El Santo de ilusos
Por Luis Bracamontes
Según el INEGI, el 83.3% de la población en México somos católicos. Así que muy seguramente te identifiques con este coqueto escenario: eres una quedada y volteas tu San Antonio pa’ que te consiga marido. Eres narco y le haces un mega altar a Malverde. Eres una persona cualquiera y le prendes la veladora al santito para que el marido ya no llegue borracho en la madrugada.
Ésta será sólo una observación sobre una incongruencia, o al menos eso creo, y que me genera muchas dudas sobre el dichoso monoteísmo en la iglesia católica.
Sé que no soy el único con este tipo de cuestionamientos y de hecho, me gustaría una respuesta de mi colega columnista, el Padre Pistolas para darme mis coscorrones y sacarme de esta perra duda.
(http://www.changoonga.com/columnas-changoonga/vivir-en-felicidad/)
Para ser una religión monoteísta, centrada en la Santísima Trinidad (que igual cuenta por Uno), se le presta demasiada atención a santos varios y distintas modalidades de vírgenes (quesque todas son la misma).
Incluso (no vaya a osar yo a blasfemar) se llega a tener más devoción por un santito cualquiera “cumplemilagros” que por el que según dice nuestro credo, es Todopoderoso y Omnipresente. En muchas iglesias abundan más las veladoras en los altares de los santos y ¿para el mero, mero? Ninguuna o dos, tres.
Una ocasión me llegó una tentativa de explicación a este curioso fenómeno del catolicismo mexicano a través de un profesor con “dotorado” en historia.
Según que debido a los antecedentes de politeísmo prehispánico, la adaptación (y mutación) del catolicismo con la evangelización del nuevo continente tuvo que ir sustituyendo los vacíos de los dioses secundarios y terciarios con figuras alternativas a Cristo (o séase, santos, vírgenes, mártires, etc.) para “lubricar” la imposición evangélica.
En fin, ésa es sólo una versión; puede que casi nadie sepa qué ha ocurrido a ciencia cierta. Sólo pretendía con esto expresar este bichito de la curiosidad e inconformidad y despertárselos o motivárselos a ustedes también, bizcochos.
¡Apapachos y sillu necs güic!
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