El canto de las sirenas #yoSoy132
Por Rafael Escutia- Garmendia
El movimiento #yoSoy132 es la sal que le hacía falta a este mole que conocemos como “proceso electoral 2012”. Pero así como la sal en la comida, si se pasa tantito o si no se le echa lo suficiente uno termina diciendo: “pues se veía bien el mole, pero estaba desabrido”.
El movimiento #yoSOY132 parece dibujar, el “despertar de una nueva ciudadanía” crítica, con capacidad de movilización, discusión y propuesta. Sin embargo, en el fondo #yoSoy132 es un movimiento arrogante, excluyente y de fina parsimonia.
Lo es porque se asume como “el despertar de las y los jóvenes” cuando ni siquiera en su discurso logra ser plural. No es lo mismo hablar de juventudes y con ello, hacerlo desde diferentes ópticas y realidades que, hablar de varios temas desde una misma postura o enfoque. #yoSoy132 toca varios temas desde una misma postura. No tiene liderazgos plurales, diversos y con causas propias porque por su origen: el de un privilegiado grupo de jóvenes que puede ir a la universidad, comparte en esencia los mismos códigos y las mismas aspiraciones.
#yoSoy132 representa a un pequeño grupo de jóvenes cuyo ímpetu merece el reconocimiento y espacio público, sin duda. Empero como todo movimiento, éste debe ser analizado y valorado con mesura. #yoSoy132 ni siquiera representa al sector total de jóvenes y juventudes que hay en México. Si acaso, esboza la silueta del total de la población entre 19 y 23 años, en donde apenas 1 de cada 4 jóvenes puede llegar a la universidad según datos de la SEP.
Si bien, la “unión” entre jóvenes de universidades públicas y privadas es un hecho esperanzador de una sociedad que se reconoce y vincula, no es en el fondo la representación de un comportamiento social cotidiano. No lo es pues de los 36.2 millones de jóvenes que hay en México ni siquiera 4 millones de estos llegarán a pisar una universidad por lo que pensar que “la unión” de universitarios de escuelas privadas y públicas representa la unión de un país, es ambiciosa y desmedida.
#yoSoy132 es arrogante y excluyente pues se presenta como un “movimiento comprometido” y olvida entonces que antes de que saliera a las calles, lo hacían ya millones de jóvenes – de juventudes – lo hacían trabajando, estudiando, buscando un espacio en esta sociedad que no es una sola. Es excluyente y de fina parsimonia cuando asume como suyas pero con vestimenta de marca, un smartphone, una ipad , la agenda y “dolor de los pueblos indios” sin tener si quiera en sus voceros a un liderazgo que provenga de este sector.
En su arrogancia, parece perderse entre el optimismo, el entusiasmo y la ingenuidad. Estamos ante jóvenes que hablan, exigen, se movilizan y utilizan los mecanismos a su alcance como las redes sociales en donde valga el dato, México cuenta con 32 millones 807 mil 240 usuarios de internet de los cuales, el 23% es decir, 7 millones 530 mil 295 tiene entre 18 y 24 años de edad según INEGI. Sin embargo, el 80% de los jóvenes que usan el internet lo utiliza para chatear y no para organizarse a decir de la ENJUVE 2010, por lo que sus intentos para tratar de incidir realmente en las agendas de la vida pública e institucional ameritan cambios urgentes pues la decisiones fundamentales de un país como el nuestro no se toman – aún – a partir de twitter o facebook. Ahí la pobreza del canto de las sirenas.
Comprendo que en este punto muchos #yoSoy132 estarán pensando: “io me organic a partir dl feis”, “salí a las klles xq recibí la invitación x tw”. ¡Ajá, felicidades! pero ni los estudiantes del ´68, ni los maestros, ni los obreros han logrado cambios sistémicos sólo con movilizaciones, han necesitado más que sólo ser “muchos”.
Como todo movimiento, #yoSOY132 surge sin una metodología, una agenda definida y clara. Se aglutina más por el fervor que por un objetivo en común a largo plazo.
#yoSoy132 tiene como retos son resistir a los embates de un sistema que ni termina de irse y ni permite cabida a uno nuevo; deberá resistir también a el cansancio, a las interminables asambleas, las discusiones y reuniones; fortalecer y generar nuevos liderazgos con capacidad operativa, de negociación e incidencia, todo eso, antes de que como a los “líderes del 68”: sean reclutados por un partido político y entonces, ser presas de un sistema que soñaron cambiar.
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