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Trabajos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en cinco sitios prehispánicos de Michoacán permitieron dar con una cámara funeraria de más de mil años de antigüedad en la Zona Arqueológica de Tingambato.
Al parecer se trata de una osamenta del sexo masculino acompañado de 19 mil cuentas de piedra verde, concha y huesos humanos.
Aunque todavía no se ha identificado al individuo, la complejidad en la arquitectura de la cámara mortuoria y la riqueza del entierro, que datan del periodo Clásico (200 a 900 d.C.), indican que se trata de los restos de un personaje de alto rango de la antigua urbe de Tingambato.
Aún no se ha podido identificar la filiación cultural del entierro, pero se infiere que, posiblemente, la cámara corresponde a la tradición funeraria de Occidente, a la que pertenecen las tumbas de tiro y las de El Opeño, aunque éstas comenzaron a construirse durante el periodo Preclásico (300 a 200 a.C.) , con continuidad en un lapso del Clásico (400 a 600 d.C.).
El espacio funerario se compone de un techo de lajas trabajadas en formas angostas y alargadas, encimadas una en otra, pegadas con lodo, y colocadas en dirección contraria a las manecillas del reloj; en tanto que los muros son de piedra recubierta con un repellado elaborado con fibras vegetales.
Con información de El Universal.