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Fanátic@s @AnnHiellow

Por Ann

Nací en el DF en pleno verano. Soy maestra, freelance, instructora, redactora, columnista y todóloga. Disfruto de leer, pintar, escribir, chacotear en conciertos y he de confesar que una de las cosas que más disfruto en la vida es comer garnachas en mi casa viendo películas con mi familia y mi perro Isabel. El objetivo de este espacito es regalarles un chisporroteo de reflexión, despertar ese gusarapo de la curiosidad que dormita en lo más profundo de sus macetotas, además brindarles un ratito agradable y de descoque reflexivo.
Nací en el DF en pleno verano. Soy maestra, freelance, instructora, redactora, columnista y todóloga. Disfruto de leer, pintar, escribir, chacotear en conciertos y he de confesar que una de las cosas que más disfruto en la vida es comer garnachas en mi casa viendo películas con mi familia y mi perro Isabel. El objetivo de este espacito es regalarles un chisporroteo de reflexión, despertar ese gusarapo de la curiosidad que dormita en lo más profundo de sus macetotas, además brindarles un ratito agradable y de descoque reflexivo.

Durante la época electoral, las pasiones por tal o cual candidato o partido no se hicieron esperar, al grado de llegar a ofensas muy extremas si uno concordaba con tal o cual propuesta. A mí, la verdad me dio mucha flojera toda esa dinámica en la que te atacaban si manifestabas que votarías por tal o cual candidato, porque incluso podías ser víctima de muchos ataques por no concordar con las ideas que muchos pregonaban. Me di cuenta que, en muchos casos,  no era más que el fanatismo hablando,

¿Qué papel juegan los fanáticos dentro de una religión u organización cualquiera?

Bueno, el fanático  no es característico de  tal o cual afiliación. Está prácticamente presente en cualquier grupo y lo podemos encontrar representado desde el catolicismo más acérrimo al ateísmo más extremo.

El fanático se caracteriza por su inflexibilidad, o sea, sufre tremenda incapacidad para adaptarse a su medio ambiente, lo que lo hace pensar que su entorno  (y por lo tanto, quienes lo rodean), canalizan su agresividad hacia él.

El fanático muestra incapacidad para ver dos aspectos de una misma cosa a la vez. O es blanco, o es negro, jamás gris. El tratar de demostrarle a un fanático que algo es bueno y malo a la vez le generará angustia y posteriormente ira.

Usualmente, el fanático (de cualquier postura) habitualmente manifestará frustración, indignación, rabia y/o ira cuando se intente conciliar su idea de lo que está correcto con lo opuesto. Éste probablemente apele a alguna de las siguientes reacciones:

1. Descalificación: El opositor pasa automáticamente a ser del “bando de los malos” porque toda posibilidad de diálogo queda eliminada. Salen frases como “es que tú no estás informad@”, “eres un/una vendid@”, “te vas a condenar”, “eres un esclavo de un dios que no existe”, etc.

2. Indignación sublime: El fanático suele apelar a un sentimiento de indignación enorme, el cual justifica a través de otros o de una acción: “No eres capaz de pensar en los pobres estudiantes”, “es que es un gobierno represor”,  “es que no piensas en los demás”, etc. Ante este tipo de respuesta, lo mejor es retroceder y retirarse para evitar enfrascarse en una discusión sin rumbo.

3. Apelar a normas escritas o de uso común.

Uno de los recursos a los que recurre el fanático cuando se queda sin ideas para continuar con el ataque es el de recurrir a fuentes escritas que suelen ser inapelables como el caso de la Biblia.

Es triste y agotador tratar de dialogar con un fanático porque, luego de unos minutos u horas, se puede vislumbrar el vacío omnipresente en sus argumente. Suelen apelar a la lógica, pero una lógica muy personal. El problema principal con los fanáticos es su lógica circular y excluyente. Es decir, los planteamientos que apoyen su postura son aceptados mientras que los que se opongan son rápidamente descalificados.

Es importante saber por qué hacemos tal o cual acción, por qué creemos en tal o cual cosa, hay que cuestionar porque nada de lo ya escrito es infalible.

Cuando somos capaces de flexibilizar nuestra postura, le demostramos al otro que es posible cambiar sin perder dignidad y sin sufrir en el proceso. Nuestro esfuerzo debe dirigirse a encontrar puntos en común y darnos cuenta de que las diferencias son sólo superficiales. Sólo esta actitud abre las puertas al diálogo y evita que nos convirtamos en “fanáticos del antifanatismo”.

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