Réquiem por el camarada Galeano// By @Ruy_Carreno
Por Ruy Carreño
“No hay dos fuegos iguales; cada persona brilla con luz propia entre todas las demás, hay fuegos grandes y fuegos chicos, fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas…”
Eduardo Galeano era un fuego centelleante; ahora, es un fuego inextinguible; su lúcida conciencia ilumina las penumbras de América Latina; su prosa revolucionaria y reflexiva, trastoca las cerdas más recónditas del espíritu humano; quien lee sus textos, inevitablemente queda deslumbrado, cuan ciego que ve la luz por vez primera; nadie como Galeano, dedicó su vida a dar voz a los que no tienen voz, a rescatar del olvido las historias ignoradas por los que escriben la historia (los vencedores, los poderosos), hay hechos y sucesos que para mí fueron inimaginables.
La noticia de su muerte acaecida el pasado lunes, me llego a través de las ondas hertzianas; quizá a muchos nos cayó como balde de agua fría; la breve nota (precedida por otra que destacaba el deceso del escritor alemán Günter Grass, ganador del Nobel de Literatura en 1999) corrió por redes sociales como reguero de pólvora, al momento la noticia fue difícil de asimilar, me resistí a creer que uno de mis escritores favoritos había muerto; pareciera que los buenos escritores están en peligro de extinción.
Nuestro querido escritor; uruguayo universal, ha trascendido a la muerte y al olvido para vivir entre páginas, en las conciencias en que hizo mella, para habitar los corazones que defienden el derecho de soñar.
Referente intelectual de la izquierda latinoamericana, Eduardo Galeano tomó la crítica política y social como bandera, a fuego de conciencia defendió la verdad y la libertad; su prosa humanista, vivificó el espíritu revolucionario de muchos jóvenes Latinoamericanos, quienes se identificaron con el escritor y periodista; aquel noviembre de 2012, la Sala Nezahualcóyotl de nuestra UNAM, fue testigo de ese cariño desbordado. Con obras como “Las Venas Abiertas de América Latina”, que por su vigencia fue para mí un destello de luz, una forma de encontrarme con la hiriente realidad del continente; con libros como éste reivindicó nuestra identidad de raza y el importante papel de América a lo largo de los siglos.
A manera de humilde homenaje escribo estas líneas; es tiempo de leer y releer a Galeano, acercarnos a la lumbrera que nos ha legado a través de sus obras; en tiempos oscuros (como los que vivimos) debemos buscar la luz de su conciencia; parafraseado al maestro, encuentro preciso decir que las pérdidas de las cosas materiales no me han dolido mucho, pero las pérdidas humanas, me duelen en el alma. ¡Hasta siempre camarada, bastión de la memoria!
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