Virtualidad
Por Luis Fabián Fuentes Cortés
No recordaba bien desde cuando le comenzó a gustar. Solo era una imagen que le era familiar, pero el trasfondo le era totalmente desconocido. Nunca intercambió una palabra en la vida real con ella. Chat, comentario, like, solicitudes de juego. Eso era todo lo que había entre ellos. Una foto de perfil donde ella sonreía. Eso le bastó para enamorarse. Vivían en la misma ciudad y a pesar de ser “amigos” en la red, en la vida real, jamás habían compartido un café, un paseo, una conversación real.
Le gustaban los post que ella subía. Ignoraba que la mayoría era producto de un “copia y pega” con asistencia de un buscador. En la vida real, le costaba hilar una oración de más de cinco palabras. Para Daniela, era igual poner algo de Sartre que de Og Mandino. Le bastaba con que sonará bien, no le importaba el contexto, ni la profundidad. El océano y el charco eran equivalentes, ambos estaban llenos de agua y el agua fluía. Nicolás no era precisamente el tipo de hombre con el que saldría. Pero, le caía bien en el ambiente de la red. Le gustaba recibir elogios y likes en sus fotos, que le dijeran que se veía bonita. Nicolás era siempre de los primeros en seguir el ritual y además elogiar la profundidad de las frases.
Nicolás estaba enamorado de un fantasma. Jamás conocería a Daniela. Jamás conocería ese lunar junto a sus senos o la vería juguetear con su pelo. No sabría que le gustaba el café con leche en lugar de crema y que tenía gusto culposo por las galletas de animalitos. Tampoco se enteraría de que le gustaba el aroma a jazmín y que pasaba horas en el jardín de su abuela disfrutando el aroma de la planta.
Un día, Nicolás se animó. Le envió un mensaje por el chat. “Te invito un café ¿tienes tiempo mañana?”. Pasaron un par de horas y ella seguía conectada, pero no respondía. “Mañana no tengo tiempo, debo acompañar a mi madre a ver al médico”. El vio el mensaje y por un lado se sintió aliviado. No era un “no”. Además, la imagen que tenía de ella ganó cien puntos, era una hija responsable que apoyaba a su madre. Le deseó suerte y una pronta recuperación para la madre.
Contento, al siguiente día, fue al café y se sentó solo, imaginó que en algún momento Daniela lo acompañaría y compartirían el azúcar y una buena conversación. Pidió un americano y comenzó a leer una revista. En la mesa de enfrente se sentó una joven, de nombre Daniela. Platicaba alegremente con una amiga acerca de su nuevo novio. Él la reconoció. Ella ni lo volteó a ver, no porque fuera grosera, sino porque no lo reconocía ¿Cómo reconocer a alguien que no conoces?
La única ganancia del día, para Nicolás, era que había conocido el sonido de la voz de Daniela, pero nada más. Por otro lado, se sintió rechazado y notó que, para ella, él solo era un like más. Así que decidió vengarse, nadie le mentiría así y quedaría impune. Abrió su cuenta en su celular y la borró de sus contactos a sangre fría.
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