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Razones para no ir a votar// By Luis Fabián Fuentes

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Nací en Zamora el primero de enero de 1982. Diría que soy el típico capricornio, pero no creo en tonterías. Mi vida académica me ha llevado a varias partes del país: Guadalajara, Querétaro, la Ciudad de México, Guanajuato, Salamanca y Morelia. Estudié Ingeniería en Industrias Alimentarias en el Tecnológico de Zamora, la maestría en Ingeniería Mecánica en la UMSNH, institución donde actualmente estudio el doctorado en Ingeniería Química. Profesionalmente, he sido consultor de algunas empresas y docente. Estoy casado con la ciencia y la tecnología, pero me gusta ser infiel y a veces me escapo y le pongo el cuerno con la música, la poesía y la Filosofía. En ocasiones he sido activista político, cuando la causa me convence, afortunadamente mi disciplina y ética no me da para pertenecer a ningún partido político.

Por Luis Fabián Fuentes

Parafraseando a Antonio Gramsci, un socialista italiano, que aun los que no tienen partido, terminan tomando partido: el de los que no toman partido. Es decir, los que desconocen a los partidos como sus representantes en realidad están desconociendo la legitimidad y representatividad de estos órganos.

Desde hace unas semanas, se ha ido fortaleciendo, especialmente en Guerrero, el llamado de la CETEG, los padres de los normalistas desaparecidos y de los normalistas de Ayotzinapa a boicotear las elecciones. En respuesta, funcionarios del INE han señalado que con que participe el 5% del padrón electoral será suficiente para validar la elección. El llamado a boicotear la elección tiene como fundamento el hallazgo que se realizó en los primeros días después de la desaparición de los normalistas: Políticos de todos los partidos habían apoyado o eran cómplices de Abarca.

Esto nos da la primera razón para no votar. Las elecciones se tratan de conseguir votos. Por lo cual, aunque se tenga un candidato bien intencionado, los participantes deben concretar alianzas y acuerdos, en ocasiones incomodos, con tal de llenar la urna con votos favorables y atraer recursos a la campaña. Esto los lleva a tomarse fotos, levantar manos, hacer concesiones, llenar maletines con ligas y billetes, dar la mano y un sinfín de prácticas consistentes en tragar mierda sin hacer gestos o sin cuestionar la ética de la contraparte a cambio de obtener la fuerza suficiente que permita ganar la elección. Eso sí, cuando se hace pública la corrupción de estos aliados, lo más sencillo es desligarse y salir a hacer una declaración al estilo Jesucristo en la Biblia: Nunca los conocí, apártense de mi obradores del desafuero (Mateo 7:22, 23). Ese tipo de declaraciones no nos ayuda a saber que pasó antes de que el caso en particular se hiciera público ¿Hubo más pactos oscuros? ¿Cuántas manos más de representantes del narco han sido estrechadas? ¿Cuántos amigos incomodos se han tomado fotos?

En uno de los spots del INE dicen que si no vas a votar permites que otros elijan por ti. Esta afirmación tiene un vicio de origen. Primero: el INE es el que decide que candidatos participan. Es decir, de antemano, ya hubo un grupo que eligió por el elector. El elector solo puede elegir entre un número finito de candidatos determinados por una supuesta mano experta. Estos candidatos fueron elegidos por un pequeño grupo antes del INE: La cúpula de los partidos. Así es, aún en los partidos que se rasgan las vestiduras en nombre de la democracia hay imposiciones generalizadas de candidatos. A veces es abierta, mediante dedos institucionales (PRI), consagrados (PAN), entreguistas (PRD) o mesiánicos (MORENA). Posteriormente, se les entrega a los militantes la lista de santos elegidos para que aplaudan, se pongan camisetas y repartan volantes con la geta de alguien que ni ellos eligieron.

La siguiente razón tiene que ver con pensar la democracia como una cuestión de mayorías. Si se atendiera a eso, el abstencionismo siempre ha sido mayoría. Es más, el INE hace fiesta cuando la participación en las simulaciones democráticas rebasa el 60 %. Así que un candidato que gane de calle, pensando en que gane con un 50% de los votos a su favor, en realidad solo tiene el 30% del consenso entre los ciudadanos, el abstencionismo, con casi un 40% le gana fácilmente. La mayoría de las personas tenemos la credencial porque sin ella no nos permiten cobrar la quincena en el banco. Además, la mayoría en el abstracto es ilusoria. Las consciencias en un país de gente con hambre y que no ve diferencias entre un candidato y otro, donde los debates terminan en sacar el corruptometro y señalar a cual se le saben más cosas, las consciencias de las mayorías se compran con turismo político, llenando autobuses para llevar gente a los mítines, tortas, naranjas, frutsis, tarjetas, despensas, bultos de cemento, fertilizantes y hasta tinacos.

La gente termina escogiendo entre el menos peor. Incluso los defensores férreos de las elecciones lo saben y terminan justificándolo en el mismo sentido: “prefiero a estos que a aquellos”. Así es, se concluye que es un asunto de simple preferencia ya que en realidad no hay forma de ubicar un proyecto diferente, solo un montón de discursos difusos.

Para colmo, la mayoría de los mexicanos que no estamos afiliados a esas franquicias electoreras, mal llamadas partidos, un partido es algo más amplio que abordaré en textos futuros, se mantienen de nuestros impuestos. Así es, lejos de ser mantenidos exclusivamente por sus militantes, los cuales creen a ultranza en las migajas democráticas que les ofrecen y las saborean con ternura inusitada, tenemos que pagar todos por su existencia. Pagamos no solo los salarios de su burocracia, las camisetas, las despensas, las gorras y banderitas de la simulación se pagan de nuestra bolsa.

Pero, no basta, como lo hizo Denise Dresser hace unos años, con llamar al voto nulo. Presentarse a anular el voto implica reconocer el show de la elección. Implica reconocer la elección como la única forma de participación política de las personas. Implica reconocer que basta con solo poner la boleta en la urna y luego irse a trabajar y dejar la participación para el día que el calendario electoral vuelva a llamar a la participación. Hace falta la construcción de formas democráticas más amplias y directas. Formas que realmente representen a las comunidades, a los trabajadores, que rebasen los discursos y ofrezcan verdaderas alternativas de un cambio democrático. Esto es una tarea larga y por lo tanto urge realizarla antes que asimilar a las formas mediocres y camufladas que nos ofrece el sistema actual.

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