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Entrevistar a la maña // By Rodrigo Santillán Cárdenas

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Por Rodrigo Santillán Cárdenas

Cuando Julio Scherer García, fundador de Proceso, publicó la entrevista que le hizo a Ismael “El Mayo” Zambada, el octogenario periodista señaló que “si el diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos…”. Cuando hizo pública su entrevista, los más conservadores del gremio periodístico acusaron que la anomalía radicaba en la pertinencia ética de acudir al llamado de un connotado delincuente.

Pero Scherer jamás la clasificó como una entrevista, ya que conoce como nadie el gremio y el alma dese género periodístico que es la entrevista, por lo que prefirió titular en portada: “En la guarida del Mayo Zambada: Crónica de un encuentro insólito”.

Scherer aceptó la invitación de un juramentado del Mayo para encontrarse con él en la guarida de uno de los hombres más buscados del mundo. Aceptó porque siempre demostró una profunda convicción de la necesidad de contar dicha historia. Este “encuentro insólito” es una pieza relevante porque sirve para comprender cosas importantes sobre la naturaleza del narcotráfico y su relación con el periodismo que se hace en México.

Y así como ocurre en el derecho, debería de haber sentado jurisprudencia, es decir, una ley aceptada a la hora de hacer entrevistas a personajes vinculados con la delincuencia organizada. Es decir, Scherer nos cuenta de la atmósfera que conduce y envuelve al capo, detalla rasgos específicos que nos dejan construirnos su personalidad y cierra con la foto que le dio la vuelta el mundo en la portada de Proceso. Jamás hace apología del personaje y mucho menos propaganda.

Aquí estriba la gran diferencia con la entrevista aparecida en el diario El Universal a Nicolás Sierra Santana, a quien apodan «El Gordo», es líder de uno de estos grupos armados de Michoacán, «Los Viagras», y ahí él dice que el procurador, el procurador José Martín Godoy, lo llevó a pactar con «El Mencho».

La entrevista, si nos atenemos al ejercicio de pregunta-respuesta- bien podría de calificarse hasta de ingenua, a modo, con preguntas fáciles sobre un tema previamente acordado. Cuando lo que debería de esperarse es que el entrevistado responda sobre los señalamientos en su contra, lo que se pone es una bandeja declarativa para que trate de un tema de su interés.

En primera instancia, la entrevista se escucha editada, y hasta superpuesta, tomando énfasis más en la respuesta que en la pregunta. Además, jamás se interrumpe al entrevistado para que aclare las graves acusaciones que hace, sino que se le permite que hable hasta de temas inconexos.

Por ello, es necesario diferenciar entre el periodismo y la propaganda, y poner en capilla este ejemplo de “entrevista” a un presunto delincuente, y lo que hizo Julio Scherer, quien optó más bien por una crónica.

Si bien, el ejercicio periodístico es de alto riesgo y en especial cuando se acude a entrevistar a presuntos delincuentes del crimen organizado, el ejercicio debe hacerse con rigor, y en este caso no limitarse a la presunta versión de un personaje sobre el que pesan señalamientos graves, esto con el fin de evitar que se les acuse de parcialidad.


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