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Serpientes y escaleras// By @dr00giemark

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Serpientes y escaleras en la construcción del Estado e imaginario mexicano

Por Marco Ballesteros

La Historia fundacional del Estado mexicano es muy interesante, en dicho episodio convergen: tres formas de gobierno, dos proyectos constitucionales, múltiples funcionarios y actores políticos, diversas ideas de nación, rebeliones locales-nacionales, dos invasiones extranjeras, e infinidad de proyectos económicos. Tales características hacen que el periodo 1821-1855 sea tan rico en sucesos y que aún en la actualidad se conserve relativamente poco explorado y entendido.

El periodo en cuestión es muchas veces olvidado y empañado por el discurso histórico oficial debido a lo vergonzoso que es para el adoctrinamiento de masas señalar abiertamente que en menos de treinta y cinco años el pujante sistema político, económico y social construido en la colonia fue desmantelado por la inoperancia de las instituciones establecidas en la post independencia así como por las constantes pugnas entre las elites para acumular poder y controlar territorios.

Si este discurso se analiza imparcialmente observamos que no solo oculta y/o maquilla episodios históricos, sataniza y ensalza actores sociales a placer, además de idealizar el génesis nacional. De esta manera la historia oficial confunde al receptor al emitirse como un conjunto de fechas, nombres, batallas y lugares que son percibidos como aburridos, tediosos, innecesarios, carentes de utilidad o sentido. Si logramos interesarnos por la historia mexicana y sortear las parcialidades difundidas en la enseñanza básica podremos entender las fallas de origen del Estado así como los diversos problemas y tensiones del pasado y actualidad.

Dicha tarea no es fácil, el mexicano es altamente “patriótico” y guadalupano, asume la historia nacional como un dogma incuestionable e inamovible puesto que justifica, victimiza y culpabiliza comodinamente a diversos fenómenos externos de los males del país en lugar de asumir la responsabilidad histórica de los mismos. Para mayores detalles, observemos los componentes básicos del relato histórico impartido al interior del Sistema Educativo Nacional:

En primer lugar, las materias de “Historia de México” son impartidas al estilo de una fantasía quasi kafkiana o del realismo mágico puesto que se muestran los acontecimientos a manera de un relato épico – mesiánico. Nuestra historia oficial es por lo tanto una mezcla de acontecimientos reales con diversos imaginarios, opiniones- sentimientos y sensaciones del emisor, e incluso relatos  fantásticos carentes de sustento histórico.  

El relato fundacional, aglutina arbitrariamente a las diversas culturas nativas en su discurso, señala que estaban estos, feliz y armónicamente gozando de su civilización cuando de repente aparecen en escena los españoles que les esclavizan y dominan por trescientos años. Acto seguido, cansado de los abusos del gobierno absolutista el desinteresado cura Hidalgo se levantó en armas para aliviar los males del pueblo desamparado a su suerte; una vez  fusilado, diversos personajes heroicos contribuyeron a la consumación de la independencia y fundaron una nación que de acuerdo con sus características y ventajas geográfico-naturales, se encaminaría rápidamente rumbo al progreso y prosperidad  propia de las potencias del momento.

En escena, aparecen perversos gobernantes y hombres que buscaron el bienestar particular por encima del general, el país dio un giro frigio a sus altas expectativas, se sumió en la ingobernabilidad y se perdió el territorio en manos de los norteamericanos. Posteriormente, cuando las cosas intentaban componerse por el Benemérito de las Américas y sus colegas reformistas, el país fue víctima de la intervención francesa y un proyecto imperial.

Más adelante, en el discurso se culpa de los males nacionales y de la opresión a un dictador que orilla a los mexicanos a iniciar un levantamiento armado con tintes románticos y socialistas. La Revolución culminó con la institucionalización de la vida política representada en la figura del partido único, considerado por muchos como el causante de las desigualdades sociales y que en conjunto con la oposición alternante sumió a este país en la pobreza extrema, una guerra injustificada, la anarquía e ingobernabilidad.  

Observamos entonces que el mexicano aprende un discurso mítico, cómico, mágico y musical, carente de reflexión o análisis; en esta narrativa, el país es víctima de las circunstancias, de las presiones e intereses externos. Cómoda, ventajosa y comodinamente, el emisor y sus protagonistas son idealizados, absueltos de responsabilidad moral e histórica; resulta por lo tanto más fácil y menos comprometedor culpar a otros que asumir los errores de dirección y la responsabilidad que se tiene con los mismos. Notamos por lo tanto ante esta forma de entender la historia, que el ciudadano normalmente culpa a las instituciones, terceras personas, a dios y a la suerte de los problemas que le aquejan; nunca asume responsabilidad ante ellos.  

Critiquemos un poco algunas de las lagunas mentales del discurso oficial en el periodo que nos ocupa, entremos en materia:

Antes que nada, lo mexicano no inició en la época precolombina,  el concepto es propio de la cultura occidental pues surgió en el siglo XVIII con el Patriotismo Criollo, movimiento que respondía enérgicamente a los señalamientos de diversos ilustrados euro centristas que demeritaban los progresos técnicos y conocimientos de otras latitudes. Al mismo tiempo, los impulsores de esta corriente buscaron acceder a los cargos públicos coloniales, por ello se apropiaron del pasado indígena; declaraban ser los únicos  con derecho a ostentar el poder por ser producto de la mezcla racial y cultural suscitada entre indígenas y europeos.

Los patriotas criollos nunca pensaron cambiar el sistema de gobierno, mucho menos integrar a los indígenas a su proyecto. Al no tener acceso a los cargos virreinales y con las crecientes exacciones fiscales impuestas por la Corona, consideraron la idea del autonomismo para defender sus intereses económicos y políticos,  sin pensar en una total separación de España. Dichas pretensiones influyeron en gran medida a la posterior lucha de la independencia.

La independencia se obtuvo tras diez años de lucha irregular, puesto que la insurgencia de Hidalgo y compañía duró  poco menos de  la mitad del tiempo. Una vez sofocada la insurgencia, la colonia se pacificó y volvieron relativamente a la normalidad las actividades político-económicas a pesar de la lucha de guerrillas. De esta forma, es lógico señalar que la nación mexicana fue fundada en 1821  y no en 1810 como se  ha impuesto en  las costumbres patrias, ajustadas para que coincidieran con el onomástico del presidente Porfirio Díaz.

La consumación de 1821 implica la independencia obtenida fuese ajena al movimiento original ya que fue promovida por las elites coloniales que buscaron perpetuar sus privilegios. Además esta se gestó como reacción al liberalismo español, que obligó a Fernando VII a establecer la monarquía constitucional en la metrópoli.  La nueva nación, sustentada bajo el Plan de Iguala y los tratados de Córdoba, escritos por Agustín de Iturbide, pedían al exterior el reconocimiento su independencia, mientras al interior se debatía sobre el tipo de gobierno que debía adoptarse y sobre las formas en las que se sostendría a las instituciones de Estado.

En un periodo breve, México pasó de colonia a ser monarquía constitucional y República Federal; parecía tener todas las ventajas  para convertirse en potencia y se desmoronó  estrepitosamente, las causas son diversas:

En primer lugar, a diferencia de Estados Unidos, México carecía de una clase social preparada para gobernar debido a que los peninsulares controlaban los altos cargos durante la época colonial. En cuanto los criollos adquirieron poder e independencia, carecieron de la experiencia y disciplina necesaria para asumir la dirección de los asuntos públicos.

En la Constitución de 1824 se estableció: el federalismo como forma de gobierno para la nación, la igualdad entre los habitantes del país, abolía la esclavitud, establecía la división de poderes, promovía la libertad de prensa, la autonomía de las entidades federativas, entre otras cuestiones. A pesar del impulso liberar quedaban múltiples cabos sueltos como:

  • El concepto soberanía, supuestamente residía en el pueblo, pero a la vez era depositada en el Congreso y a su vez la ostentaban las entidades federativas y el Ejecutivo, lo cual generaba diversos problemas de gobernabilidad al interior del país.
  • Se otorgaba igualdad entre los habitantes, pero nunca se definió al ciudadano, esta concepción quedaba a consideración del modo honesto de vida o la renta del habitante como mecanismo para votar y tener derecho a ser electo;
  • Igualmente no se definió la propiedad privada ni la forma en que el ciudadano podía acceder o salvaguardarla, dicha circunstancia originó que las leyes, ordenanzas y estatutos económicos coloniales continuaran  vigentes durante la época y que las élites económicas consolidaran sus propiedades y beneficios.

La Constitución y el federalismo mexicano trajo diversas consecuencias al rumbo del país, como la constante lucha de facciones y la insubordinación de las entidades al gobierno central en la lucha por el poder, esto en conjunto con el desconocimiento territorial y la escasa población fuera del altiplano mexicano ocasionó  la separación total o temporal de diversas entidades de  la federación y posteriormente la pérdida del mismo en la invasión norteamericana.

El México post independiente era un enfermo terminal que se debatía entre la vida y la muerte,   debido a sus problemas internos y externos, la deuda pública, los intentos de reconquista, la codicia de sus dirigentes y la pasividad casi convenenciera de sus habitantes; el enfermo tenía un virus, eran sus mismos habitantes que no asumían su rol en el juego, que renegaban de ser mexicanos. No obstante el país salió a flote, pero muchas de las fallas de origen  de la “triunfal” emancipación se resolvieron décadas después, incluso en pleno siglo XX, muy a nuestro pesar bajo la dirección del partió único y su “dictadura perfecta”, la cooptación y  el paternalismo estatal.

A manera de conclusión señaló que a pesar de querer adoptar en nuestro discurso histórico al pasado indígena, no debe olvidarse que aunque se quiera demostrar lo contrario,  somos una nación que estrictamente pertenece a la cultura occidental y al capitalismo, por lo tanto no podemos desprendernos de nuestra tradición hispana, mucho menos de las costumbres euro céntricas que invaden nuestra cultura; a pesar de que esperemos un líder mesiánico que resuelva nuestros problemas y tensiones irresueltas.

Igualmente, no importa el modelo político-económico que se implante o se adopte en el país si al interior no se tiene una población homogénea, con una cultura común  y un territorio unificado; las naciones multiculturales históricamente han colapsado o fragmentado tarde que temprano, esto pudiera llegar a ser el destino de este país temeroso al cambio, con las reformas estructurales malhechas e impuestas arbitrariamente y que lamentablemente sostiene un discurso que  descansa sobre  castillos en el aire.

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