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La persistencia de lo inútil / By @indiehalda

“Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.”

Jorge Luis Borges

 Por Oscar Hernández

Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental.  Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse. A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.
Oscar vive con su esposa, su biblioteca musical, su perro y su gato en el sur de la ciudad más guapachosa del hemisferio occidental. Una extraña mezcla de hipster, Godinez, otaku y cargador de central de abastos, Oscar opina de casi todo, regularmente sólo para quejarse.
A Oscar le gusta el post-rock, Haruki Murakami, los atardeceres, el Boing de tamarindo y -para su desgracia- todo lo que engorda, alcoholiza o es socialmente reprobable. Pero hey, se la pasa bastante bien. Su columna habla del acontecer económico, político, social y cultural del DF visto por un moreliano de corazón.

Hoy es el día 5 del mal del Robben, del virus naranja, de la fiebre neerlandesa…

Sí era penal, pero el subconsciente colectivo prefiere echarle la culpa a alguien más de la debacle tricolor: al árbitro, al enorme Arjen, a los dioses del estadio, a la FIFA, a los panistas manoseadores, a quien sea. El país se resiste a apagar la luz, recoger las botellas y -de una vez por todas- admitir que se acabó el sueño verde.

Usando mis escasos dones de clarividencia, ya veo a los medios por estas fechas dentro de 4 años hablando ooootra vez de la maldición que nos impide llegar al quinto partido, y del “compromiso” de lograr lo que para ese entonces tendrá nada menos que 32 años (o 7 mundiales) sin lograrse: llegar  a cuartos de final.

Atestiguar la forma tan obcecada en que hemos llevado la eliminación mundialista, ante un panorama tan sombrío en nuestro frente local, me avienta a la cara la ineludible verdad del mexicano: olvidamos muy pronto lo elemental, y grabamos en piedra lo trivial.

La irrelevancia mundialista es objeto de titulares por doquier. Ríos de tinta, gigabytes de enojo contenido, explosiones de ladina creatividad en forma de corridos, baladitas a ritmo de ukulele, memes sin fin y el conteo de los días en que aún no superamos esos 8 minutos fatídicos.

Haciendo uso de una canción de Emmanuel, nadie parece aceptar que todo se derrumbó dentro del Tri, dentro del Tri.

Al país parecen importarle poco los temas en que estamos -usando la analogía futbolera de moda- perdiendo por goliza y en tiempo de compensación: educación, economía, empleo, seguridad, fortaleza institucional, estado de derecho. Las anécdotas de los muchos funcionarios mexicanos en el mundial –unos disfrutando de merecidas vacaciones, los más haciendo el ridículo y gastando como jeques- se convierten en simple humo con el pasar de los días. Los implicados vuelven a un país desmemoriado, a una vida  de malos resultados y enriquecimiento voraz.

El discurso presidencial gira en su totalidad en torno al fútbol y las esperanzas depositadas en un grupo de personas que ganan en una semana de patear un balón más de lo que gana un científico en 1 o 2 años, o un campesino en 5 o 6. Nada de la crisis humanitaria de los niños centroamericanos que cruzan el país en una bestia de acero –Historia sin Fin trágica– ni de las fosas de cuerpos en Veracruz. En este país el ejecutivo habla de lo bueno, que de lo malo se encarguen los demás.

El domingo pasado, mientras manejaba a casa de mi hermana para ver el partido, el ánimo en las calles era festivo: playeras verdes, pelucas de Paco Memo y caras pintadas enmarcaban el escenario para una gesta heroica.

Cuando la gesta se malogró, el golpe fue brutal: se volvía a vivir al día, a sostener con pinzas una realidad lacerante. Al gobierno le cayó de perlas el mundial ante tanto tema sin control, pues por unos días se olvidó el desgobierno michoacano, el convulso Veracruz, las fronteras norte y sur ensangrentadas, la economía que no ve la luz al final del túnel. Hoy que la vorágine tricolor se ha desvanecido, Michoacán, Veracruz, las fronteras y la economía siguen ahí, quizá peor que hace 20 días que se desatendieron para seguir al balón. No estuvo mal el bocadillo futbolero, pero seguir comiendo de él nos hará daño cuando se pudra.

Se ha bajado el telón para el once mexicano, regresemos a los temas importantes.

Y, se los suplico, ya superen lo del penalti.

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