Viajes / by @silixone
Por Sr. Suave
Las últimas veces que he viajado dentro del país, particularmente en camión, me he percatado que es muy cómodo, por largo y tedioso que pueda llegar a ser el trayecto, resultan muy cómodos, los autobuses que recorren el territorio nacional (que le pese a quien le pese, no es territorio de Slim), son cada vez más avanzados tecnológicamente y eso es sorprendente.
Por la situación geográfica en la que he vivido con mi familia, que relativamente es lejana a donde se encuentran todos los familiares, digamos concentrados; o en pocas palabras, por vivir en otro estado, diferente a donde se encuentra el resto de la familia. Desde que era pequeño, tengo muchos recuerdos de viajes en conjunto: papá, mamá, mis dos hermanas y yo, viajando de un lugar a otro, sin llegar a los extremos del gitano, ahí andábamos siempre todos, de mañana, medio día, tarde noche o madrugada, recorriendo las carreteras de este territorio nacional (que es de los mexicanos, de los que lo trabajamos, y no lo explotamos); algunas veces en carro, otras en algún aventón con algún familiar y muchas otras en autobuses.
Aún recuerdo, cuando era muy pequeño y había necesidad de viajar en autobús, eran unas putizas tan grandes, que pedía esquina. No era el servicio elegante y distinguido que recibimos hoy en día, los boletos no estaban sujetos a los lugares asignados en un sistema electrónico que controlan el espacio como ahora, no, en ese tiempo los autobuses no tenían aire acondicionado. No chavos, en aquel tiempo, llegabas a las terminales de autobuses y había un madral de gente haciendo fila para obtener un boleto para el camión, y todos los que podían comprar uno se amontonaban para comenzar a abarrotar el dichoso autotransporte, porque eso sí, los primeros que llegaban, a agarrar lugares y los que fueran llegando despuesito, ni pedo, a viajar parados, amontonados, como vayan llegando, así tipo puesto de garnachitas del barrio. Y no siendo esto suficiente, durante el trayecto se iban parando de cuando en cuando para recoger a más gente o bajar a quienes fueran llegando a su destino.
No había televisiones en los autobuses. Tenías que venir chutándote el aromita de los que venían alrededor, se bañaran o no, tenías que venir en un espacio juntito, hombro a hombro con quien estuviera a tu lado y ni de pedo la podías hacer, no porque no se pudiera, sino porque no había más opción.
Recuerdo la primera vez que me subí a un camioncito con televisión, fue toda una onda, porque la televisión (literal, era una televisión de aproximadamente 20”, con la cajota y todo el pedo) iba hasta el frente, justo detrás de la nuca del conductor, y obvio, el volumen no podía ser muy alto, porque no había puertitas que separan la cabina del conductor con el resto de los pasajeros, todo era parejo y sin escoger, como se escuchaba en los mercados. Desde la parte de atrás alcanzábamos a ver muy tenuemente al teniente Dunbar acompañado de “calcetines” en sus patrullas en territorio indio (no es propaganda), en aquella premiadísima “Danza con Lobos” y ni hablar del sonido, no se escuchaba ni madres. Yo estimo que eso fue en 1992, aproximadamente, ya que esa película salió a la luz en 1990 y tomando en cuenta el tiempo que pudiera haber tardado en llegar a formato VHS o Beta respectivamente (ya luego hablaremos de esos temas), así que ya más de 20 años que se le hacen modificaciones a los transportes terrestres en nuestro país.
Ahora, no manches, cada asientito trae un tableta montada en el respaldo del pasajero de en frente; los asientos bien agusto, cómodos, no tienes que chutarte la película culera que al chofer le venga en gana programar o la que se programe de antemano; escoges si quieres escuchar música, ver películas, series, documentales, juegos para los chavitos; te dan tu sándwich, tu refresco, agua, no es lo más nutritivo del mundo, pero sí ataranta el hambre cuando te asalta a medio viaje. La neta, así ni se siente el viaje o viajesote que te pongas. Lo que si se me hace de destacar es que con tanta tecnología, la seguridad sea una mamada, pero de eso ya hablaremos después.
De esta manera, hasta los más morritos, pueden disfrutar y agarrarle el gusto al viaje. Ahí sí, nomás atención, cuiden a sus chamacos, no vaya a ser que confundan luego el viaje en autobús, con un viaje en ácido o luego lo quieran chamaquear cuando este hablando de sus “viajes” con el pasado viaje a la playa.
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