no terminamos de aprender. Extrañaremos al maestro que nos ayudó a dar nuestros primeros pasos en la lectura política, al señor que intentaba explicar el mundo con monitos. A sus monos los extrañábamos desde hace un rato, sus últimos libros eran más recortes que monos. En Zamora siempre será un hijo mal querido, de una sociedad católica, panista y conservadora (así con pleonasmo, señora con rebozo y toda la cosa). Desde estas líneas no me queda más que agradecer a Don Eduardo, mientras tomo un sorbo de pulque y contemplo una de sus viñetas donde aparecen los personajes de San Garabato.