Seis meses después, el virus sigue vivo/ By @ManuelOchoa_
Por Manuel Ochoa
Durante los primeros seis meses del gobierno de Peña Nieto los homicidios relacionados con el crimen organizado mantuvieron el nivel de los últimos meses del gobierno de Felipe Calderón. La administración de Calderón es recordada como aquella que inició una guerra con el crimen organizado con una estrategia sin pies ni cabeza que provocó violencia sin control. Ahora el discurso ha cambiado, pero las cifras indican que la violencia continúa a niveles que siguen destruyendo pieza por pieza el tejido social de la sociedad mexicana.
Cifras indican que, en promedio, dos mil personas al mes son asesinadas en México, la mitad de ellas con características relacionadas a homicidios de la delincuencia organizada. Sin embargo esto ya no es primera plana de los periódicos del país, ni mucho menos noticia en los noticieros estelares de la televisión mexicana. Que suceda esto en definitiva es positivo para la imagen que se proyecta del país, pero que ya no se hable del problema no significa en lo absoluto que haya sido resuelto.
Aún no ha sido clara la diferencia en la estrategia que ha implementado el gobierno de Peña Nieto para reducir la violencia en el país, la cual fue una de sus principales promesas de campaña. Aunque aún es prematuro hablar de resultados claros, donde el propio gobierno federal se impuso un año para mostrarlos y evaluarlos, vamos a mitad de camino y no se han visto muchos avances.
Después de todos los daños colaterales causados por la guerra calderonista, existen algunos casos de éxito donde ciudades que se consideraban perdidas como Ciudad Juárez, Tijuana, y Monterrey, hoy en día viven niveles de violencia muy por debajo de hace algunos años. En todos ellos la participación de la ciudadanía tuvo un peso importante al presionar a gobiernos locales para depurar policías, fortalecer el sistema de justicia, y romper con la base social del crimen organizado. Las ciudades en los que ahora incrementa la violencia como Guadalajara, Morelia y el Distrito Federal, deben tomar estos ejemplos para prevenir llegar a niveles de violencia como ocurrió en otras regiones.
Michoacán es el Estado que más ha sufrido por el crimen organizado, la delincuencia se ha infiltrado de tal forma en la base social que ha sido necesaria la creación de guardias comunitarias o grupos de autodefensa defenderse del crimen organizado que controla plazas cobrando rentas territoriales y de comercio, incluso en algunos municipios la propia delincuencia cobra estas cuotas dentro del palacio municipal, actuando como un actor político trascendental.
Recuperar Michoacán será el reto más importante para el gobierno de Peña Nieto, ya que cortar las raíces tan profundas del crimen y recuperar el tejido social implica una estrategia integral que conllevará millones de recursos, esfuerzo, inteligencia, y tiempo para lograrlo. Los gobiernos locales, prácticamente infiltrados en su totalidad, tendrán que ser apoyados, y dirigidos por el gobierno federal para que puedan recuperar el territorio y control de los recursos y de la política misma, controlada por la delincuencia organizada.
El discurso ha cambiado, el impacto mediático también, pero la furia violenta sigue, y México sigue sangrando, azotado por esos grupos que viven cobijados por la clase política mexicana, desde los niveles más locales, hasta niveles federales, donde los únicos que podrán ganar esta batalla, son los ciudadanos organizados, unidos, y fortalecidos por un mejor futuro pacífico para México.
Twitter: @ManuelOchoa_
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